Miguel Delibes: in memoriam
Jorge Bustos
Anoche sentí el exprés de Galicia. No hubo forma de dormirme hasta las tres. Con esto del paro, tengo un remusguillo en el cuerpo que no me lamo. Madre anda preocupada porque la pensión es una miseria y el subsidio mío se me está por terminar y no encuentro nada de nada. Por la mañana fui a lo del Inem, otro día más. Tropecé con el Roque, que se ha buscado un empleíllo de chapuzas en lo del Fulgencio, donde le pasan las perras en negro. ¡Sólo faltaba que encima las tuviera que partir con Hacienda! Pero él no se amorronga y acude puntual a la oficina, aunque tiene tan mala chamba como yo. Echamos una par de horas en la cola fumando y hablando de la Anita, que me distrae algo de la murria de la crisis. Esta cría tiene una nidada de besos en la boca y a su lado me olvido de vivir. Al llegarme el turno me ofreció el funcionario un tenderete que era una vergüenza y le dije lealmente que no había venido aquí a hocicar y que podía meterse el asunto por el c… ¡No te giba, 400 barbos líquidos! ¡Y qué si cobra uno más del paro que de la faena! Los amigos me calientan de más las orejas con que si soy un señorito y que estoy marrando ocasiones de ganarme el pan lealmente. Pero yo digo que nones, que no se me sientan en la barriga unos explotadores así me caiga de hambre. Roque tampoco ha sacado nada en limpio. Nos fuimos luego a lo de Germán: si hemos de tragar quina, que pase con unos chatos. Hablamos del chavea que espera la Mimi y de caza. Dicen que la perdiz no crió bien este año. ¡Dios, desde abril que no caigo una mala torcaz! El cañón del 12 se ataruga de puro viejo, pero no hay dinero para agenciarse otro, qué le vamos a hacer. Mandé recado a madre de que no me esperara a cenar y me lié hasta las 10 en la taberna con la comandita para espantar una congoja que me recome los huesos. No tengo ni pinta de sueño. Fijo que esta noche vuelvo a sentir el exprés de Galicia.
(La Gaceta)