domingo, 1 de junio de 2025

Savater



Ignacio Ruiz Quintano

Abc Cultural


Fernando Savater debe de ser el único español de letras que todavía no ha contribuido con una tontería a la campaña de “agit-prop” que la derecha gótica ha desatado en torno a la Segunda Venida de José Tomás, el diestro que tiene por guía espiritual al Ché –un Josu Ternera con la labia de Valdano–, como si la Cataluña que se perdió cuando Suárez la entregó a Pujol fuera a recuperarse con un coro de “oles” a las manoletinas –pase bufo, al fin y al cabo– del monstruo de Galapagar a cuatro ovejos en la plaza de Barcelona. Así, pues, un respeto a Savater, quien, si hay que decir tonterías, tira de las propias. Por ejemplo:


La idea de España me la sopla.


De España, al parecer, lo que le importa a Savater es el Estado, aunque en términos de “olvido”, que es el sentido que Renan le dio al concepto: los miembros de la nación –eso que se la sopla a Savater–, y por tanto del Estado –eso que no se la sopla a Savater– han “olvidado” simplemente su diversidad cultural originaria, y esta bendita amnesia es lo que hizo que la Francia de Renan fuera lo que es. 


El francés medio sabe que bebe vino, tiene una condecoración y no sabe geografía.


Beber vino, tener una condecoración y no saber geografía son el secreto europeo del himno de la alegría. “Yo defiendo la alegría”, le ha dicho Savater a Juan Cruz con esa franqueza confidencial con que el doctor Johnson hablaba con Boswell. Pero la defensa de la alegría puede ser un ideal fascista. “La extravagancia de los adversarios del fascismo radica ante todo en el total desconocimiento de la alegría del fascismo –escribió Brasillach–; alegría que se puede criticar, alegría que se puede declarar abominable, pero alegría... El fascista joven que canta, que trabaja, que camina, que enseña, es, antes que nada, un ser alegre.” Para el James Dean del fascismo francés, la alegría fascista era el espíritu crítico e inconformista de la juventud que se niega a aceptar los convencionalismos y los valores burgueses. ¿Es ésta la alegría que Savater dice defender? Para empezar, Savater no es joven. En cuanto a su posible negativa a aceptar los convencionalismo y valores burgueses, ¿qué quieren que les diga? Mas si por casualidad pudieran albergarse dudas sobre el carácter fascista de la alegría de Savater, está esa frase rotunda, esa verdad en números redondos, de nuestro filósofo más internacional (creo que se dice así): “A mí España me la sopla.”