miércoles, 4 de junio de 2025

Seis libros


Ariel

Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


Seis libros son una barbaridad. En los libros de los números leemos que los druidas tenían preferencia precisamente por el número 6: iban seis juntos a coger el muérdago sagrado. Seis hojas tiene el lirio que en todos los cuadros de la Anunciación entrega el ángel Gabriel a la Virgen María. Pero, para lo que hoy se estila en el mundo de las letras, media docena de libros son una barbaridad.


Pensemos, por ejemplo, en el caso de Bono, el demagogo que llegó a ministro –¡él, Pepe, el hijo de Pepe, el de la tienda!– para poder repartir, en vez de pelucos, medallas. La penúltima no ha sido para él mismo, sino para el académico Pérez-Reverte, laureado con la Gran Cruz al Mérito Naval porque al ministro le ha gustado su libro sobre la batalla de Trafalgar. Aviso, pues, para navegantes: esposa de otro ministro hubo a la que consultaba una comisión pueblerina y agradecida que deseaba hacer un regalo a su marido. “Hemos pensado, señora, si le parece, regalarle algún libro”, le dijeron. A lo que ella exclamó: “¡No, por Dios! Ya tiene uno.”


Una locura patriótica y una ausencia de libros.


Así describió Pemán el ambiente familiar que envolvía –y que lo explicaba para el futuro– al general Primo de Rivera, cuya hermana Inés, “tía Inés”, viendo al Pemán chico leer con esa pasión loca con que sólo leen los chicos como Pemán, por asustarlo, dijo: “Pues cuentan que en Trebujena una mocita se murió de la leyenda.”


Uno tiene en casa un hijo al que llamó Ariel en recuerdo del libro de Rodó y que quería ser escritor, aunque no por Rodó, desde luego, sino porque ése, el de escritor, le parecía el oficio que mejor se ajusta a la ley de la pereza cósmica que rige la mentalidad contemporánea. La pereza cósmica es esa pereza adolescente y nuestra que el poeta Tomás Morales cantó como una mezcla de “desidia mora y arrogancia hispana”. Y como la pereza consiste sencillamente en comenzar por el final, mi hijo, que por vago quería ser escritor, vivía entregado a lo que “tía Inés” entendía por “la leyenda” de los clásicos. Entonces, en el colegio, lo obligaron a leer seis libros seis de la colección Periscopio de Edebé: Milagros Oya, Manuel Quinto, César Mallorquí, Máximo Sancho, Lola Gándara y R. Santiago y J. Olmo son los autores. Ahora mi hijo aborrece la leyenda, desearía llamarse Evelio y duda entre hacerse fontanero o cobrador de tasas de autopistas. ¡Qué barbaridad, esos seis libros!