domingo, 1 de septiembre de 2024

Heroína progresista y cocaína conservadora (y II)




Curtis Yarvin


En su mundo, con su gobierno limitado, no se puede tocar a las universidades privadas, mientras que los legisladores pueden impedir que las universidades estatales enseñen, un decir, el comunismo.


Señor Rufo, con el debido respeto, ¿en serio cree que la Legislatura de Mississippi no lo intentó en los años veinte? ¿Cree que ellos no tenían veinte veces más energía política de su parte que la que tiene usted ahora? Estos «americanos de estados rojos[2]» lincharon de verdad. Lincharon a gente. ¿Y pudieron evitar que las ideas de Harvard se apoderaran de su universidad estatal? ¿Cómo les funcionó aquello? ¿Y qué dirían si pudieran ver Jackson, Misisipi, hoy? «Son sólo preguntas, León».


En realidad, como en la vida real, no hay ninguna diferencia en absoluto, salvo por que las universidades estatales suelen ser de inferior nivel. Por supuesto, no son de nivel tan bajo como la «Extensión de Harvard». (Un siervo acaba de informarme de esta lamentable nueva arruga en el currículum del señor Rufo).


Es realmente increíble que Harvard, como muchas otras universidades prestigiosas, tenga su propia factoría de títulos, con el acuerdo implícito de que si eres tan torpe como para no apreciar la diferencia entre Harvard y la «Extensión de Harvard», la culpa es del todo tuya.


No obstante, es la selección, no la educación, lo que define el prestigio de una universidad estadounidense. Todo el que tiene interés en ello lo entiende y nadie debería hacerse el tonto.


Como dicen los Evangelios, en el principio era el Verbo, y esto es cierto también en política. Los movimientos políticos modernos siempre han empezado con textos: con panfletos, manifiestos y  otras publicaciones. La Nueva Derecha ya ha generado un alto grado de innovación a este respecto, repartida a lo largo de una creciente red de publicaciones, podcasts, literatura y artes visuales. No se trata sólo de dar forma al metadiscurso como una cuestión de «cultura general», sino de atacar directamente al discurso político en cuestiones individuales; en otras palabras, de hacer agitprop.


Es una idea terrible. No lo hagan. No participen en ninguna táctica de agitprop al estilo soviético.


¿Por qué la derecha nunca aprende ninguna lección estratégica de la izquierda, sino que sólo aprende lecciones tácticas? Las lecciones estratégicas —como que no hay victoria sin victoria total— son las que funcionan simétricamente. Las lecciones tácticas son las que no.


Para la facción de la verdad, falsificar o incluso tergiversar la verdad es siempre y en todas partes un tiro en el pie. Ellos pueden corromper la verdad, puesto que no es su arma. Pero como la verdad es nuestra única arma, nosotros no podemos corromperla. Sinceramente, no sé cómo podría ser más obvio todo esto.


Para nosotros, la mejor manera de «causar impacto» es simplemente representar el mundo tal y como lo vemos. Para nosotros, como artistas, la forma de «causar impacto» es no pensar en absoluto en nuestro «impacto». Esto no es autismo. Es sólo sentido común.


A partir del lenguaje comienza un proceso de legitimación más largo. Un movimiento adquiere legitimidad ganando terreno en el discurso, mediante la adopción de su discurso por parte de la élite de la sociedad y, finalmente, mediante la elevación de su discurso a ley. Ganar el argumento, ganar la élite y ganar el régimen: ésa es la fórmula que traza el camino desde el panfleto hasta el poder.


La élite nunca adoptará un discurso hostil a sí misma. ¿Por qué habrían de hacerlo?


Fíjese en las doctrinas progresistas: su efecto es siempre hacer más importantes a los progresistas. La definición de una doctrina progresista es aquella que triunfa en el discurso de las élites. Si la verdad fuera una condición necesaria, viviríamos en un universo diferente. La verdad ayuda, claro, la verdad siempre sabe mejor. La aspirina es mejor para usted que la heroína, pero ya sabemos cuál ganará en el mercado.


El propósito de decir la verdad no es ganarse a «la élite», sino captar a una contraélite, que es mucho más pequeña, pero que tiene mucha más confianza en su derecho a gobernar: la facción de la verdad. La verdad acerca de la versión refinada de Rufo del truco de Trump de «el decadente New York Times» es que la confianza en sí mismas de estas instituciones está verdaderamente perturbada. No pueden llegar a ser tan falsas como han llegado a ser sin ser conscientes de ello colectivamente, y esa duda colectiva sobre sí mismas se convertiría en una debilidad en cualquier conflicto serio.


La mejor forma que tiene esta contraélite de enfrentarse a la élite real es ignorarla. La élite, como el público en general, es una mujer. A menudo, la forma de seducir a una mujer es ignorarla.


Las instituciones son el lugar donde la palabra se hace carne. Los hombres que dan forma al discurso deben comprender que por encima de ellos están los estadistas: hombres de asuntos prácticos que gobiernan, legislan y mandan. El activista no debe olvidar que está haciendo política, no literatura, y equilibrar su deseo de pureza intelectual con la realidad institucional. Debe trabajar para legitimar su lenguaje en un entorno que a menudo es hostil a sus deseos y se resiste a cualquier cambio. A veces, debe ocultar su radicalismo con la máscara de la respetabilidad.


No hay nada más respetable que la «Extensión de Harvard». ¿Sabían que es un título de Harvard totalmente legítimo? Puedes unirte a la Asociación de Antiguos Alumnos y todo eso.


¿Podemos dejar de aparentar lo que no somos? No hay estadistas. No ha habido estadistas desde la paloma mensajera. Santo Dios. No obstante, tenemos políticos. Seguramente hayan notado la diferencia entre Thomas Jefferson y Pete Buttigieg. ¿O entre John Adams y Ron DeSantis? En cuanto a ser activista, es un tropo progresista. La palabra no es útil. Al menos, no para nosotros.


El artista, en mi opinión, no debe olvidar que está haciendo literatura, no política. Cualquier política que haga será efímera y, en última instancia, vergonzosa. Incluso un reaccionario acérrimo como yo tiene que admitir que el trabajo de Pound en la radio italiana no fue su mejor obra. Mientras que su Canto 74, con el padre violador de Emmett Till…maravilloso. ¡Lo siento! ¿Era eso respetable?


Al fin y al cabo, la labor de la política es la labor del estadista práctico. Quienes ignoran esta realidad apelando a principios abstractos siempre limitan su eficacia. Cuando Thomas Paine escribió La Crisis Americana, sentía el aliento de los soldados británicos en la nuca. Comprendió que la Revolución tenía que derrotar a los enemigos en el campo de batalla y veía al general Washington como el único hombre capaz de hacerlo.


Supongo que el señor Rufo —que presumiblemente aprendió sobre Thomas Paine a través de, bueno, la Extensión de Harvard— no consideraría escribir 100 veces en la pizarra la frase «Thomas Paine era un izquierdista». ¿Hacen esas cosas en la Extensión de Harvard? Supongo que, ya saben, es complicado en una clase por correspondencia. Y no es exactamente la última moda educativa.


¡Es realmente importante que Thomas Paine fuese un izquierdista! ¡Tiene verdadera relevancia! Porque el izquierdismo es la fuerza de la destrucción, de la entropía, y sólo se le puede oponer su contrario, la fuerza del orden.


¿Quieren ver la verdadera América del siglo XVIII? Dejen su Thomas Paine y lean algo de Thomas Hutchinson. No es sólo que los izquierdistas de hoy sean mentirosos. Los izquierdistas siempre han sido mentirosos. Sí, las instituciones americanas fueron creadas por los izquierdistas, ¿qué se creían? Esta es la maldición en el corazón de nuestra historia, por la que ahora nos toca pagar la factura.


El mensaje central del mito de Tolkien es que nadie puede utilizar las herramientas de la oscuridad contra la propia oscuridad. No es que esté mal utilizar estas herramientas. Simplemente no funcionan; no para nosotros, en todo caso.


Podemos estar de acuerdo con Locke en que los seres humanos entran en sociedad e instituyen el gobierno para garantizar sus derechos naturales a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Pero el siglo XX trastocó este acuerdo: el Estado se embarcó en un proyecto para remodelar la sociedad a su imagen y semejanza. Durante cien años, los conservadores han intentado y fracasado en su intento de reducir el tamaño del gobierno: en porcentaje del PIB, el Estado estadounidense es hoy mayor que el Estado comunista chino, y no hay indicios de que vaya a cambiar de rumbo. El liberalismo del siglo XIX está muerto y no puede restaurarse.


El activista debe partir de la realidad del statu quo: las instituciones que hoy conforman la vida pública y privada existirán en un futuro previsible. La única cuestión es quién las dirigirá y con qué valores. La Nueva Derecha debe reunir la confianza en sí misma para decir: «Lo haremos, y conforme a nuestros valores».


¡Hará falta algo más que confianza en uno mismo para convencer a estas instituciones de que se rindan! Y si en efecto se rindieran ante usted, señor Rufo, lo más sensato que podría hacer con el Anillo en la mano es arrojarlo al volcán. ¿Es que no leyó esos libros?


Ningún imperio es eterno. Ninguna institución es eterna. Toda institución puede disolverse. La verdad no es que estas instituciones deban existir para siempre porque existen ahora, sino que deben ser reemplazadas por nuevas instituciones que desempeñen la misma función.


No es que las instituciones sean necesarias: sólo es necesaria su función. La implementación de nuevas instituciones a gran escala es un asunto relativamente sencillo que Silicon Valley entiende bastante bien. El cierre de instituciones es asimismo bien conocido: apoderarse de las instalaciones, los servidores y los registros, las cuentas bancarias, etc.


Dado que estas instituciones son efectivamente soberanas, reemplazarlas es una tarea soberana. Esto demuestra —por si no hubiera ya pruebas de sobra— la naturaleza fundamentalmente ilimitada de la soberanía. Abrir los ojos a esta realidad abre muchas puertas al futuro.


No es que el ideal lockeano de «gobierno limitado» y «derechos individuales» sea correcto en teoría pero erróneo en la práctica. Es erróneo también en teoría.


A la primera que la teoría no coincide con la práctica, se necesita una nueva teoría. No es necesario mantener la teoría como premisa mientras se le hace excepción tras excepción. Cuando la práctica abandona la teoría, vaga por el desierto sin un mapa. Este, más que cualquier otro, es el motivo por el que los conservadores pierden.


Los conservadores ya no pueden contentarse con hacer de guardianes de las instituciones de sus enemigos, o de moscardones que adoptan la postura de los «heterodoxos» mientras dan muestras a sus homólogos de izquierdas de que no desean perturbar la hegemonía establecida. Más bien, la Nueva Derecha necesita pasar de la política de panfletos al gobierno de las instituciones.


Los conservadores necesitan operar en la realidad, y en la realidad no tienen ningún poder. Esto es puro fanfarroneo de enzarpados. Ve a ganar algo de dinero con tu Substack, en serio, vender buen contenido es mucho más importante que hacer que despidan a un charlatán cualquiera.


Que una zángana sin talento sea Presidente de Harvard, o que un político senil sea el Presidente de EE.UU., es muy útil para la facción de la verdad: ayuda a representar el mundo tal y como es. La verdad es que se trata fundamentalmente de instituciones sin líderes. Incluso si instaláramos a Chris Rufo como Presidente de Harvard, no sería capaz de cambiar la naturaleza de Harvard como templo del progresismo americano desde 1636. Simplemente no tendría el poder para ello. Y además, antes se congelará el infierno.


Que un don nadie ocupe el cargo, pues mucho mejor. Un don nadie grotesco… mejor que mejor. ¿Por qué meterse en eso? ¿Tienen que ser todo goles en propia meta todo el tiempo?


Pero… pero, protesta usted, eso debe ser bueno. Porque nos hace sentir bien. ¡No se puede imaginar un supuesto más progresista! Al fin y al cabo, lo mismo hace la cocaína. El efecto de la cocaína se pasa rápido, igual que los éxitos mediáticos puntuales.


Debemos reclutar, recapturar y reemplazar a los líderes existentes. Debemos producir conocimiento y cultura a escala y nivel suficientes para cambiar el equilibrio del poder ideológico. El pensamiento conservador tiene que salir del gueto y entrar en lo mayoritario. Y debemos ser capaces de resistir, y quizás incluso aceptar de buen grado, un bombardeo constante de cobertura mediática, con cien historias negativas por cada una positiva.


Es estupendo «convertir» a quienes forman parte crucial del sistema. Pero ellos son más útiles para un propósito: contar al mundo cómo funciona realmente el mundo. Son agentes de información, no de influencia.


Ignora a los medios de comunicación y obtendrás una buena cobertura. Esto es el abecé de las relaciones públicas. Nunca trates de conseguir una buena cobertura ni de enemistarte con los periodistas. Están por debajo de ti, o deberían estarlo. Cuando hables con ellos, hazlo de manera muy ocasional y con la mayor discreción selectiva.


La mejor manera de contrarrestar la degradación de la vida institucional estadounidense es recordar al público el propósito fundamental de esas instituciones e informarle de ese propósito. ¿Cuál es la finalidad de la universidad? ¿Cuál es el propósito de una escuela? ¿Qué sistema de gobierno nos guiará hacia la felicidad humana? Estas preguntas provocan dudas y ansiedad en el régimen actual. Y no es de extrañar. La idea de la felicidad, bien entendida, puede ser revolucionaria.


El régimen actual ha invertido billones en programas de bienestar, producción ideológica, recomposición familiar e intervención psicoterapéutica, pero los estadounidenses son más desgraciados que nunca. Volver a exigir la felicidad —la eudaimonia de Aristóteles, la Declaración de Jefferson— ataja todos nuestros dilemas posmodernos. Nuestro régimen ha perdido todo sentido de por qué existe. Los hombres que puedan redescubrir esta Estrella Polar tendrán todo lo que necesitan para motivar a otros a emprender la vida política: una motivación que puede ocultarse pero que no puede ser extinguida. Ellos comenzarán el gran proceso de recuperar el lenguaje, las instituciones y los fines de la vida estadounidense.


¿Pero no había explicado ya Locke todo esto?


Una vez que tengamos libertad personal, derechos individuales y un gobierno limitado, todo sucederá por sí solo, ¿verdad? ¿Verdad?


Chris, imagina que dejas todo este bagaje Lockeano. Das la impresión de pasar todo el tiempo buscando excusas para ello. ¿Es que lo necesitas? Oh, espera, claro que lo necesitas, porque es parte esencial del agitprop. Es decir, básicamente: de la recaudación de fondos.


Además, el problema con la «búsqueda de la felicidad» de Jefferson es que, aunque podría decirse que el propio Jefferson se refería más a la eudaimonia de Aristóteles, en el sibarita siglo XXI la «búsqueda de la felicidad» ha degenerado en el hambre desesperada de placer. Supongo que lo has captado, así que ¿es posible que la próxima vez elijas otro texto inspirador?


Por cada Paine, Washington y Jefferson, hay cien hombres anónimos que derramaron tinta, y sangre, por la lucha. En nuestro tiempo, la Derecha pronto se enfrentará a una elección: someterse al régimen actual, revitalizar la visión de los Fundadores o avanzar hacia un orden desconocido. Mi compromiso es con los viejos medios y los viejos fines, en la medida en que podamos rescatarlos. Esto requerirá espíritu de hermandad, sacrificio, audacia y abnegación. A medida que comience la batalla, aprenderemos y nos adaptaremos. Pero una cosa está clara: la lucha ha llegado.


[da una gran calada a su pipa]


Una cosa está clara: la lucha no ha llegado.


Si la lucha hubiese llegado, tendríamos una oportunidad de ganar la lucha. Chris Rufo tendría la oportunidad de convertirse en Presidente de Harvard. Él podría entonces dewokificarla, como los Aliados en Alemania en 1945. O algo así. Todo esto es fantasía; más fanfarroneo de enzarpados.


¿Quieres ganar? Reemplaza estas instituciones, reemplaza su producto. ¿Quieres reemplazar a Harvard y al NYT? Primero, crea instituciones más fiables que Harvard o el NYT. Supera al antiguo régimen según los estándares del antiguo régimen. Haz posible el cambio de régimen y alguien intentará llevarlo a cabo.


Superar al antiguo régimen según sus propios estándares ¿logrará reemplazar al régimen? ¿Logrará que cruce el Rubicón por sí mismo? Por supuesto que no.


Lo único que hará es permitir que alguien cruce el Rubicón, y esto tampoco será en 2024. Pero quizá… ¿en 2040? Pensemos y actuemos en la realidad, y quizá tengamos una oportunidad. Ahora mismo, nadie puede cruzar el Rubicón porque no tiene ni idea de adónde ir. No hay un mapa del otro lado.


La cocaína es un estimulante, no un alucinógeno. No puede hacerte sentir que has conquistado el mundo. Puede hacerte sentir como si estuvieras a punto de conquistar el mundo. Aunque todo el mundo quiere estar a punto y, debido a ello, la recaudación de fondos es genial, tus seguidores sólo pueden estar a punto durante cierto tiempo. Los estás quemando.


Cuando dices a tus seguidores la verdad, que es que no tienen poder y que no están ganando, es… una puñeta. Es difícil cerrar algo cuando ambos lados de la mesa están desalentados. Los científicos dicen que es un 20% más probable que tu campaña de captación de fondos tenga éxito en un día soleado.


Pero a largo plazo es mejor tener partidarios más escasos, más fuertes y mejores; mejor por ahora, porque ahora mismo estamos muy lejos del poder. Fíjate en Jesús. Sigamos el ejemplo de Jesús. ¿Tenía Jesús 12.000 seguidores? No, tenía 12 discípulos.


Resumen para quien esto sea mucho texto: ni siquiera es malo, en sí mismo, colocarse un poco por una victoria como ésta. Puedes venderlo bien y te dará pasta. No puedes venderlo para siempre, así que usa la pasta sabiamente. El problema es que te enganches al subidón, empieces a perseguirlo y te conviertas en un payaso; un payaso que dirige un ejército a una batalla que no es posible ganar.


[1] En alusión al color tradicional del Partido Demócrata estadounidense.


[2] Se refiere a estados tradicionalmente republicanos, por el color asociado al Partido Republicano.


Leer en La Gaceta  de la Iberosfera