@realmadrid
HUGHES
Pura Golosina Deportiva
Las ligas se ganan en partidos norteños y en insulares, donde todo es amarillo y una vibración marina nos amodorra...
Ancelotti, genio incomprendido, movía el banquillo y sacaba un mediocampo con Camavinga, Kroos, Ceballos y Brahim; un solo duro y tres blandos, y el duro, más que duro, raudo en el tackling...
Hay gentes para un ratito y gentes para el rato entero y Brahim nos pareció lo primero. No estuvo bien de titular, como si su maravilloso fútbol fuera de comprimido efervescente, efímero y burbujeante.
Muy pronto pareció que rabiaría la polémica. Rodrygo recibió una amarilla por una actuación dramática de Vallés, el portero, que se 'murió' en el área como especialista del Oeste.
Las Palmas salía prudente con anticontras de combinación muy suave, y el puñal diestro de Marwin; y el Madrid deshabitaba las bandas, por entero para los laterales.
Era el sistema de Bellingham sin Bellingham y solo tímidamente Brahim intentó serlo a la altura del minuto 20: cogerla, darla, y pedirla otra vez, siendo ese pedirla otra vez lo propio de Bellingham, fútbol de dos ecuaciones, jugadas de segundo grado...
Hubo en el 21 un conato de VAR, al árbitro (desprestigiadísimo el estamento) todos intentaban comerle el tarro con mucho aspaviento de manos, menos Ancelotti, que no sacaba las manos de los bolsillos, gran privilegio (el bolsillo) de los entrenadores.
El Madrid consistía sobre todo en balones parados a Rudiger y el motor de Vinicius aún estaba calentando, enredado en no sé qué.
El Madrid era como debe de ser el cuello seccionado de un decapitado: se veían músculos, nervios, conexiones a una cabeza que faltaba. No había delantera, área, presencia real allí.
La primera parte se acabó con la constancia de que Las Palmas tenía un modelo de fútbol, un modo: la prudencia combinatoria del falso contragolpe (ser sorpresivo en la sorpresa, ¡agazapamiento sumo!); y con Vinicius, oh Vinicius, pidiendo ya pelota, jarana, rumba...
Pero apostaría a que en la primera parte muchos se quedaron dormidos. De la cabezada nos sacó, a la vuelta del descanso, como un susto, el paradón de Lunin. Sacó la mano y la llevó, como un gran lenguado, al suelo, la pegó al suelo como un torero la muleta, como se tira una levita y ese poner la mano ahí fue lo más emocionante visto en la portería este año.
El Madrid, y todos con él, se dormía en la mecedora de Las Palmas, así que el gol, el 1-0, no pudo sorprender mucho. Otra pequeña 'nachada', cesión al rival, un largo carril despejado por la banda donde no estaba Fran García, y llegada de Javi Muñoz bajo la mirada de Kroos, que qué bien mira Kroos, qué cosa notarial tiene siempre esa mirada fría del 5 exquisito que no llega.
La solución del Madrid rima un poco con delicious: Vinicius.
Empezó agarrando el fardo del partido, banda arriba, y en el 56 ya le dio un pase espectacular a Carvajal, que hace de 9 hasta que entra su cuñado.
Como había prisa, Carletto no se esperó al 60 y tres minutos antes quitó a Ceballos y Brahim por Joselu y Valverde.
El Madrid ya había cambiado, pero con ellos cambió aun más.
Vini se quedó solo a pase de Kroos con un control grandioso de pecho y una vaselina preocupante por absurda que recordó fugazmente al Vinicius primero.
El Madrid ya estaba en pleamar. Y otro en reaccionar había sido Camavinga, multiplicado por Valverde. 'Rompió línea' y luego salvó línea cuando dejó a Vinicius solo picando la pelota sobre la defensa. Estoy convencido de que ese pase se olvidará, pero fue la acción técnica que metió al Madrid en el partido. Contestar a la vaselina con otra vaselina hubiera sido, además de un homenaje al Romario-Laudrup, un error. Vinicius fusiló de zurda.
Personalismos: Vinicius, Camavinga... Pero también Kroos, que había estado en la raíz de todas las jugadas dándole al juego un principio de raciocinio y decidiendo, entre una banda y otra, que el viento soplaba por la izquierda (esto lo decide Kroos siempre, y no es poca cosa: por dónde tirar).
Así que el Madrid tuvo un principio y un final, y con ello cara y ojos y un sentido, porque la entrada de Joselu, del 9, le dio orden natural a todo. (¡El 9 es el padre, la figura paterna en el juego amorfo de la chiquillería!).
Sumemos también a Fran García con su voluntarismo zurdito, bonito, como de comunión.
Pero era Vini el gigante. Sonríe como Dominic West, ¡McNulty! Su juego tiene integrado el fallo y el tropezón, así de grande es. Sus partidos se juzgan al peso, y en ellos hay tanto... Vinicius se cae y desde el suelo cuela un túnel al rival y sale corriendo como un velocista pícaro; Vinicius se va de dos, tres, cuatro... y está a punto, siempre está a punto, de hacer la de Ronaldo en Compostela y con eso nos devuelve a los noventa cada tarde, nos pone a la altura de un recuerdo que se rompe, entrevisión, posibilidad, ¡Vinicius, tú sí, de mi vida!
Vinicius hizo de Vinicius y un poco de Bellingham. Está cargando con el Madrid día a día, ya unos cuantos años. Su alegría, su pizquita de soberbia, ¿no era igual que el olimpo amarillo del estadio? ¿No estaba la tarde toda en su sudor brillante? ¿No es el partido lo que él intenta, lo que deja y lo que saca? ¡Con el saldo neto de un día de Vinicius, buscador del Klondike de su banda, muchos harían una carrera! Cada día deja varias pepitas de oro, pero su efecto sentimental en nosotros será todo su fútbol sin desbastar, hecho de trash talk, vaciles, superaciones, intentos, fracasos, trompicones, fútbol que iba a ser playero y es callejero, urban style...
En el 80 entró Arda Guler, y al verle discutir con el árbitro vimos que parece un hijo del juez Napolitano. Falló un control que era gol cantado, pero mostró detalles.
Con él entró Tchouameni, y al poco marcó el 2-0; un córner que sacó Kroos y él remató como un emperador, con potencia, cuello de toro y colocación. Es tan evidente lo impresionante de este jugador que su defensa resulta ridicula. ¿Por qué Tchoaumeni? Míralo, tú míralo...
A lo lejos, Kroos celebró el gol como un golfista.
Ancelotti terminó con Mendy, una rúbrica de artista, y así ofrecía una de las bellezas escondidas del fútbol: la banda con dos laterales...
Sonreía Vinicius, superestrella, y al terminar todos se le arremolinaron, como niños, o como laterales derechos o como periodistas en la estela de su risa.