Robespierre
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Lo de Pedro Sánchez no es un gobierno de España, sino un Erasmus para repetidores del camino neocatecumenal al comunismo universitario, un “colectivo vulnerable” que tiene de universitario la insolvencia intelectual, y de comunismo, el dame pan y llámame tonto.
–Soy un psicólogo clínico ya muy anciano. Hace cuarenta años formé parte de una investigación secreta sobre la verdadera naturaleza y la psicopatología del fenómeno macrosocial llamado “comunismo”.
Así presentó el polaco Lobaczewski a sus editores su estudio “La ponerología política: una ciencia de la naturaleza del mal adaptada a propósitos políticos”, sobre las patocracias que pulverizan hoy las sociedades occidentales. Aquí, como decía Muray, cada cerebro es un “koljoz”: el Imperio del Bien retoma sin modificarlos demasiado no pocos rasgos de la antigua utopía:
–La burocracia, la delación, una adoración de la juventud que pone la carne de gallina, la eliminación del espíritu crítico, el obsceno adiestramiento de las masas, la aniquilación de la Historia bajo sus reactualizaciones forzadas, la apelación “kitsch” al sentimiento contra la razón, el odio al pasado y la uniformación de los modos de vida.
En España no sabemos a dónde vamos, pero caminamos en vanguardia. El franquismo tenía, heredado de Maura, un Instituto Nacional de Previsión, y los comunistas lo han humanizado con un cuerpo de preventivistas del Estado. Como “preventivista” se presenta el nuevo director de Salud Pública, nombrado por una ministra que accedió al cargo con un tuit autorreferencial: “Basta de nombrar ministros de Sanidad como premio de consolación de los inútiles de este país”. El preventivista gasta barba-pelusa guevarista (también el Ché era doctor), sostiene que “el crecimiento económico no es positivo para la salud” (Cabrera Infante dijo que el comunismo es el fascismo de los pobres), sueña con otro confinamiento (“si se necesita, espero que no les tiemble la mano”) y apela a la “equidad en salud”, que es, la de la equidad, una bobada que le suena de Varoufakis. Ves al preventivista y se te va la pinza al punk del 82 (“¿Qué harías tú ante un ataque preventivo de la URSS?”) de Polansky y el Ardor.
–¡Robespierre estuvo muy acertado al llamar a su gobierno “de salud pública”! –ironiza Madame de Stäel mirando a Bonaparte.
Y pregunta (para los toláis de la separación de poderes): “¿Cabe hablar de legislación en un país donde la voluntad de un solo hombre lo decide todo; donde este hombre no es capaz de tolerar la barrera de su propia voluntad, si se le opone la del día anterior?”
Y cuenta cómo un consejero de Estado le hizo notar a Napoleón que su Código se oponía a una decisión que iba a tomar. “Muy bien –repuso–. Ese Código se hizo para el bienestar del pueblo, y si eso requiere otras medidas, se toman”.
–¡Qué gran pretexto para un poder ilimitado resulta ser “el bienestar del pueblo”!
De ahí el acierto de Robespierre, otro preventivista.
[Martes, 16 de Enero]