Carlos Moliner
«La carrera presidencial es ahora cosa de dos». Así lo anunció Nikki Haley, la única candidata republicana que queda en pie frente a Donald Trump en las primarias republicanas, tras quedar tercera hace dos semanas en los caucus de Iowa por detrás del propio Trump y de Ron DeSantis.
En ese momento parecía un atrevimiento, y algunos comentaristas dijeron incluso que era probable que se tratase de un eslogan escrito con anterioridad a los resultados, cuando todavía las encuestas le aseguraban el segundo puesto. Sin embargo, la renuncia de Ron DeSantis al día siguiente hizo que su afirmación se cumpliera con escrupulosa exactitud.
La exembajadora ante Naciones Unidas nombrada por Trump sabía que su derrota estaba descontada y no perjudicaba en gran medida a sus expectativas, que salían incluso reforzadas por la exigua ventaja, apenas dos puntos, que DeSantis había logrado sacarle. Comparativamente, el margen de 30 puntos del expresidente sobre DeSantis suponían el golpe definitivo para sus aspiraciones presidenciales, como así ha acabado siendo.
Tanto Vivek Ramaswamy como Ron DeSantis encarnaban o deseaban encarnar un Trump mejorado que mantuviera sus virtudes y cambiara algunos de sus defectos por juventud, dinamismo y el tipo de desparpajo habitual en las startups tecnológicas en un caso, o por la seriedad en la gestión y la rendición de cuentas en el otro. Esa apuesta pasaba por que el votante republicano los prefiriese al auténtico expresidente, y decidiera quedarse por tanto con las nueces de su gestión y ahorrarse los zarandeos del árbol mediático. Ambos candidatos han comprendido, al primer contacto con su electorado real, en lugar de con datos demoscópicos, que la tarea se antojaba imposible: hay una mayoría de republicanos que lo que espera es precisamente zarandeos del árbol mediático.
Vivek renunció a la carrera presidencial después de hacerse con un 8% del apoyo de los votantes en Iowa, un resultado meritorio para un candidato desconocido por el público hace sólo unos meses, pero insuficiente para seguir apostando por una campaña financiada casi exclusivamente con fondos propios.
Su campaña ha sido la más refrescante, con momentos de gran intensidad en los debates como la apertura del tercero en la NBC, en que se dirigió a los moderadores para que confirmasen si la colusión rusa de Trump que habían estado vendiendo al público era un bulo o no. Orador brillante sobre el que ya se llamó la atención en estas páginas, especialmente afiladas han sido sus críticas a Nikki Haley, mientras que ha evitado críticas directas a Trump. El mismo día de su renuncia llamó a la unidad en torno a la campaña de Trump, y un día después apareció junto al expresidente en un mitin en New Hampshire, que celebró sus primarias el pasado martes. Aunque un pequeño sector del trumpismo, especialmente el más joven, apuesta por el empresario de origen indio como vicepresidente, no es probable que Trump escoja a un perfil con demasiada personalidad propia para completar el ticket electoral. Lo que no impide que sigamos teniendo noticias de Vivek durante los próximos meses y años.
La campaña de Ron DeSantis, al candidato que a priori parecía mejor posicionado para disputarle el liderazgo del partido a Trump, llevaba en caída libre desde comienzos del año pasado. El gobernador de Florida, con el respaldo de una hoja de servicios brillante en su estado, no había logrado anotarse ningún tanto que hiciera despegar su campaña. A pesar de haber sido el auténtico adalid de la defensa de las libertades durante la pandemia, y con victorias frente a grupos de presión multimillonarios en su haber, hasta el último momento las encuestas le otorgaban la tercera posición en Iowa...
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