Carmen Miranda
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Pedro Sánchez juzga “deleznable” la consigna “Me gusta la fruta”, improvisada por Díaz Ayuso, que ahora ya podría ir por el mundo de Carmen Miranda con cofia de frutas tropicales… y con Almeida de Xavier Cugat.
–Debería ser reprochable y condenable –insiste Sánchez con esa pulsión autoritaria para lo insignificante propia de lo que Andrzej M. Lobaczewski caracteriza como “patócrata”.
A Sánchez, que, como Churchill, cultiva la literatura autobiográfica, no le gusta la fruta (tampoco la puntuación, si nos atenemos a sus ucases tuiteros). Y la considera un insulto. “¿No será la literatura, toda, un inmenso papayal, y el desdén de algunos poetas por la puntuación un odio soterrado a la fruta, un temor a servir al lector de merienda?”, se pregunta, intrigado por la similitud de los puntos suspensivos y las semillas de la papaya, el cubano González Esteva en “Cuerpos en bandeja (Frutas y erotismo en Cuba)”, que debería figurar en la biblioteca de dos libros de La Moncloa (“Manual de resistencia” y “Tierra firme”).
Sánchez tiende al autobiografismo hispánico como Séneca y como Marcial, pero, a diferencia de ellos, huye de suciedades y obscenidades que Américo Castro atribuía al ¡centaurismo hispánico!, de origen ya-tu-sabes. (Albornoz, que también era Sánchez, aunque en el otro extremo moral, subraya los insultos en discusión teológica de Beato de Liébana y Elipando de Toledo: el monje llama al prelado testículo del Anticristo, y el prelado al monje, borracho y farsante). Pero la fruta… Ay, la fruta.
–Hay frutas y hortalizas puestos a madurar sobre la sábana, en la antigua sala de los candelabros y el piano de las veladas… –escribía aquí Foxá, marzo del 36, sobre la postración de Castilla, “donde ahora crece el árbol, sin primavera, del poste de telégrafo”, lirismo ajeno a la prosa rebelde de Cercás, que ahora opta al Solzhenitsin (¡cincuenta años del auténtico! ¡un lustro de los de Urtasun!) del sanchismo por un artículo de fondo en el papel de las elites. Y seguía Foxá: “En la pared del altar de pino, junto al cabezudo Santiago, el último cura ha escrito con lápiz temblorosamente sobre el yeso: “Hoy, 16 de agosto de 1933, he quitado al Señor del Sagrario de esta iglesia parroquial de Nuestra Señora”.
¿Insulto, la fruta? Como un nihilista de los de Dostoyevski, Sánchez simplemente no considera posible ser “fruteado” por Ayuso, y pide leña (“reproche y condena”), aunque Ayuso tiene la suerte de las fechas, con el alcalde de vacaciones, que hubiera salido a condenar la “escalada de insultos” como condenó la “escalada de agresiones” cuando lo de los folios de Smith. Y hablamos del hombre que en pleno confinamiento ilegal juzgó “ajustado a Derecho” invadir una misa de Domingo de Resurrección en San Jenaro para, pistolo al cinto y greña jacobina, pedir el DNI al oficiante en el altar, como Cortés cuando asaltó, contra las súplicas del padre Olmedo, el Templo Mayor de Tenochtitlan.
[Viernes, 29 de Diciembre]