viernes, 20 de junio de 2025

El centro de Musk



Ignacio Ruiz Quintano

Abc


El españolejo no es un bípedo implume, como el hombre de Platón. Al contrario, el españolejo es un bípedo afectado que finge un síndrome de Stendhal (ojos como bolitas de alcanfor) por un natural de Morante a un buey de labor en la plaza de Las Ventas. Los ingleses caen en el síndrome de Stendhal si ven en el “Times” la voladura de la tríada nuclear rusa, pues los ingleses creen que siguen siendo un imperio (cuando ni siquiera saben que ya no son ni ingleses) y que Rusia se lo quiere arrebatar, ansiedad que se les disiparía si, en vez del “Times”, leyeran “El Nomos de la Tierra”. Y los americanos sólo coquetean con un síndrome de Stendhal cuando su presidente, Trump, llega a las manos con su asesor, Musk, cumpliéndose la profecía de Curtis Yarvin, que siempre vio en los anunciados recortes presupuestarios por los becarios de Musk una forma americana de nuestro castizo chocolate del loro.


Nada bueno sucederá en estos Estados Unidos hasta que el fantasma de Ronald Reagan sea desterrado para siempre del partido Republicano –avisó Yarvin, con el precedente de los tenócratas de la Comisión Grace.


Orgulloso como un tejón, Musk se retiró de la pelea amenazando… ¡con un partido de centro! Como Suárez. Como Roca. Como Punset. Como Rivera. Como Espinosa (Iván, no Benito). Encuestó a sus seguidores de “X”, y le salió que sí, que la democracia americana (tampoco hay otra) se salvará cargándose la democracia americana con un partido de centro, sólo que el centro no es una idea política, sino “una sonrisa tolerante ante el reconocimiento de que somos humanos”, en definición de un psicólogo de Miami que también entraría en síndrome de Stendhal si viera a Morante salir en gayumbos al balcón del Wellington a saludar a los turistas, razón por la cual un irlandés misterioso, Yeats, pudo decir que “el centro ya no se sostiene”.


Musk, que fue demócrata y luego trumpiano, propone para salvar al país el centralismo democrático, pero eso ya lo inventó Lenin, a lo que Trotski añadió la guinda de la dictadura del “centro”, en referencia al núcleo central del gobierno y el partido. “¿Cuál es el color de los demócratas de centro?” preguntaba en su día Wolin, por distinguir las diferencias entre la política roja y la azul.


Se produce una confusión: los conservadores elitistas deberían odiar a los demócratas y aliarse con los liberales elitistas. En cambio, declaran  amar a los primeros y odiar a los últimos.


Para Wolin, la toma del partido Demócrata por parte del “centro” fue un eco estremecedor del destino del Partido de Centro (mayoritariamente católico) en Weimar. Aquel partido murió como el asno de Buridán, por no decidirse a apoyar a la derecha (nazis) o a la izquierda (comunistas). Apoyó finalmente a la derecha y fue abolido por los nazis. ¿Nazis? Para el periodismo de reconocido prestigio, Musk fue nazi por saludar brazo en alto en un mitin, pero ahora vuelve a ser liberalio por partir peras con Trump.


[Viernes, 13 de Junio]