jueves, 11 de enero de 2024

Real Madrid, 5; Atlético, 3. La Supercopa árabe se hace entrañable

Brahim vs Oblak



Hughes

 Pura Golosina Deportiuva


La supercopa hispanoárabe da un salto adelante. Se nos hace entrañable, nuestra, y nosotros suyos. ¡Así sí nos gusta la globalización!


Iremos poco a poco. Hay mucho tela que cortar en este partido.


Al principio, en la grada, vimos mujeres, mujeres árabes liberadas futbolísticamente por Rubiales. ¡Eso no se lo pueden quitar!


El árbitro Alberola Rojas, representante del nuevo arbitraje, árbitro en forma cercano al tipo policial. Árbitros y policías convergen en un tipo humano que se extiende en España: el peperosociata saludable y deportivo, la moderación hecha carne. España putrefacta llena de seres en forma...


El locutor multigeneracional Carlos Martínez vendía no sé qué moto del VAR y el VOR, pero lo que nos tienen que sacar es la sala donde dan las instrucciones al VOR, que habla al VAR, que habla al árbitro policía. Menos "porfías" y más Negreiras, Martínez.


Pero vayamos ya al partido, que me de-moro.


El partido comenzó con un penalti sobre Vinicius que no pitaron, marcándole al muchacho la tónica de la noche.


Hubo conatos, sólo esbozos de un entendimiento entre Vinicius y Bellingham, sociedad que debería ser el aliciente de la segunda parte de la temporada.


Pero el Atleti marcó muy pronto con un remate de Hermoso, solo en un córner. El gol lo celebraron unos saudíes rojiblancos claramente puestos por la producción del evento.


El Madrid tenía detrás de los delanteros a Bellingham y Valverde, nada menos, Modric un poco más atrás, y eso era mucho empuje en ataque y defensa. Hay que insistir: es como tener a Gerrard y Lampard detrás de dos delanteros. A partir de ellos se intentaba una presión alta, pero ¿qué presión puede hacer el Madrid en el primer cuarto de hora de una semifinales de Supercopa? Algo fragmentario y a tirones de gana y desgana.


Casi con simetría, Rudiger empató rematando en soledad un córner. El balón puesto por Modric era muy evocador: el balón suspendido en la zona aérea de la piñata madridista de los saques de esquina.


El gol fue muy celebrado por un público perdidamente madridista y totalmente transplantable a Madrid. "Así, así, así gana el Madrid" cantaban y se vio que muy pronto prendía en ellos un madridismo eufórico.


Cantaban ese cántico porque lo sabían, por cultura madridista, y sólo pude lamentar que no conociesen el "Y va a seguir, y va a seguir, la dictadura del Madrid", que no es dictablanda, ni lo debe ser.


Comprobamos que el frenesí madridista es universal. Es una emoción en la zona que comparten el orgullo y la euforia. Para mí es una derivación lúdico-timótica que sólo procura el Madrid y que algunos millones de personas comparten por todo el planeta: algo que es magia, ira, orgullo y frenesí. Los saudíes demostraron tenerlo, por eso luego caían en valles depresivos y Bellingham tenía que mover los brazos para reconectarlos al flujo.


Simeone, con sus pelillos de Don King y su look de CEO de pompas fúnebres modernas, miró con preocupación el panorama pero siguió con su soliloquio táctico enloquecedor. Toda esa energía empleada ¿en qué? ¿para qué?


El gran bastión del Madrid eran las carreras arriba y abajo, rectas y diagonales de Valverde, que juega un nomadismo futbolístico de huno.


Valverde se la daba a Bellingham que buscaba a Vinicius, rodeado siempre de vigilancias colchoneras.


El juego del Madrid, colectivo, trenzado, dio lugar al 2-1: Bellingham abrió a Carvajal, cuyo centro remató con la puntita Mendy, que entraba en el área como cuchillo de carne en pescado o al revés.


Pero el Atleti estajanovista (palabra que sobrevive a todo antisovietismo) empató con un golazo de Griezmann, que contó con la colaboración de Modric, una broma defensiva a estas alturas, y Kepa, que cada vez es más pequeño. Oblak paró bastante. Le quitó a Rodrygo un gol cantado, por ejemplo, pero Kepa estuvo más inseguro que un novio en La Isla de las Tentaciones e, insisto, pareció cada vez más bajito. Quizás todo fue un engaño provocado por su nombre. Como diría un phd: un sesgo, un euskosesgo: de un tío que se apellida Arrizabalaga te esperas dos metros.


Pensando en estas cosillas se fue la primera parte.


En la segunda, el juego empezó buscando mucho a Vinicius, señal de seriedad. El Atleti pareció mostrar un especial celo, ya habitual, en que no pudiera salirse con la suya. Al llegar a su zona, el juego se intensificaba. "Siempre igual, siempre igual", le decía al árbitro.


Vini y Rodrygo no lo hacían mal. Está culminándose su transición. De jugar con dos extremos, el Madrid ha pasado a jugar con dos puntas, dos puñalitoss, dos flechas, una desde la izquierda, otra desde la derecha. Con más área, con más centralidad. No son la típica pareja de 7 y 9, ni son dos extremos, son algo intermedio. La fantasía (infiel) es imaginar allí, en eso, a Mbappé (por la izquierda) y Endrick (por la derecha). Pero estos pensamientos deben ser eliminados en cuanto aparezcan.


Personalmente, hubo en este rato de partido un momento muy difícil. Soportar los bobalicones elogios a Modric de Maldonado, el pundit futbolístico de Movistar. Era evidente que ahí debía estar Brahim, pero Ancelotti sacó a Kroos, que fue abucheado constantemente por haber criticado los fichajes y torneos en Arabia. El público no sólo era madridista, además era orgullosamente nacionalista. Y encima había mujeres. Florentino, ¿por qué no llenas un fondo del estadio con esta gente?


Oblak hizo otro paradón a Carvajal, que hizo un partido colosal. Quizás sea el mejor lateral derecho de la historia del Madrid. Si hubiera que poner un 11 histórico muchos colocaríamos a Ramos ahí por darle acomodo, pero lo de Carvajal ya merece tonos pindáricos.


Oblak paraba y Kepa dudaba. Por alto daba miedo y se sufría por él. Una salida suya absurda provocó el 2-3, con intervención trompicada de Morata. Quizás se haya resuelto ya el enigma de la portería y Lunin sea el menos titubeante de los dos. Interviene aquí un factor psicológico: Lunin viene de abajo, todo que ganar, y Kepa tiene miedo a perder su posición. Necesitaría un refuerzo del míster, pero ¿está el Madrid para eso?


Como cuando venían los Celtics a España, el Madrid regaló carácter e imagen de marca a sus aficionados saudíes y reaccionó conforme a su leyenda en el 85 con un gol emocionante, puramente madridista. Ya con Brahim y Camavinga en el campo, Vinicius rompió la defensa, chutó y Oblak le paró a él y luego a Bellingham, con doble intento; a la cuarta llegó Carvajal arrebatado y la clavó contundente en la escuadra. No había ser humano que pudiera resistirse a ese gol, briosa sinfonía del Madrid dando hachazos hasta conseguir acabar con el rival.


El Atlético había sujetado bien a los delanteros, pero tres defensas marcaban los goles.


Con el tiroriro suyo, el Madrid terminó con minutos muy buenos alrededor del rectangulo ambulante que formaban Vini, Rodrygo, Bellingham y Camavinga; mientras que por el otro lado aparecía la finísima filigrana de la libélula Brahim. Es más rápido y sutil, tienes que cambiar de gafas para verlo. Hizo una jugada preciosa a toda velocidad con bicicleta, recorte y chut, como un niño en bici pedaleando para hacer un caballito.


Esa presión alta que el Madrid no sabía hacer al principio, la hacía al final, pero no era alta sino altísima.


Empezaba la prórroga y cabía pensar en la dudosa economía del esfuerzo. Era un derroche físico provocado por la avaricia recaudadora de la RFEF y el antagonismo maníaco cholista. ¿Merecía la pena? La cara de Valverde en el descanso era un poema, parecía que venía de vendimiar. Luego se fue ovacionado/baldado y entró Güler.


En la prórroga, un tackling de Bellingham pareció bellísimo, como una acción patrocinada por Burberry. Ah, esa elegancia británica inscrita en las formas, en algunas formas...


Hubo grandes minutos del Madrid y llegó el 4-3, con cambio de juego de Brahim, que es futbolista total, control pecheado con pase de Carvajal en entendimiento de cuñados y remate picado en semifallo pero con sobreintención de Joselu, que Savic, el siempre un poco infausto Savic, ayudó a colar.


El Madrid se imponía en la prórroga. Era puro Simeone: lo de siempre pero más costoso, lo de siempre pero más doloroso.


Y los saudíes eran un pequeño Chamartín, una euforia ya no forastera, sino propia, característica. Una segunda residencia. Eran una franquicia del Bernabéu viviendo una @nochemágica, marca registrada. El Madrid jugaba en casa.


Esto de la Supercopa empieza a ganar sentido para el Madrid porque estas noches, en directo, unen a la grada con el equipo de un modo distinto. Los madridistas árabes son más madridistas que ayer y un poco más madridistas que los de cualquier otro lugar porque lo han vivido, han sentido el pellizco, el clic, han conectado mágicamente con los merengues enloquecidos.


Y si no, miren el 5-3. Contragolpe a un equipo desesperado, champán saliendo por botella abierta, al estilo del gol de Raúl contra Cañizares en la final de la Octava, pero con Brahim corriendo detrás de Oblak desde su campo para ganarle y marcar de lejos, la pelota lagrimeando entre el delirio de los presentes, que no lo podrán olvidar y habrán hecho al Madrid suyo de un modo especial, más que televisivo.


Estas supercopas de España en Arabia le están sirviendo al Madrid para dejar allí un madridismo entrañable que durará.