Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El 4 de julio, día de la fiesta americana, el algoritmo de Faceboock identificó “mensaje de odio” en la Declaración de Independencia… y la censuró.
La Revolución americana es lo más subversivo que se despacha en el mundo: fue la única que se hizo por la libertad, una causa inconcebible (como la Segunda Enmienda que la sustenta) en Europa, donde todas las matanzas con buena prensa (Inglaterra, Francia, Rusia) se desataron con el pretexto de la igualdad. ¿Cabría mayor subversión hoy en España que una democracia (principio representativo en la sociedad política, principio electivo en el gobierno y principio divisorio del poder en el Estado)?
La Declaración de Independencia es una cosa muy seria (a diferencia de la caricatura de la de los trileros catalanes): “Y en apoyo de esta declaración… comprometemos mutuamente nuestras vidas, nuestra hacienda y nuestro sagrado honor”. Ernest Gellner, sin embargo, sostenía (hablaba para adultos) que esa Declaración es “uno de los documentos más cómicos y ridículos que se han redactado, pues afirma algo totalmente absurdo, a saber, que sus opiniones, que para un 99 por ciento de la humanidad resultaban ininteligibles, eran realmente ‘evidentes por sí mismas’”. ¿Por qué? Según Gellner, porque Jefferson tomó su cultura inusitada tan por descontada que la confundió con la condición humana en general. Y según Bertrand Russell, porque Jefferson “se rige por Euclides”, ya que el XVIII fue una búsqueda de axiomas euclidianos en la política.
La democracia representativa, que sólo es la garantía de la libertad política, vive acosada desde su fundación por la Constitución Federal, ahora con la ayuda de la propia izquierda americana, invadida por la peste europea de la falsa igualdad. Y sucumbirá. Mientras, con los algoritmos amaestrados para censurar, es natural que en las redes Jefferson suene a Céline, Hamilton a Sade y Sánchez a Euclides, o sea a hueco, como El Astronauta, un máquina, dicen, del algoritmo.
Julio, 2018