Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Para informarse de las cosas de la única democracia representativa que existe tiene uno que cavar en la Red más que un enano de Blancanieves (Heigh Ho!, Heigh Ho!) en la mina de diamantes. ¿Y esto es lo que los liberales de Embassy y Lucio (“highbrows” y “lowbrows”, “cejialtos” y “cejibajos”) llaman Sociedad Abierta?
Para esta Sociedad Abierta, Trump, que no apunta al Hitler que nos prometían nuestros analistas más sesudos, es “caso cerrado”, y así, entre emparedados y huevos revueltos, es imposible enterarse de que ese hombre ha asegurado el originalismo en la Corte Suprema para los próximos 25 años; ha reducido en veinte puntos el impuesto de sociedades; ha derogado la Enmienda Johnson (¡Lyndon B. Johnson, razón por la cual lo escogió Kennedy para compensar su catolicismo en el “ticket” electoral!) sobre libertad religiosa que, en contrapartida a la exención de impuestos, prohibía a las iglesias participar en “ninguna campaña política en representación de algún candidato a cargo público”; y, en el colmo del “populismo”, quiere recuperar la ley Glass-Steagal puesta en marcha por Roosevelt en el 33 y derogada en el 99 por Clinton, concausa de la causa del mal causado: la crisis financiera que corroe el sistema.
La ley Glass-Steagal separaba la banca de depósito de la de inversión: con ella, el oso de Cajamadrid seguiría comiendo madroños verdes, y no hubiera sido posible Lehman Brothers, con lo que ahora De Guindos tampoco sería ministro, y seguramente Macron tampoco sería ese presidente en chándal socialdemócrata, como Maduro, pero cortado por Inès de la Fressange, para mantener la “hermenéutica de la distancia” de Ricoeur, filósofo de quien Macron se declara testaferro intelectual. ¿Y por qué no de Bergson?
De Bergson, según tiene contado aquí Hughes, sacó Popper la idea (“basura ideológica”) de “sociedad abierta”, como Proust sacó la de tiempo (simultaneidad y duración). Pobre Bergson, condenado, igual que Santayana, por Ortega al “ostrakón” español.