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HUGHES
Pura Golosina Deportiva
Antes del partido, la Supercopa de España era portada por una azafata con hijab. Nada que nuestro feminismo no pueda asimilar.
El once del Madrid era muy bueno, pero menudo banquillo: Camavinga, Arda, Brahim... 'revolucionadores' o revolucionarios de partidos que no iban a hacer falta, porque el partido se abrió muy pronto, minuto 7, y lo abrió Bellingham con su ojo de lince y ojo de Horus que todo lo ve. En pleno mediocampo, rodeado, donde nadie ve un pijo, con dos encima, él metió a su través un pase al hueco que había detrás de la media y también detrás de la defensa culé, adonde llegó Vinicius como un corredor de relevos; cogió la pelota con un primer toque maravilloso en el que se la alargó mucho pero no demasiado, en ningún caso una distancia casual: no tanto como para que llegara el portero, pero lo suficiente para poder esprintar y dejar atrás al central, que quedó como ejemplar de una tecnología anterior, ya superada.
El inicio del Madrid dio miedo. Pero no a los barcelonistas. Miedo a los demás, que empezamos entonces a pensar qué pedirá Puigdemont para elevar la moral de su tropa. Porque la superioridad del Madrid respecto al Barça fue de época y no la habíamos visto. Hombres contra niños y ni siquiera eso, a veces androides contra niños de pelargón.
Habíamos dejado la jugada en el aire. Por supuesto, Vinicius se quedó solo y encaró a Iñaki Peña con un margen tan grande que habría podido regatearlo de varias formas. Se ha convertido en un gran duelista.
Cuando el aficionado aun saboreaba el gol, apreciando en su retrogusto el pase de Bellingham, llegó el segundo. Un balón largo a la centella de Rodrygo en un desmarque colosal de dentro afuera, potentísimo, muy rápido, que despanzurró la defensa culé, con sonrojo particular de Christensen. Rodrygo fue un puñal y cedió a Vinicius, que llegó al segundo pase lanzándose para rematar la pelota entre los muslos.
El Madrid era un vendaval y el Barcelona tenía problemas serios de achique. Defendía arriba pero blandísimo, y los espacios se le aparecían al Madrid lujuriosamente. Pudo ser una escabechina.
El Barça era blando, imprudente y no daba ningún miedo con Ferran y Lewandowski arriba. El equipo de Maradona, Laudrup, Stoichkov, Romario, Ronaldo, Rivaldo, Ronaldinho, Neymar, Messi y Negreira atacaba con Ferran. De ahí el miedo: ¿no nos subirán el IRPF para arreglar esto?
El Barcelona estaba como Laporta, fofi-insano, fofinsano, y el Madrid daba mucha seguridad con sus cuatro medios, que es como debería jugar siempre. Son cuatro pero a veces parece que son ocho. Con Camavinga en el lateral podrían ser cinco, pero además ellos se multiplican. Valverde juega de todo a la vez. Hemos pasado del "¿a qué juega el Madrid?" al "¿de qué juega Valverde?". Porque es pivote, interior, lateral, extremo y corre por todos lados y cuando ya lo ha hecho todo por la derecha se vuelve loco y corre a la otra banda como si necesitase expresarse así.
"El Barça tiene pérdidas", decía el locutor y recordaba a aquel anuncio de Concha Velasco, q.e.p.d.
Con un solo pase, el Madrid quebraba a veces todas las líneas culés. Pocas veces se había visto algo así. Normalmente, llegar ante un rival así es la travesía de Aníbal a través de los Pirineos y los Alpes. Pero esta noche no. El Barça se cruzaba con nada.
Pero había algo que era solo mérito del Madrid, porque cuando se relajaron, Lewandowski marcó el 2-1 con un golazo de volea.
Tal cual. Encajado el 2-1, el Madrid apretó y llegó el tercero. Centro que fue a rematar Vinicius con falta de Araújo que se juzgó penalti. Lo lanzó Vini con una paradiña en forma de saltito (como de cangurito) y 3-1 y tercero suyo en apenas media hora. Un hat-trick o 'hat-triqui', jatriqui, como dice él, que así nos enseñó a decir Endriqui y no Endrick.
Al celebrar se besó el escudo y señaló el aquí. Hic et nunc para los mbappesianos.
Fue meter el tercero y Doncic le hizo un tuit con tres fueguitos y en darle RT se fue la primera parte.
Del vestuario salió Sergi Roberto, así que todo sería igual o peor para el Barcelona.
No es que el Barça tuviese problemas para superar la presión del Madrid, es que le costaba superar la presión estrictamente individual de algún jugador. Así Bellingham, que robaba balones muy arriba. Tuvo unos minutos de exhibición. Paseaba entre culés como Cary Grant en contradirección, como un anuncio de El Corte Inglés en el que George Clooney, de Emidio Tucci, tuviera que parar un balón, hacer un uno-dos, pedir un macchiato… cualquier cosa para dar respiro al juego.
En plena exhibición de velocidad y potencia del Madrid de los nuevos biotipos, ese chorro de clase inaudita, ese zidanismo que ni siquiera resultaba vintage (Bellingham es clásico pero no vintage) quedaba ahí entre hilarante y un poco humillante. Era demasiado. Era demasié.
En el 60 empezaron los cambios. El Barcelona sacó a Joao Félix, Fermín y Yamal y de repente, sacar a esos muchachos ahí pareció temerario y un atentado a la infancia.
Yamal quiso irse de Mendy y se vio que sería imposible. Los mandaron a perder la inocencia contra el pecho de Tchoaumeni, que a lo largo de la segunda parte fue adquiriendo un tono despótico. Mejor. Porque de superarlo, toparían con... Rudiger.
El Madrid se puso un poco verbenero. Lo dijo Ancelotti: "No me gusta el tacón, no necesitamos el tacón". Pero cayó el 4-1, en nueva jugada de Vinicius que remató Rodrygo.
Laporta, junto a un jeque, lo miraba todo con cara de haberse agarrado a demasiadas palancas y redondo como aquel llorado Copito de Nieve. Es como un presidente mutando en mascota. El narrador que durante el partido hubiera dicho "este Barça es un poema" no pudo decirlo entonces de la cara de Laporta.
Vinicius marcó tres, dio el cuarto y 'expulsó' a Araújo, que se supone era su secante o némesis. Ha acabado con todos sus marcadores. Los ha destrozado. Y no ha sido mayor el destrozo porque no lo permitieron los árbitros ni el complot psicosocial de la Liga.
Antes cuando llegaban los cambios llegaba la pena, ahora llega Brahim y llega lo mejor. Se fue directo a gol tras un robo y el voluntarioso De Jong le seguía. Entonces paró en seco, y recortó, pero tan en seco que derrapó, patinó un poco, es tan rápido que parece que juega sobre un terreno deslizante que él lubricase antes a base de escupitajos. Su rapidez es "mojadita" y su técnica esmerilada. En el recorte se guardó el balón, hizo desaparecer el balón por un instante.
Amo a Brahim, me está haciendo feliz. Es que después de la elegancia de Bellingham consigue destacar y eso es muy difícil. Se sobrepone a Bellingham. Brahim es como un especial de Navidad.
¿No está el Madrid cogiendo el pico de forma muy pronto? ¿Habrá una forma más alta que ésta?
El partido acabó sin humillación al Barça. Sin mayor humillación. Sin números groseros, y quizás por eso el ambiente al final del partido fue tan cordial. Xavi se quedó a dar la mano a todo el mundo, muy deportivo, con una cara que está siendo su cara esta temporada. La cara de verlo chungo, que es una cara que Xavi pone como nadie. ¡Me está ganando Xavi así! Siempre tuvo un poco de belfo y ahora, con los disgustos, parece necesitar una blefaroplastia. Mira impasible con una cara muy simpática de circunstancias. Es como si hubiese comprendido que ya no puede culpar al céspet y ahí hubiera madurado por completo. ¿Es la cara de haber perdido la fe en el toque? ¿La cara de un hombre que perdió su filosofía? La cara de Xavi, esa nueva serenidad suya, es una de las imágenes de la temporada.
Estuvo deportivo Xavi, y Ancelotti estuvo ya superior. Como mezclar a Dean Martin, Miguel Muñoz y Alberto Sordi en una sola persona. Alguien debería inventar un cóctel y ponerle su nombre. "Ponme un Ancelotti. Seco".