Tarde de Valdefresno
¡Ole la casta brava!
¡Ole la casta brava!
José Ramón Márquez
Hace falta valor para irse hoy a Las Ventas con ese cartel. Y hace falta valor para darse cuenta en la explanada de que no llevas la entrada, que se quedó en casa, y en vez de tomar eso como un aviso del cielo, ir a la taquilla, desierta, comprar una y entrar a contemplar la enésima ruina del lisarnasio, que ya hemos perdido la cuenta de las que llevamos. El viernes pasado fue El Puerto de San Lorenzo y el Ventanuco y hoy, cuatro días después, ahí tenemos a los Valdefresno y Frailemazas, como si no hubiese en todo el campo bravo español más ganaderías que éstas para ir rellenando las casillas de este calendario de adviento que es la Feria del Isidro. Si no teníamos bastantes argumentos para denostar la impresentable Feria que está legando Donsimón de Plaza1 a la posteridad, ahí va la tarde de hoy como demostración de que todo puede ir un poquito más a peor. Es un enigma que acaso nos puedan desentrañar Amón el Cosmopolita o Curro Vázquez, ahora estrella del pressing-catch, cómo el día que se da una de las entradas más pobres y uno de los carteles de menos interés que se recuerdan en un Sanisidro ponen en el burladero rotulado EMPRESA al tertuliano Arcadi Espada, a la rubia exdiputada Cayetana Álvarez y al sempiterno Dragó, Gárgoris del tinte, Habidis del Grecian 2000. Acaso sabiendo de antemano la inmundicia que habían comprado el Donsimón y el rubiales de Vázquez al convento de los Fraile, quisieron poner algo de cosmopolitismo a la tarde pensando que así lo mismo la levantaban. Vaya usted a saber, que ahí se manejan códigos arcanos vedados al que sólo tiene luces como para comprarse una entrada y dejársela en casa. El caso es que, como resumen de la tarde, valga decir que a la muerte del sexto, la afición, sufridísima afición, entonó enfurecida la jaculatoria que reza “¡Toooro! ¡Toooro! ¡Toooro!”, a ver si da la casualidad de que alguien se da por enterado de lo que se demanda de manera pública como cimiento y base de este espectáculo.
Lo del Fraile de Valdefresno y Frailemazas es como para marcar esos nombres con tinta indeleble, rotulador verde fosforito, para que se recuerde que no hay que volver a comprar para Madrid una sola corrida de esta descastada boyada, aunque lo suyo sería que don Fraile, si fuese un ganadero como Dios manda, mandase las madres y los padres al matadero y librase al mundo de la asquerosa peste lisarnasia que ellos mismos han creado y que dedicase sus empeños a la cría del cerdo ibérico, que parece que para esto tiene bastante más ojo que para lo del toro de lidia. Fue salir el primero, una rata negra de blancos pitones lisarderos, Pomposico I, número 101, y antes de llegar al capote de Daniel Luque ya se había caído. La primera en la frente y nada más empezar. A aquella birria la sustituye, corriendo turno, una especie de novillejo llamado Pelotito, número 84, al que directamente no se pica; a continuación sale a hacer el ridículo por la Plaza Pomposico II, número 91, una especie de novillo adelantado al que tampoco se pica, no se vaya a hacer daño; de cuarto plato nos tenían reservado a Vaporito, número 58, de Adelaida Rodríguez, idéntico origen lisarnasio que aunque salió a izquierdas y con algo más de pies que los del Fraile, en seguida se desfondó mereciendo con pleno derecho el pañuelo verde que le enviaba a la fosa común. Fue el Adelaido remendado con un manso y corraleado Carriquiri, Perseguido, número 5, que si lo llega a ver don Nazario se va al Museo Romántico a por la pistola de Larra para pegarse un tiro en el entrecejo; en quinto y sexto lugar tenían reservados los Grands Crus Classés, dos inmundicias de Fraile Mazas, el blando caedizo y sin fuerzas Yegüesero, número 13 y el tontorrón e innecesario Cantarero, número 22. Un retrato apocalíptico de una ganadería es lo que han dado hoy las seis prendas que hicieron venir de Salamanca a hacer el ridículo en Madrid, a poner la tarde cuesta arriba a los toreros y al público y a traer el oprobio y el deshonor sobre su criador.
Los toreros que se anunciaron con estos grandes éxitos de la blandenguería, el descaste y la ruina ganadera fueron Daniel Luque, Fortes y Juan Leal, los tres suficientemente conocidos en Madrid.
De Luque hay que evocar, no podría ser de otra manera, aquel aromático café con que su padre me invitó una tibia tarde de septiembre, perfumado expreso que permanece aún vivísimo en mi recuerdo. Por lo demás ¿qué decir de Daniel Luque que no se haya dicho ya en prosa? De él se dice que posee un buen capote, que no lo pondremos en duda, pero que entre todos los capotazos que ha sacudido a Pomposico I, a Pelotito, a Vaporito y a Perseguido no somos capaces de espigar una sola verónica digna de tal nombre. En su primero se fue, con un par, a brindar al público. Recibió el torero una colada, que fue el único signo de carácter de Pelotito. Luque quiso torearle al natural, resultando muchos pases enganchados, incluso cuando los quiso ir sacando de uno en uno; practicó como último recurso el pueblerino invertido y se puso más pesado que un tertuliano de la radio dando sus razones. Luego le dejó una estocada baja, que fue suficiente, con la que el toro se echa. Después le tocó recibir al Adelaido, al que echaron, y luego salió el Carriquiri, colorado, que no hubo forma de hacerse con él, correteando de acá para allá, saliendo suelto de los capotes y sin hacer caso a los cites y sin hallar manera de meterlo al caballo hasta que gallardamente “Jabato”, tipo y hechuras de picador, echa al caballo hacia adelante y sale a buscar toreramente al toro más allá de las rayas, hacia el tercio, con la incertidumbre del posible arreón que podía pegar el toro al sentir el acero. Los que se creen que esto de los toros es como el fútbol se desgañitaron, por atravesar Jabato las rayas absurdas ésas y los que apreciamos la torería y la asunción del riesgo aplaudimos sinceramente al viejo picador, que aguantó en terreno tan desfavorable la acometida del toro, que cambió de manso a tontimanso tras recibir los puyazos. El trasteo de Luque en su segundo se basó de nuevo en la falta de temple y en los consiguientes enganchones, aunque esta vez fue por el derecho que es por el que mejor reaccionaba Perseguido. Por el izquierdo el toro iba peor y el torero se ve que no quería líos. Luego, un pinchazo tendido, otro pinchazo, una estocada baja casi entera, un aviso y un golpe de descabello es lo que necesitó para finalizar su actuación.
El primero de Fortes me hizo recordar lo que un día me dijo un novillero que nunca llegó a nada: “esto sale frío, pero luego se calienta en el último tercio…”, uno de tantos lugares comunes que se manejan: el toro salió a 0º C y se murió a -273,16ºC, el cero absoluto. A este le picaron tan poco que ni siquiera se llegó a manchar la divisa. Hace bien Fortes en no desmonterarse para lidiar a la birria a la que recibe con el cartucho del pescado en los medios para luego seguir la serie de hinojos (había que ponerlo) al natural. Luego lo torea de pie despidiendo al toro lejos, en dirección a la Avenida de Daroca o a la de los Toreros, y sin ceñirse con él, al toro le falta agresividad o ganas de combate y el torero abusa del cite con el pico… y aquello no sale ni blanco ni negro. Ensaya un invertido en cuatro tiempos, que el toro no daba para más, y convencido de haber hecho lo posible, le deja al toro una estocada desprendida tirando la muleta y luego dos descabellos. Le sonó un aviso. Su segundo fue Yegüesero. No coincidía la divisa de la tablilla con la que llevaba el toro clavada y es que se le había pasado al del cartel cambiarlo, que luego lo cambió cuando le avisaron. Ni que decir que éste tampoco fue picado, como si hiciera falta. La faena es, en sí misma la nada: un pase, otro, una carrerita, se coloca, un pase, otro, una carrerita, se coloca, un pase, otro… La nada, sin paliativos. Y sin embargo, lo digo de corazón, apetece ver a Fortes con una corrida fuerte y exigente, que hay algo en sus maneras que parece salvable si anda con toros. Los que le hayan buscado en este Isidro ’17 la de Lagunajanda y esta de Valdefraile se han equivocado de plano. Los cosmopolitas del burladero EMPRESA abandonaron la Plaza tras la muerte de este toro.
Y, en fin, ahí tenemos a Juan Leal, cuyos modos toreros están tan alejados del clasicismo. Su primero, por seguir la tónica, tampoco fue picado. Empieza el trasteo con un extraño pase cambiado: el toro viene desde el burladero del 10 y él lo despide en dirección a la puerta de caballos, 45 grados, diríamos. Luego el animal tira derrotes y se defiende al mismo tiempo que se cae mientras Leal se pone fueracacho y traza los muletazos, medios muletazos, con sus maneras toscas. El toro se va viniendo hacia el burladero del 9 y allí Leal le monta al lisarnasio un circo de cercanías, medios o cuartos de muletazo y cabezazos del toro en un sindiós de faena con el desparpajo sesentero de un Platanito o, si no fuera por el oponente, de El Bala al que recordamos hace unos días. Fue censurado por parte de la afición y vitoreado por otros. Antes de salir el sexto las gentes desfilaron en masa hacia la salida y los que nos quedamos fue para ver un trasteo harto vulgar, unas maneras bastas y despatarradas y una afición a las cercanías del ¡ay! más que a las lejanías del ¡ole!. Un pinchazo arriba sin soltar y una estocada baja fueron las píldoras que recetó a Cantarero para enviarlo a la derecha del Padre.
Lo del Fraile de Valdefresno y Frailemazas es como para marcar esos nombres con tinta indeleble, rotulador verde fosforito, para que se recuerde que no hay que volver a comprar para Madrid una sola corrida de esta descastada boyada, aunque lo suyo sería que don Fraile, si fuese un ganadero como Dios manda, mandase las madres y los padres al matadero y librase al mundo de la asquerosa peste lisarnasia que ellos mismos han creado y que dedicase sus empeños a la cría del cerdo ibérico, que parece que para esto tiene bastante más ojo que para lo del toro de lidia. Fue salir el primero, una rata negra de blancos pitones lisarderos, Pomposico I, número 101, y antes de llegar al capote de Daniel Luque ya se había caído. La primera en la frente y nada más empezar. A aquella birria la sustituye, corriendo turno, una especie de novillejo llamado Pelotito, número 84, al que directamente no se pica; a continuación sale a hacer el ridículo por la Plaza Pomposico II, número 91, una especie de novillo adelantado al que tampoco se pica, no se vaya a hacer daño; de cuarto plato nos tenían reservado a Vaporito, número 58, de Adelaida Rodríguez, idéntico origen lisarnasio que aunque salió a izquierdas y con algo más de pies que los del Fraile, en seguida se desfondó mereciendo con pleno derecho el pañuelo verde que le enviaba a la fosa común. Fue el Adelaido remendado con un manso y corraleado Carriquiri, Perseguido, número 5, que si lo llega a ver don Nazario se va al Museo Romántico a por la pistola de Larra para pegarse un tiro en el entrecejo; en quinto y sexto lugar tenían reservados los Grands Crus Classés, dos inmundicias de Fraile Mazas, el blando caedizo y sin fuerzas Yegüesero, número 13 y el tontorrón e innecesario Cantarero, número 22. Un retrato apocalíptico de una ganadería es lo que han dado hoy las seis prendas que hicieron venir de Salamanca a hacer el ridículo en Madrid, a poner la tarde cuesta arriba a los toreros y al público y a traer el oprobio y el deshonor sobre su criador.
Los toreros que se anunciaron con estos grandes éxitos de la blandenguería, el descaste y la ruina ganadera fueron Daniel Luque, Fortes y Juan Leal, los tres suficientemente conocidos en Madrid.
De Luque hay que evocar, no podría ser de otra manera, aquel aromático café con que su padre me invitó una tibia tarde de septiembre, perfumado expreso que permanece aún vivísimo en mi recuerdo. Por lo demás ¿qué decir de Daniel Luque que no se haya dicho ya en prosa? De él se dice que posee un buen capote, que no lo pondremos en duda, pero que entre todos los capotazos que ha sacudido a Pomposico I, a Pelotito, a Vaporito y a Perseguido no somos capaces de espigar una sola verónica digna de tal nombre. En su primero se fue, con un par, a brindar al público. Recibió el torero una colada, que fue el único signo de carácter de Pelotito. Luque quiso torearle al natural, resultando muchos pases enganchados, incluso cuando los quiso ir sacando de uno en uno; practicó como último recurso el pueblerino invertido y se puso más pesado que un tertuliano de la radio dando sus razones. Luego le dejó una estocada baja, que fue suficiente, con la que el toro se echa. Después le tocó recibir al Adelaido, al que echaron, y luego salió el Carriquiri, colorado, que no hubo forma de hacerse con él, correteando de acá para allá, saliendo suelto de los capotes y sin hacer caso a los cites y sin hallar manera de meterlo al caballo hasta que gallardamente “Jabato”, tipo y hechuras de picador, echa al caballo hacia adelante y sale a buscar toreramente al toro más allá de las rayas, hacia el tercio, con la incertidumbre del posible arreón que podía pegar el toro al sentir el acero. Los que se creen que esto de los toros es como el fútbol se desgañitaron, por atravesar Jabato las rayas absurdas ésas y los que apreciamos la torería y la asunción del riesgo aplaudimos sinceramente al viejo picador, que aguantó en terreno tan desfavorable la acometida del toro, que cambió de manso a tontimanso tras recibir los puyazos. El trasteo de Luque en su segundo se basó de nuevo en la falta de temple y en los consiguientes enganchones, aunque esta vez fue por el derecho que es por el que mejor reaccionaba Perseguido. Por el izquierdo el toro iba peor y el torero se ve que no quería líos. Luego, un pinchazo tendido, otro pinchazo, una estocada baja casi entera, un aviso y un golpe de descabello es lo que necesitó para finalizar su actuación.
El primero de Fortes me hizo recordar lo que un día me dijo un novillero que nunca llegó a nada: “esto sale frío, pero luego se calienta en el último tercio…”, uno de tantos lugares comunes que se manejan: el toro salió a 0º C y se murió a -273,16ºC, el cero absoluto. A este le picaron tan poco que ni siquiera se llegó a manchar la divisa. Hace bien Fortes en no desmonterarse para lidiar a la birria a la que recibe con el cartucho del pescado en los medios para luego seguir la serie de hinojos (había que ponerlo) al natural. Luego lo torea de pie despidiendo al toro lejos, en dirección a la Avenida de Daroca o a la de los Toreros, y sin ceñirse con él, al toro le falta agresividad o ganas de combate y el torero abusa del cite con el pico… y aquello no sale ni blanco ni negro. Ensaya un invertido en cuatro tiempos, que el toro no daba para más, y convencido de haber hecho lo posible, le deja al toro una estocada desprendida tirando la muleta y luego dos descabellos. Le sonó un aviso. Su segundo fue Yegüesero. No coincidía la divisa de la tablilla con la que llevaba el toro clavada y es que se le había pasado al del cartel cambiarlo, que luego lo cambió cuando le avisaron. Ni que decir que éste tampoco fue picado, como si hiciera falta. La faena es, en sí misma la nada: un pase, otro, una carrerita, se coloca, un pase, otro, una carrerita, se coloca, un pase, otro… La nada, sin paliativos. Y sin embargo, lo digo de corazón, apetece ver a Fortes con una corrida fuerte y exigente, que hay algo en sus maneras que parece salvable si anda con toros. Los que le hayan buscado en este Isidro ’17 la de Lagunajanda y esta de Valdefraile se han equivocado de plano. Los cosmopolitas del burladero EMPRESA abandonaron la Plaza tras la muerte de este toro.
Y, en fin, ahí tenemos a Juan Leal, cuyos modos toreros están tan alejados del clasicismo. Su primero, por seguir la tónica, tampoco fue picado. Empieza el trasteo con un extraño pase cambiado: el toro viene desde el burladero del 10 y él lo despide en dirección a la puerta de caballos, 45 grados, diríamos. Luego el animal tira derrotes y se defiende al mismo tiempo que se cae mientras Leal se pone fueracacho y traza los muletazos, medios muletazos, con sus maneras toscas. El toro se va viniendo hacia el burladero del 9 y allí Leal le monta al lisarnasio un circo de cercanías, medios o cuartos de muletazo y cabezazos del toro en un sindiós de faena con el desparpajo sesentero de un Platanito o, si no fuera por el oponente, de El Bala al que recordamos hace unos días. Fue censurado por parte de la afición y vitoreado por otros. Antes de salir el sexto las gentes desfilaron en masa hacia la salida y los que nos quedamos fue para ver un trasteo harto vulgar, unas maneras bastas y despatarradas y una afición a las cercanías del ¡ay! más que a las lejanías del ¡ole!. Un pinchazo arriba sin soltar y una estocada baja fueron las píldoras que recetó a Cantarero para enviarlo a la derecha del Padre.
Simonía de churretones
¿Qué hace Rincón con esa gente de la TV?
La caló
Refrigerio chino
Cosmópolis
(Burladeros de la Administración)