Tomás de Iriarte
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Los dos conejos (“tierra de conejos”, quiere decir España) es una fábula de Iriarte para ejemplo de los que por cuestiones de poco momento (dos conejos discuten si los perros que los persiguen son galgos o podencos) dejan lo que importa.
El tabarrón catalán ya está en la discusión (perdida) de si galgos o podencos, desobediencia o sedición, multa de tráfico o golpe de Estado.
–Si no estuviéramos hablando de políticos, estaríamos hablando de un intento de golpe de Estado –declara la ministra María Cospedal.
En el marianismo de María Soraya y María Cospedal hay abogados del Estado (que conocen las leyes), pero faltan juristas (que conocen el fundamento de las leyes).
María Cospedal no conoce a Gabriel Naudé y sus consideraciones políticas sobre los golpes de Estado, según las cuales la esencia del acto político es el golpe de Estado.
En el siglo XVII, explica Louis Marin en su estudio de Naudé, se llama “golpe de Estado” al acto extraordinario a que recurre un gobierno para lograr aquello que concibe como la salvación del Estado. O sea, “una antigualla” que aquí no vamos a ver.
En el siglo XXI, “golpe de Estado” tiene, en cambio, el sentido restringido de empresa mediante la cual alguien cambia violentamente la constitución. O sea, “un imposible” que aquí tampoco vamos a ver.
Lo que vemos delante es un delito continuado de sedición al amparo de un perdedero político (donde se guarecen los conejos) constituido por un matorral de mala (o torticera, por necesidades del Consenso) literatura jurídica sobre galgos y podencos.
Para los romanos de Ulpiano, cuando alguien era sorprendido en flagrante delito de sedición, quedaba permitido el castigo, no por apresurar el correctivo, sino para prevenir el peligro. Pero ni Mariano es Ulpiano ni los socialdemócratas son romanos, aunque resalta Naudé que Antonio Leiva (con calle en Carabanchel) hizo dar un caldo envenenado a un coronel de lansquenetes en Pavía… por sedición.
El final podemos tocarlo.