miércoles, 3 de mayo de 2017

Contundente Real Madrid

Sacrificio de Mitra

Francisco Javier Gómez Izquierdo

      El periodista deportivo explica el vapuleo de ayer en el Bernabéu disimulando la inclinación. El aficionado madridista, el de provincias, lee gozoso la crónica sin reparar en disquisiciones tácticas ni en las habilidades técnicas de Marcelo, Isco ó Asensio. El aficionado blanco, el de provincias, disfrutó el partido de su equipo porque encontró multiplicado en su equipo el argumento que temía  del rival: la casta, el coraje, los “güevos”... la intensidad, en la parla del gremio.  Si a la calidad de los jugadores del Real Madrid le añades intensidad inteligente no hay quien gane a ese equipo.

      Los que esperábamos un Atleti impenetrable y mortal a la contra nos acostamos decepcionados y asustados ante la demostración de la plantilla de Zinedine Zidane, al que la Fortuna no tiene visos de abandonar nunca. ¿Son entrenables esos arrebatos guadianescos como de picar la mosca a todo el rebaño y chospar sin que haya fuerza humana que pueda detenerlo?  Puede que mi impresión sea exagerada, pero el Real Madrid me pareció ayer invencible. Jugó un partido casi perfecto y me da que al aficionado rojiblanco no le quedó más remedio que sufrir con las puñaladas de Marcelo por el frágil costado de Lucas Hernández, con el voy que voy de Isco, un genio al que no se acaba de entender, y con esa pesadilla llamada Casemiro capaz de anular a GabiCokeSaúl en una multiplicación de presencias que parecieron paranormales. A Oblak, uno de los mejores porteros del mundo, el dios de los goles le propuso como víctima propicia para  Cristiano al que ayer  volvió a bendecir regalando capacidad para herir en todos los costados de la portería. Nada que objetar a la contundencia del resultado que incluso pudo ampliarse pero que no deja de ser casi definitivo. 
     
El seguidor del Atlético, al que muchas veces se le pinta con colores depresivos, no acaba de asumir una derrota tan sin paliativos y desde ya mi vecino Rafael anda imaginando saques de esquina a Godín, genialidades de Griezzman y Carrasco y accidentes de Sergio Ramos, esa bestia particular para el que el 10 de mayo ha de ser un día aciago.