viernes, 19 de enero de 2024

La democracia muerta


Curtis Yarvin


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


La democracia propiamente dicha (la competencia por el poder soberano entre organizaciones con apoyo masivo, “decidida contando cabezas”) está básicamente muerta. Lo dice el único pensador vivo, Curtis Yarvin, siempre original y brillante en el terreno del poder, que es el toro.


Únicamente Yarvin grita que el emperador va desnudo: en el actual régimen estadounidense, “a los políticos (pro-régimen o anti-régimen) sólo se les concede un pequeño chorrito de poder discrecional que se restringe cada vez más, lo que hace que las elecciones sean cada vez más ridículas”.


Cuando este poder llegue a cero y los políticos sean tan simbólicos como los viejos monarcas hereditarios, la evolución habrá terminado. El Estado se ha convertido en una oligarquía pura y desnuda, gobernada por instituciones “independientes” (“independiente” es “irresponsable”, protegido de las elecciones).


El optimismo de Yarvin es pesimismo bien informado: que la política democrática no sea real, no supone que el espectáculo no pueda continuar. Siquiera para la recaudación de fondos, cuyo propósito es fingir que uno es real.


La diferencia fundamental entre la narrativa conservadora estadounidense sobre la recaudación de fondos y la narrativa liberal estadounidense sobre la recaudación de fondos se describe mejor en lenguaje farmacéutico: los liberales venden heroína, los conservadores venden cocaína.


Si ésta es la situación en América, ¿cómo lo será en España, sub-colonia suya?


Hace ahora un siglo el editorialista de esta Casa describía una sensación que resulta contemporánea: “Nuestra dictadura es un apellido, una persona…Mis derechos naturales de hombre han desaparecido porque estorban a otro hombre, dedicado espontáneamente a regir a sus conciudadanos… Valga lo que valga el dictador, valgan lo que valgan su obra y sus propósitos, lo que nos pone frente a la dictadura es una cuestión de dignidad civil…”


Los españoles no nos lo hemos dado, pero consentimos un sistema social que es una patocracia en forma caricaturesca. El psiquiatra polaco Lobaczewski le dio ese nombre, acuñado por un científico húngaro. Su génesis en cualquier país es un proceso tan largo que nadie puede determinar su comienzo. Históricamente, es frecuente la figura de un líder autocrático cuya mediocridad mental y personalidad infantil acaba abriendo las puertas a la ponerogénesis (generación del mal, del griego “poneros”) del fenómeno. Y un aviso tremendo:


Cuando una nación experimenta una “crisis del sistema” se convierte en objeto de fácil penetración patocrática, cuyo propósito consiste en ofrecer al país como botín.


Y no. No es sólo que los izquierdistas de hoy sean mentirosos. Como dice Yarvin, los izquierdistas siempre fueron mentirosos:


Sí, las instituciones estadounidenses se originaron con izquierdistas. ¿Qué pensabas? Ésta es la maldición que está en el corazón de nuestra historia y que ahora debe pagar su factura.


[Viernes, 12 de Enero]