viernes, 27 de junio de 2025

Primera nocturna del verano. Mansa noche con novillos mansurrones. Pepe Campos

 Taurinos 

PEPE CAMPOS


Plaza de toros de Las Ventas, Madrid.
Domingo, 26 de junio de 2025. Primera novillada del ciclo veraniego nocturno Plaza 1 «Cénate Las Ventas». Novillos mansos y nobles de El Retamar. Un tercio de entrada. Noche veraniega de finales de junio.

Novillos de El Retamar, de sangre Núñez, todos mansos o mansurrones, bien presentados en general, aunque primero, segundo y tercero más discretos, mientras cuarto, quinto y sexto de mayor cuajo; el quinto, alto de agujas, el sexto, largo. Todos fueron nobles y curiosamente manifestaron mejor juego con el pitón izquierdo. Adolecieron de fuerzas y mostraron movilidad. Salieron sueltos de varas, algunos tras recibir sólo un picotazo.


Terna: Pérez Pinto, de Salamanca, de lila y oro, con cabos blancos; treinta y dos años de edad; dos festejos en 2024; silencio tras un aviso y silencio tras dos avisos. Tomás Bastos, de Vila Franca de Xira (Portugal), de rosa palo y oro, con cabos blancos; de dieciocho años; trece festejos en 2024; silencio tras un aviso y silencio tras dos avisos. Pedro Montaldo, de Orea (Guadalajara), de verde botella y azabache; veintiséis años; un festejo en 2024; silencio tras dos avisos y vuelta al ruedo por su cuenta tras un aviso. Pérez Pinto y Pedro Montaldo se presentaban en Madrid.

Suerte de varas. Picadores: Primer novillo —Rafael Pérez—, primera vara, con novillo puesto en suerte, colocación trasera, ante lo cual el animal no empuja y sale suelto; segunda vara, también en suerte el astado, detrás de la cruz y sale suelto. Segundo novillo —José María González—, primera, con novillo en suerte, vara caída tras rectificación y el novillo sale suelto; segunda, en suerte el astado, picotazo trasero y caído, sale suelto. Tercer novillo —Antonio Martín—, primera, en suerte el astado, trasera, con metisaca, el astado sale suelto; segunda, detrás de la cruz, el novillo no empuja, sale suelto tras el picotazo. Cuarto novillo —Agustín Sanz—, la primera, sin ponerlo en suerte, trasera, caída, suelto; la segunda, en suerte, detrás de la cruz, metisaca, suelto. Quinto novillo —Antonio Prieto—, primera, intento de ponerlo en suerte, detrás de la cruz tras rectificar, sale suelto; segunda, en suerte, el picador marra y al rectificar se le va la vara, el novillo sale de naja, tiene que entrar de nuevo, lanzazo trasero, suelto. Sexto novillo —Héctor Vicente—, primera, sin poner en suerte, trasera, suelto; segunda, sin poner en suerte, picotazo trasero, suelto.


Todos sabemos que los toros —ayer novillos— pueden ser bravos o mansos. Ayer noche, todos fueron mansos. La mansedumbre de los toros de lidia viene a ser el comportamiento contrario a la bravura, característica ésta última por la que se le conoce al toro de manera universal. El toro que es manso rehúye la pelea y se le puede calificar de mansurrón, de mansejón, de mansón o de mansueto, y en otra condición, de remolón, con sus derivaciones, pero, también, en casos extremos, de manso de carreta y entonces entraríamos en los comportamientos del toro mansuefacto, que acercaría su conducta a la de toro descastado o desrazado. Muy propia ésta de los tiempos que corren. Ahora bien, sin tener que extendernos en demasía en un juego de palabras que nos acerque a lo que sería el proceder del toro manso, podríamos denominar a los novillos de El Retamar del encierro de anoche, propiamente, de mansurrones, es decir, según El Cossío, de animales «poco bravos y dóciles y sin mala intención para la lidia». Y ahí el detalle, en su temperamento de «dóciles», pues les acercaría a la naturaleza de «nobles», como así fueron los novillos de ayer, si bien con toda la problemática del toro manso, porque no fueron benignos ni benévolos, aunque tampoco se les podría definir como indómitos, ni montaraces, ni broncos. En definitiva, mansos, mansurrones, nobles y renuentes, pero toros, porque mientras rehuían, también, peleaban.


Si nos detenemos a analizar lo realizado por los novilleros, tenemos que comenzar por mencionar que dos de ellos se presentaban en Las Ventas, Pérez Pinto y Pedro Montaldo. Los dos acudían con muy poco bagaje a favor, es decir, a pesar de su edad, han toreado muy poco antes de pisar la arena de la plaza de Madrid. Con esas cartas de presentación, es muy complicado el triunfo y el saber estar a la altura de novillos nobles, pero revoltosos, como ya hemos descrito. Así está el asunto de las novilladas y la plaza de Las Ventas viene a ser una plaza de oportunidades. Pérez Pinto recibió a su primer novillo con verónicas, que como tantas otras ejecutadas a lo largo del festejo —tanto por él como por sus compañeros— no dejaron especial huella. Desde el platillo recibió, en una especie de «litrazo», al astado. Un comienzo que lo diferenció del empleado por Miguel Báez y Espuny en que no fue a pies juntos, a pesar de llevar Pérez Pinto la muleta en la zurda y llamar al toro a distancia, en un inicial toreo al natural que le salió algo embarullado. Ensayó el toreo en redondo con el compás abierto. Estuvo mejor colocado al intentar el natural, uno de ellos, bueno; otro, frustrado. De vuelta a la derecha, se cruza, con la muleta retrasada y como resultado enganchones. La faena fue de los medios hacia las tablas. Terminada con dos ayudados, previos a una estocada en la suerte contraria, atravesada, baja y delantera. En el cuarto novillo de la noche, que iba por los dos pitones, inició la faena por bajo. Mejores los que dio por la izquierda. Con la diestra, en la segunda raya del ocho, se espatarra y el novillo le toca la muleta más de la cuenta. Torea por fuera, algo vulgar. Al natural, el astado se arranca de lejos y el novillero algo descolocado consigue dos aceptables y el de pecho. Vuelve a la derecha muy abierto de piernas, no le conduce, ahora le ahoga y termina todo muy deslucido al querer exprimir la faena al natural; se empeña en darlos de uno en uno, enganchados, para cerrar con uno de pecho. Le cuesta igualar al novillo, viene el primer aviso, tres pinchazos y una estocada en la suerte contraria atravesada, un segundo aviso, más cuatro descabellos. En definitiva, una trabajadera.


Tomás Bastos, hacía su segundo paseíllo en Las Ventas este año tras su debut en San Isidro. Esta temporada venía a Madrid a confirmar los buenos pareceres que había acumulado durante la campaña anterior entre la crítica y los aficionados, pero algo ha ocurrido en la carrera de este joven novillero que parece como que de pronto se ha parado y acumula dudas y vaivenes. Puso toda la voluntad posible para que las cosas le salieran bien, sin que lograra brillantez en casi ningún momento de su actuación. Recibió a sus novillos a porta gayola, intervino en quites, llevó con suavidad al caballo a su segundo novillo y quiso destacar en sus trasteos. Todo fue inútil. No le salió casi nada. Con su primer astado comenzó con la muleta toreando de rodillas, en la segunda raya, en el diez, dos cambiados por la espalda y ciertos enganchones. En los medios el toreo en redondo le salió impreciso, al natural también. No logró ahormar al morlaco, incluidos los cambios de mano. Finalizó con bernadinas, ligadas con un pase de pecho final —lo mejor de su trabajo—. Mató en la suerte contraria de una estocada caída. En el quinto novillo comenzó la faena de muleta con muletazos por alto y por bajo, alternando, con la pretensión de conseguir el temple que no apareció. En los medios se empeñó en el toreo en redondo y en el natural, sin conseguir meter al manso en la muleta, un mansurrón que se fue desentendiendo. El esfuerzo del novillero concluyó con un pinchazo hondo en la suerte contraria y dos avisos por la demora en doblar del novillo tras siete descabellos.


Pedro Montaldo, acaparó la atención de muchos aficionados que le vieron clase torera ante sus dos enemigos. El apunte de buen toreo surgió por la despaciosidad que imprimió a muchos de los pases que practicó, en una labor algo anárquica porque no consiguió cogerle el aire a su primer novillo, aquél con el que Iván García quiso imponerle temple y fijeza. Cierto que el novillo era muy manso para que hubiera compenetración entre Montaldo y Malacara. Cada uno fue por su lado en terrenos del nueve. Cuando Montaldo toreó al natural en línea recta y de manera acompasada logró cierta altura y se le apercibió esa categoría apuntada. Mató mal, primero con tres pinchazos. El novillo se le fuera a toriles; para matarle allí de una estocada atravesada en la suerte contraria y un descabello. En el sexto novillo, el más potable del festejo, dio dos medias verónicas en los primeros lances, de cierto apunte. Con la muleta comenzó por bajo, llevando bien al novillo. En la segunda raya, hacia los medios, de terrenos del ocho, planteó una faena que alcanzó despaciosidad en muchos muletazos y con abundancia de toreo de perfil. Cuando se quedó quieto, llevó al novillo, a veces, despegado, en ocasiones, sabiéndole correr la mano para que el muletazo fuera largo y reunido en su estructura. Mató en la suerte contraria, de pinchazo trasero caído y un bajonazo perdiendo la muleta. Se equivocó al dar la vuelta al ruedo porque no había alcanzado ese mérito.