viernes, 26 de enero de 2024

El juridicista


Guillermo de Torre

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Somos el país de Guillermo de Torre, aquel cazador ultraísta de ismos, y no hay dios que nos apee de la vanguardia mundial (nuestra unidad de destino en lo universal, que no es idea española de José Antonio, sino rusa de Berdiaev, nacido en Kiev), razón de ser de este Estado creado por Franco para el socialismo batueco, cuyos hijillos piden como alemanes cantando en la cima del mundo, que es el comedero.


A la figura del “preventivista” que el Estado acaba de colocar al frente de la Salud Pública hay que añadir la del “juridicista”, que da sentido a la patocracia española, a la que sólo se llega tras prescindir de tan “inconfortables cosas” como la moral y el Derecho.


De nuestro Derecho Constitucional decía Nicolás R. Rico (¡en los 70!) que en la Universidad todo él se reserva para lo que vaga y pomposamente se llama “Derecho Constitucional Comparado”, enseñanza en gran parte imaginaria, donde reina supremo el “quiproquo”, pues se requieren comparar regímenes de mejor o peor funcionamiento en el país de origen con sus espectrales remedos e imitaciones en el país receptor, y “no hay mucho que comparar, si somos sinceros”.


Los hombres pueden destruir el orden jurídico vigente en una sociedad, pero no pueden prescindir de todo orden social y conservar su sociedad. Así que destruir equivale aquí a sustituir.


Es lo que los pájaros de la vega llaman ahora “Estado Compuesto”, o federalismo de garrafón, sacado no de Hamilton ni de Proudhon, sino de un tal Obiols, monaguillo de Gonzalón, flamante defensor de la Constitución, o sea, el cojonudismo español de toda la vida, como sabemos por “el juridicista”.


El juridicista es Peces-Barba, que no es un Hamilton, pero que tiene su importancia en el Régimen. Hay un video que recoge lo que le dijo Gonzalón, el ungido, cuando se perdió en Almería el referéndum de la autonomía andaluza: “Hay que buscar una solución a esto”. Y Peces: “Oye, pues yo no sé… Como no quieras que metamos votos falsos…” Y Gonzalón: “Tú lo que eres es un juridicista, estoy harto ya de estas consideraciones jurídicas tuyas…” Y entonces Peces se quitó de en medio “y ya no sé lo que hicieron”, aunque lo sabemos todos. Otro “de la ley a la ley”. Suárez, el del aeropuerto, “se rindió” (lo dice Clavero Arévalo, el de “café para todos”), y Pujol lo bendijo: “Todos de acuerdo en decir: ‘Oye, bueno, dejémoslo correr. Miremos hacia otro lado. En Almería también ha ganado, y ya, porque si no, vaya problema podemos tener…” El andaluz Escuredo, otro jurista de la corte felipista (“juristas españoles, toreros norteamericanos… ¡qué tontería!”) lo zanja con una media lagartijera (el paso atrás con cuarteo para aliviarse de Lagartijo el Grande): “Un apaño, un arreglo político, una ley orgánica que aprobó el Congreso, y punto”.


Aquí quisiera uno ver hoy el derbi Kelsen-Schmitt sobre la defensa de la Constitución’78 que exige desde Santo Domingo el estadista de ni Flick ni Flock.


[Viernes, 19 de Enero]