La cogida de David Galván por Presidiario en la tableta de un hijo del Sol Naciente
José Ramópn Márquez
Una de las cosas mejores de la afición a los toros es el poder de evocación que tienen, que estás un día a una cosa y, sea por lo que sea, te evoca a otra o a otras. Y eso es lo que pasó hoy en Las Ventas con la corrida de toros de La Quinta, que según iban saliendo los animales de los jaulones de Florito, nada más verlos ya te estabas acordando de Julián López, ese torero poderoso al decir de tantos, que habría tenido argumentos más que suficientes en el día de hoy para aclararnos a algunos el concepto de “poderoso”. Y lo mismo con Morante, que estábamos sin parar de echar cuentas de la de arte que se podía haber hecho hoy, que íbamos a haber salido de la Plaza hartos de arte. La pena es que, como suele pasar, la corrida en la que debería haber estado el poderoso-este año acaso le comencemos a llamar el poderdante, por lo de la biconfirmación que se ha preparado para el día 25- o el del arte, la mataron los de siempre, que ni al poderoso ni al artista se les espera en éstas.
Para empezar el infalible tostón de la I Feria del Isidro de Plaza 1 se programó una corrida de toros de La Quinta, divisa encarnada y amarilla, antigüedad 1881, procedencia Santa Coloma. Ya sabemos que se dice de los gitanos que no les gustan los buenos comienzos: en ese sentido no hemos podido empezar bajo peor augurio, porque el primer festejo del Isidro ’17 ha sido variado y lleno de lances interesantes, con toros cinqueños de diversa condición pero todos ellos interesantes. Un festín.
El primero, Orejita, número 104, le tocó en suerte a Alberto Aguilar. A este toro lo picó Francisco Javier Sánchez, el cual inauguró la Feria de la Vara con un buen marronazo con desgarro, luego travestido en lanzazo trasero. El primer puyazo. Claro que bastante tenía el hombre con intentar mantenerse erguido sobre la cabalgadura, cuyo albedrío imperaba de manera neta sobre el del supuesto jinete. El bueno de Alberto tuvo mala suerte en este toro, porque el hombre venía premeditadamente con la idea de que capa cárdena es igual a lucha denodada y resultó que Orejita embestía por derecho, por ambos pitones, con un hermoso tranco y sin ápice de mala intención. Aguilar fue víctima de sus prevenciones y nunca llegó a creerse que allí había toro para formar un lío. Anduvo el hombre pajareando sin obtener un ¡Ole! Hasta que decidió acabar con la vida de Orejita, cosa que perpetró de una estocada desprendida y delantera soltando la muleta en el embroque.
El segundo de la tarde era otro cárdeno, Presidiario, número 8. Este era para David Galván, que venía vestido de una manera indescriptible, tipo Manzanares para entendernos. Recibe al toro de capa con eficacia, bregándole por abajo sin que el toro llegue a rozar el capote del gaditano, pero a Presidiario le pasaba igual que a los hermanos Anglin y a Frank Morris, que se escaparon de Alcatraz en memorable fuga, y nada más que se le retiraba el capote de la cara volvía grupas y salía huyendo. Matemáticamente, era no ver trapo y salir de naja. Ahí entra la cosa creativa de Galván que viendo las fatiguitas que le costaba traerse el burel hacia el 8, decide por su cuenta llevarlo al 4 donde estaba Juan José Esquivel haciendo puerta, para que le macere el lomo a base de acero. Luego manda al de tanda, Jorge Torre, correrse hacia el 6 y allí lleva a Presidiario a base de capotazos. El animal se arranca como una exhalación al penco, pero nada más sentir el hierro pega un respingo y sale huyendo como alma que lleva el diablo. Cualquiera se habrá dado cuenta ya de que a estas alturas la vida pública de Presidiario estaba marcada por una desaforada exposición a los capotes, trapazos, recortes, medios pases, etc. En banderillas la cosa no va a mejor. Le brega con eficacia Álvaro Núñez, vistas las dificultades del toro, y los cuatro palos que le clavan se los van poniendo de uno en uno, lo mismo que cuando los fabrican. Principia su labor David Galván con prevenciones y en los primeros compases de la faena, cuatro muletazos moviéndose en los que el toro se entera de por dónde anda, en el cuarto de los cuales hace directamente a por el torero derribándole y dejándole inconsciente. Es retirado hacia el policlínico Padrós y sale Alberto Aguilar con la decidida intención de acabar con el toro. Tras darle dos trapazos de nulo efecto se abalanza sobre Presidiario para darle un pinchazo soltando la muleta, otro pinchazo, otro pinchazo y luego media estocada tendida y atravesada que tumba al toro.
En tercer lugar sale Matajaca, número 107. Es este el toro de la corrida en cuanto a trapío, el más neto santacolomeño de los seis, por tipo, por encornadura, por hechuras, un toro de 481 kilos que proclamaba la seriedad de su estirpe y que nada más salir derrotó en el burladero del 10 sacando astillas… y astillándose el pitón. Acude Matajaca al caballo con la cara alta y empuja de esa manera en los dos encuentros con el penco de la faldilla, no da facilidades en banderillas y cuando llega al último tercio no regala su emocionante embestida a menos de que se le provoque en el terreno adecuado. Javier Jiménez no está ni mucho menos ansioso por cruzarse con el toro y va desarrollando una faena, por llamarla algo, bastante tediosa que logra aburrir a Matajaca casi tanto como al respetable. Le receta un pinchazo y con eso es suficiente para que Matajaca se eche. Algunos le aplauden en el arrastre.
El cuarto es Gaditano, número 14, cárdeno bragado corrido, que se escupe de la primera vara y sale huyendo a mil por hora, casi arrollando y persiguiendo a César del Puerto en su huida. La segunda vara la toma dejándose pegar y sin emplearse en un puyazo trasero en el que cobra de lo lindo. En el último tercio Alberto Aguilar no puede con el toro. Hace esfuerzos por quedarse pero no consigue ni hacerse con el bicho ni meterle en su faena. Decide poner fin al trasteo y deja media estocada, tirando la muleta, que el toro escupe, un pinchazo, una casi entera contraria soltando la muleta, dos descabellos, luego el toro se echa y lo levanta Lucas Benítez al apuntillarlo cuando el toro hace por él, y luego tres descabellos más. No estamos ante el Rey de Espadas.
En quinto lugar sale el toro más complicado e interesante de la tarde, Temeroso, número 45. Desde los primeros lances de capa se percibe que el toro no tiene un pase por el derecho. Partiendo de esa base y de la natural altivez del toro, puede decirse que este se hace el amo del ruedo. Saca de la Plaza a su matador acosándole hasta la barrera, calibra su posición y la de los que tiene cerca eligiendo a qué capote hará caso, enterándose de todo y no dando la más mínima facilidad. La lidia puede decirse que no existe y el toro corre libre por el redondel buscando a quién embestir. Siempre mira por encima de la esclavina de los capotes. En banderillas acomete al bulto de manera impetuosa y Alejandro Sobrino le deja un par a la media vuelta de sabor torero. Recorta a El Algebeño y le pone en apuros, la verdad es que Algebeño pasó bastantes apuros durante toda la lidia de Temeroso, pues conté siete pérdidas del capote. Javier Jiménez, decidido, se va al toro y le pone la muleta con la zurda, la única posible vistas las condiciones del toro. El toro acude y Jiménez le receta una serie de naturales a más que llega netamente al tendido y luego una segunda serie aún mejor que pone a todos de acuerdo. Gran decisión y enorme valor el de Jiménez con un toro que hasta ahí había sido el amo del ruedo. Con otra serie más y un buen espadazo habría puesto la Plaza boca abajo, pero se empeña en alargar la faena, y aunque obtiene algunos naturales óptimos la faena no cobra un vuelo firme e inapelable. En cualquier caso, una sorpresa enorme la de este Javier Jiménez del quinto toro. Luego una estocada contraria tirando la muleta y la rueda de peones que echa al toro al suelo, Isaac Galvín que levanta al toro, quedando un capote enhebrado en su pitón izquierdo, el bueno, y como final, el animal que va a echarse a la puerta de arrastre. Palmas para el toro cuando se lo llevan los benhures.
El sexto, negro, Coquetón, número 45, nos muestra de alguna manera al Jiménez que habíamos venido a ver. El toro embiste con la cara a media altura y en medio del pase suelta un tornillazo. Recibe una desafortunada brega que no sirve para hacerle cambiar en su inclinación y Javier Jiménez está a años luz de como apuntó en el quinto, acaso desfondado tras el esfuerzo. Luego el quinario de la espada: estocada contraria casi entera tirando la muleta, dos descabellos, vuelve a tirarse a matar para cobrar un pinchazo tirando la muleta, luego otro tirando la muleta, luego media estocada tendida, luego una atravesada, otro pinchazo tirando la muleta y, por fin, a punto de sonar el tercer aviso, media atravesada que tumba al toro.
Luego, mientras el toro dobla, aparece un dron volando sobre el ruedo. Dicen que lo usa Simón Casas para comprobar que el aforo se corresponde con lo que se ingresó en taquilla. Nuevas tecnologías.
El dron de Simón
(Ángulo superior derecho)
Don Florencio
A cinco minutos del comienzo, chaparrón y charcas por culpa de Morante,
que ha mandado a retirar la lenteja
Devotos de la Santa Forja de Iglesias recogen la Bandera
para que se vea la filigrana
Salidilla a la naumaquia
Galván camino de la enfermería
Careto a lo Toni Montana
Temeroso, el más complicado e interesante de la tarde
La papela del Mochuelo