JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
Esperábamos con ansia ver si los calcetines de los corceles tordos del alguacilillo y de la alguacililla lucirían hoy el color azul en homenaje a la divisa de la ganadería de Jandilla, que es la que se iba a lidiar, y nos encontramos con que ambos semovientes portaban dos pares de calcetines encarnados, sin que seamos capaces de entender a santo de qué viene rendir hoy este homenaje al señor Marqués de Salas, cuya ganadería formada a base de toros colmenareños y un semental de don Antonio Miura, divisa encarnada, no se anuncia en Madrid desde finales del siglo XIX y no tiene conexión genética alguna con la juampedrería jandillesca. No parece muy rigurosa la actitud de esos dos felipes segundos respecto al calzado de sus cabalgaduras, pero se agradece el memento al señor Marqués, para que los jóvenes aficionados oigan hablar algo de él.
Hoy teníamos a los Jandilla, los del hierro de la estrella del Alférez Provisional, que es lo mismo que decir purísimo juampedreo, en este caso de don Borja, hijo de don Borja (qDg). Ya nos advierten en el programa que «la enrazada movilidad y la transmisión son las virtudes principales de esta divisa», con lo que ya vamos avisados de que lo que nos espera esta tarde dista varios años luz de lo que nos echó el otro día don Pepe Escolar. En ese sentido los toros han sido justamente lo que de ellos se esperaba, es decir el compendio de bobería unido a las pocas fuerzas, la buena disposición y las ganas de agradar, que es lo que, al parecer, es preciso para que mane el milagro del toreo. ¿Y si los toros ponen todo de su parte para tal fin, por qué no se produce la magia del toreo grande y, a cambio, se nos ofrece una colección de pases y más pases ayunos de toreo y de emoción? Otro tema para el estudio, indudablemente.
Antes los toreros se aliviaban más o menos tanto como hoy, pero al llegar a Madrid sabían que tenían que hacer el gran esfuerzo de la temporada y no se les ocurría plantear en Madrid la misma faena que llevaría al paroxismo al amable público de Villalba del Rey. El caso próximo más aquilatado en ese sentido es el de Luis Francisco Esplá, que tenía una faena y una actitud para Madrid y otras para los demás sitios. Ninguna objeción. Lo que no es de recibo es pretender colar la faena de cualquier sitio en Madrid, como vemos a diario, sin echar cuentas de las características de la Monumental y su idiosincrasia.
Empecemos por el final para explicar que el tercero de la terna de hoy fue Borja Jiménez, que ha devenido en el «niño bonito» de Las Ventas, dando la impresión de que ha usurpado la posición al anterior poseedor, Emilio de Justo. Su espléndido debut en 2023 con la corrida de Victorino Martín fue un soplo de aire fresquísimo, que muchos saludamos con alborozo deseando que fuera un vendaval que arrastrase todos los trucos y los vicios que asolan esta Fiesta nuestra. La sinceridad de su toreo y su disposición fueron las llaves que descerrajaron la Puerta Grande de Madrid, de esas que se recuerdan y que debería ser el espejo en el que Borja Jiménez tendría que mirarse cada día para evitar traer el desasosiego y la decepción de su vitoreada faena de hoy al primero de su lote, Vid, número 53, en la que quitando un explosivo inicio de pura inspiración y torería y un poco de toreo natural al final, no hay más que los mismos pases de todos los días, la misma falta de colocación, la misma truculencia de no caer hacia delante, la misma purria de ver cómo cede la posición una y otra vez, que nunca tira hacia donde el toreo se hace grande, que prefiere dar pases a torear. Bien es verdad que su mejor faena se la hizo al público, que se entregó unánimemente a sus trapacerías y resabios, nacidos de los malos consejos y de estar todo el día toreando vacas en el campo, y que fue vitoreado como un héroe por un público hipnotizado por el tiovivo que Borja había montado a costa de la supina inocencia, la entrega y el buen rollito que desarrolló el pobre toro, que no se podía ser mejor persona que lo que fue el pobre Vid. Reiteremos el soberbio inicio de su faena, la manera de salirse hacia el tercio a base de torería llevando al toro muy toreado, poniendo la rodilla en tierra, ganando el terreno y rematando con un pase de trinchera que le valió la unánime ovación de la Plaza. A partir de ahí cambió el registro y ya empezó a darnos el tostón de todos los días, aprovechando las embestidas nobles y sinceras de Vid, para componer una faena de tono menor muy aplaudida. A la salida del toro había dejado dos verónicas primeramente y luego tres y la media de frente, de mucha valía que también deben ser reseñadas entre lo óptimo. Mató de estocada desprendida que causa pequeño derrame y durante la lidia compuso figuras muy forzadas y antinaturales y pegó demasiados gritos. Su segundo fue un jabonero de espantosa capa al que recibió de rodillas y muy templadamente en el centro del platillo. Cuando se puso de pie el toro ya no era igual que cuando estuvo de rodillas, porque empezó a tirar gañafoncillos y cabezazos muy incómodos. Le sacudió un bajonazo bastante infame para despachar al poco colaborador animal.
Borja Jiménez tiene dos comparecencias más por delante en los próximos días; la crucial es la de Victorino.
Por delante estuvo Sebastian Castella que volvió a dar la misma imagen de torero agotado de su anterior comparecencia. Espeso de ideas, se las vio primero con un toro noble y tontorrón, que si estuviera casado sería el último en enterarse, al que le dio más pases que Perera, sin mucho eco en el graderío. Faena larga y pelmaza sin nada que decir, de las de dejar pasar el tiempo. En su segundo, acaso alentado por el tirón popular de Borja Jiménez, planteó su inicio sin dar los ya tradicionales pases cambiados por la espalda, cosa que sorprendió. Optó por dar cuatro del Celeste Imperio, una trinchera, un natural y otras dos trincheras que cosecharon sinceros aplausos. Luego avanzó un poco más y ahí si que dio ya el cambiado por la espalda que todos esperábamos. Su faena se basó en su estilo, más que sabido, basado en las cercanías, la impavidez, el aguantar un parón en el centro de la suerte y demás castellerías ya muy conocidas. Con eso llegó un poco al alma de las gentes. Tenemos aún muy próxima la corrida de Escolar como para querer imaginarnos a Castella intentando colar a un albaserrada esas propuestas que ejecutó ante la Hermanita de la Caridad de Jandilla.
Y Manzanares que trajo dos estocadas y un pinchazo, las tres de sobria y correcta ejecución. Óptima de colocación la del segundo intento a su primer toro y algo desprendida la de su segundo oponente. Eso es lo que dio de sí su tauromaquia, porque lo que de verdad llamaba la atención era el vestido que se trajo que, según unos lo habían confeccionado con unas cortinas de su abuela, según otros en ese vestido es donde había ido a parar el cobre del robo del cable del AVE, según otros era de color barandilla oxidada y según otros de más cultura era una copia de un antiguo vestido que se conserva en la colección del Conde de X. Sea lo que sea, el vestido azul noche con todos los bordados en cobre llamaba la atención hasta de los que hoy venían a los toros por vez primera.
En cuanto al tercio de varas seguimos en las mismas, con el gigantismo de esos monstruos que ha creado Equigarce en su Equigarce Park y con la ya tradicional manera de picar a toro atravesado. En cuanto al vigor de los puyazos, estando por medio la ganadería de Jandilla ya puede cualquiera imaginarse que la cosa no anduvo ni mucho menos en los registros del género épico.
ANDREW MOORE




















