domingo, 1 de junio de 2025

El PSG de Luis Enrique

Francisco Javier Gómez Izquierdo

                   Hasta hace un año, el París Saint Germain era el PSG de Mbbapé. El periodismo así lo bautizaba y el parroquiano del bar lo confirmaba. El PSG también fue de Messi, de Neymar, de Cavani... pero en realidad el PSG pertenece desde hace unos quince años a la insultante riqueza de Catar que tiene puesto de presidente a un afamado tenista millonario, Al Khelaifi, al que todo el mundo del fútbol conoce... y respeta, por lo que pudiera tratarse con él. Al Khelaifi ha tardado más de una década en comprender que el fútbol no es tan individual como el tenis y decidió fichar a un entrenador con suficientes argumentos técnicos y probado carácter disciplinario: Luis Enrique. Al Khelaifi tiene fichados los mejores entrenadores de fútbol del mundo, pero todos sabían quién mandaba y lo supeditados que tendrían que trabajar contendiendo con los caprichos de las starlettes del vestuario. En esta temporada 24/25 el PSG ha cambiado de religión y en vez de encomendarse a santones díscolos más o menos milagreros, se ha inclinado por un maestro que parece extravagante pero que sabe corregir como ninguno las ínfulas y veleidades de jóvenes, quizás no tan milagreros, pero sobrados de capacidades para hacer el bien a menudo. Hoy, tras el 5-0 al Inter en la final de la Champions, el PSG es de Luis Enrique, Al Khelifi mediante, porque el aficionado ha visto la mano del asturiano desde el "me ves-no me ves" de Achraf, un lateral derecho que semeja un siete y que por elegancia y eficacia no desmerece a Beckham e incluso a Jairzinho..., hasta ese diamante que se ha propuesto pulir a voluntad, apellidado Doué "el Dotado", y que en la final de anoche dejó boquiabierto a Sommer, portero del Inter y a toda la afición milanesa, contenta antes del comienzo porque ya Mbbappé no jugaba en el PSG. Ver los rostros y la colocación de Kvaratskhelia y sobre todo de Dembelé iniciando la presión sobre la defensa italiana era circunstancia totalmente desconocida para sus antiguos hinchas. La zurda-zurda de Fabián sacando panetes del horno con la clase y suavidad que gastaba Licinio el panadero de mi pueblo y el inteligente desbrozar de Joao Neves fueron testigos in situ de la consagración absoluta de posiblemente el centrocampista más en forma y determinante del momento: Vitinha, al que el director deportivo del Sevilla nunca ficharía, por menudito y al que el Madrid añorante de Kroos y el Modric de hace diez años, mira con ojos de cordero degollado.


       Vitinha fue todocampista anoche y todo lo hizo bien: robó sin faltas, se cruzó sin provocar accidentes, pasó en corto a lo tiquitaquero, filtró cheques al portador a lo Laudrup... y ¡bueno! se hizo el amo del partido, apabullando a un Inter de Milán que no supo nunca por dónde andaba el inquieto portugués. No lo vio Barella, ese Barella que tanto gusta el sanedrín del Movistar mientras a Çalhanoglu y a Mijtarian se les acentuaba esa cara de señores mayores que no les abandona. No compareció el Inter. Resultó un equipo vulgar, un sparring sin alma, un Córdoba como el que el último domingo salió a pasear por Ipurúa. No esperábamos ésto del Inter, pero quizás se explique por el sensacional y ambicioso planteamiento de Luis Enrique, un tipo que tiene cosas de peón caminero cuando habla, pero que es uno de los más grandes entrenadores que hay hoy en el fútbol. Su paso como seleccionador -no vale para seleccionador; es entrenador de club- y sus "tontás" Barcelona-Madrid le hizo antipático, pero creo de verdad, y lo llevo poniendo aquí desde siempre, que es un "peazo" entrenador. Como la mayoría, necesita sobre todo la fe de sus discípulos en unos métodos que bien aplicados garantizan rendimientos espectaculares. Hoy, todos sus jugadores valen más dinero que cuando los empezó a entrenar. Así se ha de valorar a un entrenador.


     ¡Enhorabuena al PSG de Luis Enrique!