Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En toda sociedad sin graves anomalías, postulaba Ortega hace un siglo ya cumplido, existe siempre “una masa vulgar y una minoría sobresaliente”, y lo que acarrea la decadencia social es que la clases próceres han degenerado y se han convertido íntegramente en masa vulgar. Nacía en España el tabarrón de la ejemplaridad: la ejemplaridad de un gran hombre ha de infundirnos docilidad.
–He aquí el mecanismo elemental creador de toda sociedad: la ejemplaridad de unos pocos se articula en la docilidad de otros muchos. El resultado es que el ejemplo cunde y que los inferiores se perfeccionan en el sentido de los mejores.
En España, hoy, sobran dóciles y faltan ejemplares. ¿Por qué? Según Ortega, por el triunfo absoluto del más chabacano aburguesamiento: lo mismo en las clases elevadas que en las ínfimas rigen indiscutidas e indiscutibles “normas de una atroz trivialidad, de un devastador filisteísmo” (del alemán “philister”, que Ortega todo lo tomó de la Selva Negra: “Ortega me tomó por el brazo –cuenta Octavio Paz– y, con una mirada intensa que todavía me conmueve, me dijo: ‘Aprenda el alemán y póngase a pensar. Olvide lo demás’.” En Ortega pensar era una erección, o eso decía él, “y yo todavía pienso”).
–Advirtamos, por ejemplo, lo que acontece en las conversaciones españolas. La conversación es un “protofenómeno” (palabro de Goethe), o fenómeno que aclara el misterio de otros muchos.
En Alemania, dice, donde se halle persona de inteligencia egregia, los demás se esfuerzan por estar a su altura, al contrario que en España. “Y es que la burguesía española no admite que existan modos de pensar superiores a los suyos ni que haya hombres de rango intelectual y moral más alto que el que ellos dan a su estólida existencia. De este modo se ha estrechado y rebajado el contenido espiritual del alma española, cuya vida entera parece hecha a la medida de las cabezas y la sensibilidad que usa las señoras burguesas” (¡nuestros liberalios!).
–Urge (¡año 21!) remontar la tonalidad ambiente de las conversaciones, del trato social y de las costumbres hasta un grado incompatible con el cerebro de las señoras burguesas.
Que eso parecen, dos marquesonas de las de Serafín, redondas y restregonas como dos gatazos de venta, Maduro, el régulo venezolano, y Monedero, su bufón español, en su chauchau electoral. “No sabía ese chisme”, dice el régulo cuando el bufón le cuchichea que Ayuso fue falangista, “los que fusilaban a los republicanos al amanecer”. (La parte útil del chisme para el régulo hubiera sido el detalle de que en la guerra la dirección falangista cayó al completo, en tanto que la dirección comunista sobrevivió sin bajas). En tanto que bufón masa, la misión de Monedero es seguir a “los mejores”, y el mejor es ese Tirano Fanegas que asegura a su pueblo por TV que “Jesucristo fue palestino, antiimperialista” y que fue “crucificado por el imperio español y las oligarquías”. Cebollez y progreso.
[Viernes, 13 de Septiembre ]