miércoles, 25 de septiembre de 2024

Hughes. Real Madrid, 3-Alavés, 2. Despierta Silicon Valley


@realmadrid


Hughes

Pura Golosina Deportiva

 

El Madrid lleva un año sin perder en Liga. Pintus e Invictus. Contra el Alavés recuperó el orden y muchas armonías, al menos hasta que le entró la pájara.


En la media había medios, no medio-medios. Estaba Tchouaméni con Valverde, y por delante Bellingham junto a Rodrygo, que corre para cerrar el 4-4-2 defensivo.


El Madrid no puede jugar con menos, aunque le tocará hacerlo. Si rebaja con agua el vino del mediocampo (hablamos de un Modric, por ejemplo), el equipo se hace más débil y el partido más verbenero, sin esa sensación berroqueña. Valverde corre en vertical y en diagonal como un cursor loco, Tchouameni es más parabrisas callado. Los dos son una pareja difícil a la que sigue la de Rudiger y Militao. Con ellos pocos delanteros a la contra llegan a ver la orilla.


El Madrid ganó el partido antes del minuto uno impulsado por un atacante. Vinicius salió efervescente, Balón de Oro in pectore. Controló un largo pase diagonal de Valverde, regateó, esprintó y asistió a Lucas, gran ego llegador que se crece entre supercracks delirantes, como si en cada verano en su Galicia se hiciera un reajuste gonadal.


Vini estuvo explosivo y él y Rodrygo demostraron su versatilidad táctica como extremos puros. Antes eran sólo eso, ahora son muchas más cosas y además tienen la patente de abrir el campo.


En un momento dado, en el Madrid se veían dos grupos de tres, como dos triángulos cercanos pero separados, los tres medios y los tres delanteros, y cuando Bellingham (desde abajo) y Rodrygo (desde arriba) se cruzaban en algún lugar de la mediapunta, se engarzaban como un collar que se cierra en el apoteósico y latente 4-2-2-2.


Siento la latencia de eso en el 4-3-3. El 4-3-3 que es 4-4-2 defensivo tiene ese potencial mágico y en esa conspiranoia táctica se vive mejor, se produce ahí una de las máximas proyecciones de placer madridista.


Vinicius estaba como una moto, casi literalmente. Cuando arranca entre defensas parece motocross.


También intentó un exterior, que no es verdad que lo aprendiera con Modric, lo hacía ya en el Flamengo. Y se le vio un rato (sólo un rato) muy pendiente de Mbappé como si también pudiese, de desearlo, ser su Benzemá.


El Madrid estaba en campo ajeno, empotrado el rival sin salida a mar. Los minutos buenos del último partido eran más que confirmados. Es como cuando se decide uno a cambiar la ropa de verano. Ante el Atlético habrá un Madrid ya cuajado en lo otoñal.


El 2-0 pudo llegar pronto en una jugada interior del Madrid anulada por fuera de juego. Se vio ya la exhalación irreflexiva de Mbappé  y las posibilidades de la conexión entre él, Bellingham y Vinicius. Se encuentran en un sector del campo que se convierte, al instante, en la más grande concentración de talento. El Silicon Valley del fútbol.


Podemos hilar más fino. Asomó especialmente la conexión entre Bellingham y Mbappé, a un nivel superior de intuición y sedosidad.  Uno sube un poco y otro baja otro tanto y ahí, al borde del área, está el yacimiento del metal más raro del fútbol europeo.


Cada partido del Madrid es un debate interno de aficionado para decidir quién es el mejor, si Vinicius, Bellingham o Mbappé. Es difícil. ¿Qué canción de los Beatles te gusta más? ¿Qué supermodelo de los 90? ¿Qué ángel de Victorias Secret? ¡Ese!... y luego ¡Ese!... y luego ¡No, ese!


La explosión de fútbol ha provocado ya un primer efecto estadístico: una supernova de tarjetas por protestar. Hay tanto fútbol saliendo a borbotones que el mínimo obstáculo despierta frustración, sentimiento que los árbitros manejan como los panaderos la levadura. Puede que algún partido el Madrid tenga más tarjetas que faltas. El Madrid fue sancionado por gestos.


Pero hay algo grave en esto. A la altura del minuto 30, Vinicius estaba desatado, temperatura Champions, e hizo unos regates salvajes en la zona del extremo que despertaron la ira del defensa burlado, gran clásico de estos años. La amarilla se la llevo él, y desde entonces su rendimiento bajó un poco.


El mejor jugador del mundo tiene la banda cuesta arriba, mientras otros la tuvieron cuesta abajo.


Una idea. Como él protesta siempre y sólo puede hacerlo el capitán, que le pongan el brazalete ya. Esto le protegería.


El 2-0 llegó más tarde, en el 40, pero de un modo muy similar a su anuncio. Una pared interior entre Bellingham y Mbappé, que definió con regate y disparo rapidísimo. Un gol suyo, de siempre. Esa soltura de félido ya la había mostrado en el último partido, pero faltaba el gol. Fin de la ansiedad y del exceso de autoconciencia. Hizo las cosas como si volviera a no pensarlas.


¿Es consciente el madridismo de lo que ha fichado con Mbappé? Se acerca al gol por partido y eso significará empezar a medirlo con Cristiano. 24 tenía cuando llegó, 25 tiene Mbappé. ¿Tiene su psicopatía? Mbappé parece confiar en su inteligencia para administrar un talento estrepitoso. Las jugadas las va sacando como si las guardara en un paréntesis de flema.


La segunda parte comenzó con otro gol muy rápido. Un jugadón de Rodrygo como extremo solitario (aunque esto es redundante). Igual que contra el Stuttgart corrió para asistir a Mbappé, esta vez miró, vio que no había nadie, capturó la pantalla del portero, arrancó por fuera y batió con chut colocado. Necesitaba ese gol para convivir unos días con el sector menos sutil de la afición. Rodrygo engaña mucho. No tiene cara de tener ese turbo.


Tras el gol hubo torbellino de juego, de esos que se le montan al Madrid como si ahora fuera el Mar del Norte. Vinicius pudo marcar. Era el ataque una reunión orgiástica de hombres negros, como una fiesta Puff Diddy. Es un ataque tan bueno, tan total que a su modo defiende. Es un ataque que defiende, que acogota necesariamente a los rivales, que los mete bajo la uralita como cuando llueve.


El partido se fue adormeciendo y aun lo hizo más con los cambios. Pasado el 60, Modric y Endrick, el Sugus, que volvió a coger un balón, defenderlo con el culo como un socialista su poltrona y lanzar un obús al palo. Luego tuvo otra ocasión clara en la que primó el desmarque sobre el fallo menor.


Pero también tiró al palo el visitante Rebbach. La media del Madrid no era la misma y tampoco había la misma tensión. Ni en la grada. La grada jovial pidió a Vallejo, que calentaba, y Ancelotti lo sacó como por aclamación. Lo meritorio sería cantarle un día "Saca a Endrick, Carletto saca a Endrick".


En ese rato, Endrick le pegó a Mourinho una patada en la zona que no define el género. Lo mejor/peor fue cuando luego trataba de explicarle al acongojado que había sido un movimiento inercial, sin voluntad.


En ese ambiente riesgos y pachangas iba a entrar Jacobo Ramón, técnicamente tercer o cuarto central, pero marcó el Alavés un golazo de Protesoni y ya no salió. Protesoni antes se llamaba Benavídez. Hay jugadores que en un momento de su carrera deciden cambiar de identidad como un testigo protegido.


Luego llegó el 3-2 de Kike García y el partido se caldeó. Vinicius era cambiado y al salir y ver el cartel de la prolongación la tomó con el cuarto árbitro. Chendo se lo llevaba como podía y le faltó echarle una manta encima. No estaba el horno para... Hasta Modric vio una tarjeta por protestar. Muñiz Ruiz es como un rey africano loco y no se le puede mirar a los ojos.


El Madrid alejó el susto con cinco atrás no se sabe si por el Alavés o por Vallejo. Al final del partido, Ancelotti, que gana un título con el Madrid cada 19 partidos, recibió la queja arbitral de su gesticulante colega Luis García. "Hay mucha diferencia", dijo luego en la rueda de prensa. No es que sean muy buenos, es que hay mucha desigualdad.