martes, 24 de junio de 2025

El periodismo fractal


The Funding Fathers

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


En tiempo de desolación, no hacer mudanza. No ha de ser, pues, mucha la desolación del gobierno cuando, en plena borrasca sanchista, el diario gubernamental resolvió cambiar de director, que se estrenó con una frase para la Historia:


Vivimos en un universo fractal.


En mi primer día de becario en ABC, verano del 79, me crucé en un pasillo de Serrano con uno de aquellos locos egregios que todavía sobrevivían en el oficio que era editorialista y que iba diciéndose, solo, a grandes voces: “¡El problema de este periódico es la entropía!”


A fecha de hoy, no sabría decir uno qué es “entropía” ni qué es “fractal”, y la experiencia me indica que el periodismo viene a ser algo más modesto que lo que ese par de dicharachos sugieren.


El director del diario gubernamental confiesa carecer de vocación periodística, y si se hizo periodista fue por la imagen de su padre (“socialdemócrata y republicano”) volviendo del quiosco con su periódico bajo el brazo, “gesto que suponía declararse demócrata”. Era un avance de la Monarquía del 78, si lo medimos con lo que supuso en la República del 31 llevar bajo el brazo el ABC, que le costó el “paseo” a don Pedro Muñoz Seca. Méritos del Consenso, tótem de toda oligarquía.


El 78 es el Régimen donde para ser demócrata basta con pasearse con el diario gubernamental bajo el brazo, fundado por Fraga en el 76 (más un librero franquista y el chico de “Cazapájaros”), año del referéndum sobre la reforma política y la traición de los partidos al pacto de ruptura democrática.


Mejor colmar de atenciones al ministro del Interior en Francia que al tendero de la esquina en una democracia como la de América –dijo Stendhal en “Lucien Leuwen”.


Encarcelado por Fraga, el creador de la Junta Democrática recibe en Carabanchel los primeros números de “El País”: una mezcla, anota, de antiguo liberalismo político y moderno resentimiento social, donde el fracaso de las viejas ambiciones pretendía asegurar el triunfo de las nuevas. “Se adhería a la demagogia de la igualdad para hurtar el principio de la libertad. Se abrazaba a los ideales de la democracia material para eludir la llegada a la democracia formal. Y se declaraba progresista, dando luces de izquierdas a una línea editorial que aún apoyaba al espíritu del 12 de Febrero de Arias”.


El equilibrio político del Estado de partidos se tradujo en la sociedad civil, con la hegemonía cultural del periódico que había fundido, en el mágico crisol del progreso verbalista, a lo más rancio del conservadurismo liberal y de la Falange, a los herederos de Ortega y a los hombres de Fraga y del diario “Pueblo”, a intelectuales arrepentidos del comunismo y del fascismo.


Aquellos trampantojos (turbia mezcolanza de política y cultura) crearon el mito de que la democracia, no sé si “entrópica” o “fractal”, la trajo el periodismo, aunque, si vamos a ser modestos, a la democracia representativa nadie en España le ha visto jamás el pelo.


[Martes, 17 de Junio]