EDUARDO CHILLIDA
1924-2002
Eduardo Chillida tenía a Heidegger por el más grande de los pensadores. El hombre como pastor del ser: guardar al ser y corresponder al ser, que en Chillida fueron el hierro y el viento. En el extático claro del bosque, Chillida deja que el hierro y el viento hablen. Las preguntas significan para los heideggerianos la devoción del pensamiento humano, y Chillida fue heideggeriano sin medida. “¿Podríais decirme por qué tenemos la nariz en medio de la cara?”, pregunta el bufón al rey Lear. “Es que los que tenemos gancho...”, solía decir Chillida cuando quería parecer hermético, como queriendo decir que de ese modo, con el gancho, lo que uno no puede ver lo puede olfatear. Los obstáculos lo atraían magnéticamente. De ahí su fidelidad al hierro. De ahí su obsesión por el horizonte. El hierro peina al viento.
IGNACIO RUIZ QUINTANO
(Del libro Serán ceniza, mas tendrá sentido / Ediciones Luca de Tena, 2006)