Celia Cruz
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Cada vez que un idiota (en el sentido griego de la palabra) pide “más Europa”, está pidiendo “más impuestos”.
Para no parecer de derechas, como Trump, que está por la revolución fiscal, Mariano, que quiere colocarnos otros doscientos cincuenta mil funcionarios, nos carga con el impuesto del azúcar.
Cuando a los americanos les cargaron con el impuesto del té, cogieron las escopetas (de ahí esa Segunda Enmienda inconcebible para los cabestros europeos), se independizaron de Inglaterra al grito de “no taxation without representation” e inventaron nada más y nada menos que la democracia representativa, esa cosa que nuestros liberales de garrafón llaman “populismo”.
–¡Asssúcar!
Mariano llegó a La Moncloa con la promesa de bajar los impuestos, y ahora es de lo más tentador rematar esa promesa con el “¡Asssúcar!” de Celia Cruz dando paso al tributo azucarero establecido por un gobierno que suena como La Sonora Matancera y que empezó llamándose... Tuna Liberal.
Los impuestos son la verdad del Régimen, tiene avisado nuestro buen Schumpeter, y el régimen español, al cobrarnos por meter el dedo en el azúcar, quiere saber qué se siente siendo pulgón, con las hormigas cuidándote, sacándote por las mañanas, colocándote en las plantas que son para ti más sabrosas, dejándote sorber el zumo, tomar el sol, pasear, amar... Es decir, qué se siente, ay, siendo Alemania, que es el pulgón del hormiguero europeo, al que esclaviza endeudándolo con un sistema financiero que presta a los particulares, pero que cobra a los Estados. Ahí está el chisposín Juncker (menuda cara de héroe de Normandía en el Día D tiene ese tipo), que quiere cobrar de Inglaterra sin darse cuenta de que los ingleses tienen Gobierno, no Estado.
–¡Asssúcar!
Mas no veo yo al español con el afán de representación política de los teteros de Boston, y pagará por el azúcar como paga por el Cupo Vasco que le impone un Consenso que se limita a retribuir servicios parlamentarios con trozos de España.