miércoles, 4 de junio de 2025

Feria de San Isidro. En lo alto de la Puerta Grande hay un azulejo que dice: «Plaza de Toros». Hoy, con Escolar, hubo lo que dice el letrero. Márquez & Moore

 


JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ


Hay que reconocer que, pese a sus múltiples detractores, a veces la razón social Simón Casas SAS/Nautalia Viajes S.L UTE tiene cosas que te llegan al alma. Hoy, por ejemplo, se lidiaba la esperada corrida de don José Escolar Gil, y de una forma elegante y callada, como deben ser las cosas bien hechas, le han ofrecido un emotivo homenaje al ganadero poniendo los colores de su divisa en los calcetinitos que llevan los caballos tordos del alguacilillo y la alguacililla. A doña Rocío, esa inquieta paseadora del callejón por el que circula regalando sonrisas, le han correspondido los de color blanco y a don Francisco Javier los encarnados. A ver si cunde el ejemplo y cada día nos van sacando los calcetines correspondientes a cada divisa. Mañana les viene la cosa de perlas, porque los de Lagunajanda llevan en la divisa los mismos colores que Pepe Escolar y así pueden aprovechar los de hoy. Quedamos ansiosos de comprobar si, por variar, mañana le ponen los encarnados a doña Rocío y los blanquitos a don Francisco Javier.


Así da gusto, las cosas bien hechas. Y otra que también tiene su intríngulis, que viene de la mano de los toreros, con los que han compuesto un bonito homenaje a la Santa Biblia. De un lado Esaú (Fernández) y Noé (Gómez del Pilar), por el Viejo Testamento y (Miguel de) Pablo por el Nuevo. Magnífica idea: Esaú, el que vendió la primogenitura por un plato de lentejas, y Noé, al que se tiene por inventor del vino, junto a Pablo, al que Rubens pinta portando una espada, a pegarse un baño de realidad frente al toro que detestan todas las flores de invernadero que festonean los carteles -siempre los mismos carteles- desde La Magdalena en Castellón hasta San Lucas en Jaén.


Ya saben que ahora se ha puesto de moda, y es un indicio que usamos para medir el sopor del espectáculo, el que alguien grite, de buenas a primeras y sin venir a cuento, un ¡Viva España! Hoy ha habido uno solo de esos gritos, lo cual indica claramente que el interés en la tarde de hoy estaba donde debe estar. A cambio ha habido sus buenos, y merecidos «Picaor… ¡Qué malo eres!» e incluso se han oído gritos de «¡Fuera, fuera!» dedicados a Antonio Prieto. Ciertamente creemos que lo peor de esta Feria, que ya va llegando a su fin, es la deplorable ejecución de la suerte de varas que hemos visto día a día, y eso sin contar a esos monstruosos Equigarcesaurios Rex, esas moles contra las que se estrellan los ímpetus de los toros día tras día. Hoy hubo quienes aplaudieron a Juan Manuel Sangüesa al terminar su labor con el quinto, ellos sabrán por qué.


La corrida de Escolar trajo lo que debe traer cualquier corrida de toros que se precie, y eso es la casta. Si además los toros vienen con una óptima presentación, si además vienen herrados que parece que las señales y números se los ha dibujado un delineante, si su aspecto denota purísimo trapío y seriedad, pues lo que tenemos delante es una señora corrida de toros, en la que nada se da por supuesto, en la que cada cual de los seis que salen por la puerta de chiqueros tiene su propia personalidad y en la que es muy difícil aburrirse. Anteayer El Parralejo, mañana Lagunajanda y entre medias Escolar… parece que alguien lo hubiera diseñado así para mandar un mensaje al espectador. Y del espectador también hay que hablar un poco, porque en esta esperada corrida se ha registrado la que seguramente haya sido la entrada más pobre de lo que llevamos de Feria, incluidas las novilladas. Esto lo mismo sirve para que algún sesudo estudioso nos prepare unos folios explicativos al respecto.


Una de las características principales de la corrida cuando es de las características de la que hoy se ha jugado en Las Ventas es lo aperreado que anda el peonaje. Con ese toro de tipo Urtasun, ese toro blando, bobo desde que nació, sin iniciativa, sin intenciones aviesas, sin otra personalidad que hacer lo que le mandan, es más fácil sacar pecho que con otro que te mira, te mide, te espera, te persigue y, si se da la ocasión, te caza. Hoy el segundo tercio fue un festival de pasadas, de carreras, de saltos al callejón. Tan solo Víctor del Pozo y Julio López, de la cuadrilla de Gómez del Pilar, dejaron seis palos en tres entradas al quinto, lucidísimos por cierto los de Del Pozo. Y cumplió también Manuel Macías, que dejó sus cuatro palos en dos entradas al sexto, aunque su compañero Pascual Mellinas prefirió los nones a los pares, y además tomando el olivo, que el bicho apretaba. Decimos tomar el olivo, pero el que peor lo pasó fue Francisco Javier Crespo, que clavó una y salió hacia tablas con el toro fijo en él y sin atender a capotes, que si no se tira al callejón el toro le deguaza.


Y de desarmes, tres cuartos de lo mismo: el primero ya tenía el estoque dentro pero eso no fue obstáculo para quitar de las manos el capote a Ignacio Martín; el segundo le quitó el capote a Gómez del Pilar en una revolera que era el remate de unas chicuelinas que dio; luego, cuando le estaba pasando con la derecha le quitó la muleta, y después, con el estoque dentro, le quitó el capote a Víctor del Pozo. El toro se llamaba Castellano II, número 19, pero se debería haber llamado Caco. El tercero no había manifestado interés por capotes o muletas, pero cuando Pascual Mellinas se disponía a apuntillarle, se levantó y se quedó con el capote del peón. Al cuarto le pasó igual que al anterior, que con la estocada atravesada dentro del cuerpo acosó a Curro Robles y éste soltó el capote para poder llegar mejor al burladero. El quinto le puso la zancadilla a Gómez del Pilar, en una jugada  que debería ser revisada en el VAR o discutida en el BAR. Lo que es indiscutible es que pasándole con la izquierda le desarmó limpiamente y que, tras la estocada caída que le metió, el toro salió detrás de él y luego se fue a por «Candelas», que le echó el capote a la cara para que se entretuviese con el percal. Y el sexto, para no ser menos, le quitó el capote a Juan Navazo mientras lidiaba y después, como ya hicieran sus hermanos, teniendo el acero metido en el cuerpo, le quitó el percal a Manuel Macías y aprovechó para tumbarse sobre él. Por estas señas y las que se dieron antes ya cualquiera se puede hacer la cuenta de que la tarde estuvo movidita.


Nos faltaba reseñar un hecho inusitado y es que el tercer toro Chatarrero, número 23, murió en el centro del ruedo, sin que los capotes fueran capaces de acercarle hacia las tablas. Habrá muchos jóvenes aficionados que hoy habrán visto este prodigio por primera vez.


¿Y de los toreros? Pues lo primero darles el honor que merecen por venir con estos toros de los que tantos huyen, especialmente los pararrelojes profesionales, pero no sólo ellos. Esaú Fernández, de carmelita y oro, se vio primeramente con uno que tenía las señas de lo ibarreño y que, como suele pasar, no es de lo que más nos encandila en este encaste, aunque el veterano paisano de Paco Camino le plantó cara y le fue labrando su faena a despecho de los cabezazos del toro y de la manera en que le buscaba a la salida de los pases. Le sacó naturales a base de esfuerzo y por la derecha mostró que el toro no quería tratos, que lo suyo eran todo trucos. Media estocada y tres descabellos. Su segundo era otra cosa, porque Esaú había venido a la guerra y Sereno, número 17, era el armisticio. El toro exigía, como corresponde a su casta, pero atendía a la muleta, era bastante menos mirón que sus compañeros y regalaba embestidas vibrantes que Fernández dejó ir sin exprimir. Brindó al público, señal de que vio las condiciones del toro, pero le faltó dar el paso adelante que le hubiera llevado a la gloria, porque el toro no estaba por la labor de amargarle la tarde. El final absurdo por bernardinas no convenció a nadie. Estocada atravesada y descabello.


Gómez del Pilar, de azul añil y oro, se lleva al toro al 5, nadie sabe por qué, y allí comienza su obra por la derecha. El toro suma mansedumbre a su casta y no da facilidades de ninguna clase. Pasándole con la derecha el animal le desarma. Se pone con la izquierda, pero ahí sí que el toro no admite ni uno. Cuando ve que no hay opción le hace un macheteo a su manera antes de dejarle un pinchazo sin soltar, un pinchazo hondo y una estocada rinconera. Su segundo era Calentito, número 18. Antes del susto del tropezón, Gómez del Pilar se pone de tú a tú con el toro con unos doblones y luego le va armando la faena, sobre la mano derecha, a base de aguantar y de no dar aquello por perdido. El toro es exigente, largo como un tren y de muchísima presencia. Parece que por el izquierdo no quiere nada, pero Gómez del Pilar le saca una emocionante tanda. Muy seria la actitud del torero, que debe ser medido por las condiciones del oponente, al que deja una estocada caída que provoca un deplorable derrame.


Miguel de Pablo, de azul noche y oro, sorteó en primer lugar a Chatarrero, número 23, un toro duro y seco que no daba nada a un hombre que se presenta ante esta prueba con el bagaje de tres corridas el año pasado. Verdadera prueba de fuego, por las condiciones del toro. Pinchazo y estocada baja a capón. Conducido, número 59, fue su segunda oportunidad. Su trasteo comienza con la zurda buscando las cercanías, que no parece ser lo que el bicho pide. El toro, como antes se dijo, le quita la muleta. Se pone entonces con la derecha y el toro que le ve, le echa al suelo y luego le lanza 3 ó 4 metros por el aire como un pelele. Vuelve a la cara del toro en mangas de camisa, pero el toro se ha enterado del truco y ya no hay manera. Es la hora de matar y lo hace de estocada muy tendida echándose fuera, y después de que Mellinas levante al toro, otra tendida y otra atravesada.


En lo alto de la Puerta Grande hay un letrero de azulejos que dice: «Plaza de Toros». Pues eso, hoy hubo lo que dice el letrero.



Gómez del Pilar y José Escolar



ANDREW MOORE





















FIN