JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
Para la última corrida del verano 2024 las mentes pensantes de Plaza1 decidieron programar una corrida concurso de ganaderías, sea eso lo que sea, que en resumidas cuentas es la ocasión para ver desfilar seis toros de diferentes vacadas que, en este caso, no corresponden a las que se vienen viendo en Las Ventas de manera más habitual. Por ejemplo, tuvieron la excelente idea de no colocar entre los seis elegidos a ningún toro de Fuente Ymbro o de Alcurrucén, que ya son como de la familia, y en cambio se trajeron uno con la preciosa divisa gris plomo y negra de Concha y Sierra, que se lo agradecemos una barbaridad, lo mismo que la elección del Palha y del Partido de Resina, ganaderías que llevan viniendo a Madrid desde los años 80 del siglo XIX. Esos tres históricos hierros decimonónicos fueron el primer plato de la tarde y el segundo, con antigüedades diversas del siglo XX, estuvo formado por ejemplares de Castillejo de Huebra, Pedraza de Yeltes y Salvador Gavira. Como suele pasarnos en estas corridas, al llegar a la Plaza nos enteramos de quienes son los encargados de la lidia y muerte del ganado, en este caso Rafael de Julia, Ángel Sánchez y Amor Rodríguez.
Cuando sale del chiquero Granadino, número 75, cárdeno de Concha y Sierra la Plaza aclama de manera unánime su impecable presencia de toro de lidia, serio, bien hecho y bien armado. Sinceros aplausos que saludan la presencia en el ruedo del toro, altivo y desafiante, de finísimas astas, de irreprochable estampa. Aunque en el ruedo habían pintado las rayas ésas que suelen, ya nos imaginábamos que hoy tampoco sería el día de la suerte de varas; seamos prácticos: el que quiera ver suerte de varas que se vaya a San Agustín del Guadalix a la Feria del Club 3 Puyazos y se despida del asunto hasta el año siguiente. Antes del insustancial paso por el equino de Héctor Vicente, el toro recibió el saludo portagayolístico de Rafael de Julia que, tras ese incomprensible espectáculo, se luce con el capote en la mejor colección de lances que se han visto en la tarde. Cuando el torero se dispone a ir a brindar al público el toro se le arranca, sin atender al peonaje, y muy toreramente De Julia le recibe con un aire muy fresco fijándole con pases de trinchera y por bajo y, cuando ya le tiene parado, hace su brindis sin darse importancia. Luego comienza su trasteo por la derecha con muchos enganchones y sin que la cosa se eleve hasta que se cambia la muleta a la zurda y ahí obtiene mejores resultados, con un aire muy personal, con altibajos pero muy interesante en su labor. La vuelta a la derecha significa un bajón en la faena y el espadazo tauricida, un borrón. Palmas sinceras para el toro en el arrastre y, para el torero, saludos desde el tercio a unos aplausos menos unánimes que los recibidos por el toro.
El segundo en salir es Peluquero, número 476, de Palha, que como nadie sabe cómo es el tipo de Palha, a nadie defrauda. Conocemos de Palha mejor su comportamiento que su morfología y sí que podemos decir que Peluquero hizo lo que corresponde a su origen. Pasa por dos veces por la gestoría montada de Daniel López, a la que hizo más caso que al capote y llega al último tercio todo lo áspero que se puede esperar de su estirpe, sin regalar nada y planteando a Ángel Sánchez una buena cantidad de problemas y ninguna certeza. En mitad del muletazo alza la cara, se para y mira y pone a cavilar a su matador, 4 festejos el año pasado, sobre conceptos esenciales en el toreo, tales como la lidia y el castigo. Visto lo visto, sainete con el estoque y a otra cosa.
Tormentoso, número 31, cárdeno, es el toro de la corrida. Corresponde a Partido de Resina y no puede negar sus orígenes, por sus hechuras su cabeza corta y su encornadura media, nada aparatosa, muy de la casa. Recibe aplausos cuando hace su aparición en el redondel. Para ser toro, como para todo en la vida, hay que tener un poco de suerte, que es la que no tuvo Tormentoso, en forma de Amor Rodríguez y su cuadrilla. Le pusieron tres veces al caballo, la segunda al relance, y las tres acudió con fuerza y gallardía, vivamente, recibió capotazos sin tasa y una pésima brega y paulatinamente el toro se fue dando cuenta de que el que más mandaba era él. La torpe muleta de Rodríguez es incapaz de tocar las teclas que el toro demanda: la distancia, la exigencia de pisar el sitio correcto en el cite, la elección del terreno para desarrollar el trasteo. Todo va mal porque el toro quiere el tercio o los medios, quiere estar lejos de las tablas, y le pretende torear entre las rayas; porque el toro demanda espacio y Amor le ahoga, pues ahí se encuentra más seguro y así, poco a poco, se va viendo que el mando es del toro y que es él quien dirige la sinfonía para la que Amor Rodríguez carece de partitura. Luego ya viene el sainete de la espada y los descabellos y los tres avisos. Toro interesantísimo, de extraordinaria personalidad y genio, que es ovacionado en el arrastre.
A Rafael de Julia, que le dio esta tarde por lo de la portagayola, le toca Junerón, número 5, de Castillejo de Huebra, muy en su tipo de Murube, bonito y bien hecho. Acude por tres veces al penco de David Prados como el que va a la oficina a fichar, o sea que va por ir. El animal es noble, con esta nobleza moderna, y De Julia le plantea de nuevo sus derechazos de enganchón para, en seguida, pasar al toreo natural donde consigue sinceros aplausos en series de mucho empaque, echando la muleta hacia adelante y trayéndose al toro, sin citar en la cadera como ahora hacen, en otra serie se alivia un poco y la faena decae algo pero luego vuelve a encontrarse en la buena posición y liga otra serie de categoría. El conjunto de su labor con Junerón es notable, por su verdad y su personalidad, aunque echa el borrón con un feo espadazo bajo que le priva de una oreja que ya tenía ganada. Palmas al toro en el arrastre.
Guantero, número 37, es el que mandó Pedraza de Yeltes desde Salamanca. También muy bien hecho y de excelente trapío, es un toro muy serio y cambiante, pues nada de lo que aparentó en la excelente brega que recibió de Juan Navazo se manifestó en su vis a vis con Ángel Sánchez. En el último tercio el animal se paró, se puso reservón, como si le faltasen las fuerzas, y le puso las cosas muy cuesta arriba a su matador.
Pese a su buena presentación, el garbanzo negro de la tarde fue el flojo Gavira, Librero, número 21, que adolecía de algún defecto en los cuartos delanteros y que blandeó lo suyo provocando las iras de los que querían ver salir al sobrero de Carmen Valiente. La protesta hizo que nadie echase cuentas de la labor de Amor Rodríguez que, de nuevo, se volvió a encasquillar con los aceros.
En suma, hemos asistido a una interesante corrida, marcada por el signo de la casta. Como siempre pasa en tardes como ésta, hubo quien echaba de menos en esta tibia tarde del final del verano, en la que los tres matadores sumaban once festejos en conjunto en la temporada pasada, a Juan Ortega y a Pablo Aguado, esas jóvenes figuras que están en boca de todos.