Kid Chocolate
En la oficina de Jeff, a la cual fui acompañado de Pincho Gutiérrez y de don Louis Bouey, manager de Arturo Godoy, se trató sobre la revancha entre Nick Bensa y yo. Al cabo de quince minutos de discusión, se había llegado a un acuerdo sobre los términos del contrato.
Una vez que se hubo arreglado todo, reanudé mi entrenamiento, tras abandonar mis paseos, como es natural, con el fin de darle una "paliza" más limpia al ídolo galo ante sus compatriotas. Tenía que probar en Francia que era campeón mundial y no un simple turista.
Pocos días antes del encuentro [29 de Septiembre], se me dijo que Bensa estaba en unas condiciones fenomenales y esto me agradó porque ello significaba que me daría mejor pelea desde el principio.
Así fue. Bensa se presentó en su segunda batalla conmigo en una forma tan superior, que me quedé asombrado. No podía comprender cómo había adelantado tanto.
Al igual que en España, los guantes blancos me persiguieron en Francia. Pero como ya estaba acostumbrado a usarlos, poco me importó. Pude soportarlos con más facilidad que en los combates anteriores.
En los primeros rounds tiré con la misma libertad que le hubiese entrado a un "bulto". Quería saber hasta qué límite podía resistir el francés. En el sexto round reaccionó algo, pero esto lo perjudicó, ya que lo único que consiguió con ello fue encolerizarme.
En los episodios sexto, séptimo y octavo le conecté tantos golpes, que no me explico ahora cómo pudo mantenerse en pie. Pero es indiscutible que el muchacho valía. Aun así, en ese pobre estado, seguía avanzando en busca de castigo. Y como yo estaba allí para acabarlo o dejar que me acabase, opté por lo primero. Efectivamente, el round siguiente, bajo un bombardeo de golpes de izquierda y derecha a la cabeza y al estómago, su cuerpo se desplomó pesadamente sobre la lona. El referee comenzó a contar y no hubo quien lo interrumpiera. Bensa había peleado como un león, pero le tocó la de perder.
Jeff Dickson quedó muy entusiasmado con la demostración que di y en seguida reanudó sus gestiones para asegurar un encuentro con José Gironés, pero al igual que en España los "menudos" nunca se pusieron a la vista. Y de nuevo todo quedó en veremos...
Convencidos ya de que no teníamos chance de hacer nada más en Francia, decidimos partir hacia América. El 4 de Octubre subíamos al vapor Île de France, que nos debía conducir a Nueva York, de donde el Madison Square Garden nos hacía magníficas proposiciones para un encuentro revancha con Toni Canzoneri, ex campeón mundial de los pesos ligeros.
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A los dos días de viaje sobre el Atlántico, Pincho me pidió que saliera a cubierta a entrenarme, pero es muy pesado ponerse a correr como un loco alrededor del barco, mientras todo el mundo, no teniendo nada que ver, se fija en los más insignificantes detalles de lo que uno hace. Sin embargo, en seguida entablé amistad con un marinero del Île de France y se me brindó a hacer guantes. Me dijo que hacía dos años había aprendido el arte de Queensberry en Francia y de vez en cuando se calzaba los guantes. La única condición que me puso fue que no lo tratara con demasiada rudeza. Le di mi palabra.
El 9 de Octubre llegamos a Nueva York. Los promotores del Garden nos esperaban y en seguida se formalizaron las negociaciones para el encuentro con Toni Canzoneri.
Como antes debía celebrar dos encuentrios preparatorios, aceptamos una peleíta que nos ofreció un promotor de pacotilla con Joe Ghononuely (sic), a quien derroté [1 de Noviembre] por decisión en diez rounds. Me contenté con anotar puntos con facilidad para adquirir ligereza. Este combate tuvo lugar en Montreal, Canadá. Cuando llegué al camerino tras haber sido declarado vencedor, recibimos un telegrama de Jimmy Johnson reclamándonos desde Nueva York. Una vez allí, se acordó que la fecha del encuentro con Canzoneri sería el 24 de Noviembre. Me quedaban pocos días para entrenarme y tuve que hacer esfuerzos sobrehumanos para ponerme en condiciones aceptables.
Cuando escalé el ring del Madison Square Garden para cambiar golpes con Canzoneri por segunda vez, las piernas no me respondían como cuando vencí a Al Singer [29 de Agosto de 1929]. Aunque en el primer round logré evadir gran parte del ataque del italianito, al salir para comenzar el segundo episodio no me sentía bien.
Dos golpes terribles -a mi entender, los más fuertes que ha conectado Canzoneri en su vida- chocaron con mi quijada. El resultado fue el de siempre que se recibe un buen golpe en la punta de la barca. Caí por algunos segundos. Es verdad que me incorporé en un esfuerzo desesperado por escapar del nocao, pero no podía resistir mucho. Recibí otro golpe similar y de nuevo fui a la lona.
Supongo que me contaron los diez segundos de ritual. No los oí. Era el primer nocao. Cuando recuperé el conocimiento, ya estaba sentado en mi esquina y no pude evitarlo: los ojos se me inundaron de... lágrimas, me imagino que serían. Es muy duro verse noqueado el que no está acostumbrado a ello.
[Extractos de Ahora, La Habana, 1934]