Francisco Javier Gómez Izquierdo
El día de San Juan, la Demanda nos recibió al atardecer con un tormentón de granizo de no te menees... y así procedimos. Quietos en casa mirando tras los cristales. Ayer, San Pedro, vinimos a Burgos y el pegajoso calor de mediodía lo tradujo un veterano de Gamonal: "tormenta segura".
Sobre las ocho de la tarde, dando un paseo, nos acercamos a la plaza de toros -"El Coliseo"- a esperar la salida de la doña y amigos aficionados. Cuando andábamos por la esquina del fondo norte con tribuna de El Plantío, frente a los pinos y tilos, de repente se manifestó el apocalíptico discurso de Castelar "Dios del Sinaí, el trueno le precede, el rayo le acompaña"... y un airazo traidor arrancó una gran rama del tilo central que cayó sobre un coche blanco y unos peñistas de los que no ven los toros y se sientan a beber y comer alrededor de la plaza.
Refugiados en la visera del fondo norte de El Plantío, una multitud de la que formé parte a mi pesar, asistió a un ir y venir de ambulancias, guardias municipales, dos señores que salieron de la plaza, al parecer médicos aficionados, acompañados de la autoridad -el festejo se detuvo diez minutos, ante las novedades que recibía la presidencia. El Coliseo está techado, pues juega ahí el San Pablo de baloncesto-.
Una hora de lluvia arrebatada que derribó árboles, anegó calles y trastornó los planes de mi cuadrilla.
Los de los toros salieron casi a las diez. Los toreros con una oreja cada uno; la de más peso, conforme a los que entienden, la de Jarocho.
La noche quedó fresquita. Tomamos un tentempié cerca del complejo de El Plantío y a casa a las doce y media.
Mientras pongo estas letras, delante de casa en Gamonal, las carrozas de la cabalgata ocupan sus puestos en la calle Vitoria para salir hasta la plaza del Cid.





