Alberola en una escena de La Violetera
Hughes
Pura Golosina Deportiva
La pregunta filosófica que cada cierto tiempo nos embarga volvió a asomar su molesta faz estos días: ¿a qué juega el Madrid? Otros se interrogarán por el Ser en lugar de la Nada, pero para nosotros esta es la cuestión.
Durante un tiempo desapareció. Porque no jugaba a nada o porque ni siquiera importaba. Hasta pensamos que había desaparecido, que la pregunta nunca jamás volvería a nuestras vidas...
Pero volvió, y la respuesta ahora mismo es una: juega a que la coja Valverde y salga corriendo con la pelota. Así lo hizo en alguna ocasión contra el Betis.
El partido contra el buen equipo de Pellegrini (con la edad, a Pellegrini le van saliendo espolones a su juego) sirvió para zanjar una de las formas que tomó como disfraz ese problema filosófico. Gran parte de la afición y la prensa lo convirtió esto en un debate entre Vinicius y Mbappé. La cosa se ha acallado, al menos por un tiempo.
Primero, porque Vinicius se cortó el pelo. Llevaba una cosa rarísima con la que parecía el actor negro de Showgirls, aquella mítica peli de Verhoeven en los 90 (todo es mítico ya de aquella década...). Además le regaló el penalti a Mbappé, que así pudo marcar dos goles y quitarse la ansiedad que transmitía a todos los demás. De repente parecía un Zamorano haciendo méritos.
Reducir la cuestión a Vinicius y Mbappé no parece lo más acertado, ni lo más inteligente. Hay muchas probabilidades de que los dos callen la boca a sus detractores-fabuladores. Tampoco zurrarle a Tchouaméni, que el otro día, el de Las Palmas, era trending topic, no sé si mundial, por un ataque piperil, pues los piperos se coordinan como hackers cuando la toman con alguien. Los débiles son él y Rodrygo así que cuando la ansiedad de Mbappé llega a la grada o al "madridnauta" entonces lo mejor es descargarla en alguno de los dos. Si yo fuera José María García, ahora pediría el servicio de documentación de Juan María Alfaro y me saldrían los datos y estadísticas de Tchouaméni en este partido; seguro que fueron "descomunales", como dice constantemente el narrador Carlos Martínez. Robó, cortó, se anticipó y además pasó bien, como ya hizo en otros partidos. Él, Valverde y Militao, otro "descomunal", tuvieron bastante que ver en la mejoría del tono defensivo del Madrid.
Después de ganar Liga y Champions, de la Eurocopa y la Copa América, de los veraneos respectivos y de que se presente en Valdebebas Kim Kardashian, lo normal es bajar un poquito el ritmo. Pero también hay algo más, algo que se dice poco porque rondamos ya cierto tabú.
Si nos paramos a mirar los fichajes, el Madrid está, a estas alturas, peor que hace unos meses en defensa y en mediocampo. En esas líneas ha perdido a Nacho y Kroos a cambio de nada. La mejoría, y qué mejoría, ha llegado en la delantera: el mejor del mundo y el que está llamado a serlo. Pero así, de repente, el Madrid se ha metido en un problema táctico, porque tiene un delantero más y eso ha de compensarse. Como los cuatro de atrás no se tocan, es la media la que tiene que sacrificarse. De jugar con cuatro centrocampistas (3+1) se ha pasado a tres (2+1). Con la distorsión de Bellingham, que ha de estar cerca del área.
Es un pequeño rompecabezas que ha de componer Ancelotti (todo apuntaba a un 4-2-2-2) pero el punto de partida es un menor centro del campo, con la pérdida añadida de Kroos, el gran timonel.
El mediocampo, la zona fundamental, ahora mismo es menor en número. Por ejemplo: Valverde, que llegó a jugar por la banda como un falso extremo, ahora se ha makelelizado. Además se han perdido los matices de Kroos, su ritmo y cadencia. Su pulso equilibrado se sustituye por una palpitación irregular.
Ante esto, y sin Bellingham, que altera por sí mismo el sistema, Ancelotti recurrió al tranquilizador 4-3-3 y la distancia entre los medios y Vini y Kylian, insalvable sin Bellingham, se redujo al bajar mucho ellos dos por la pelota. En alguna ocasión, Vinicius se fue al centro, casi a la mediapunta, para dejarle la banda a Mbappé. La mayor parte de las veces fue él quien desde allí buscó el pase.
Se combinaron, se esforzaron y Mbappé demostró ganas hasta que llegaron los goles. Eso le acercó al Bernabéu. Ese sufrimiento, ese intentarlo raulesco es útil porque lo acerca al Bernabéu y sus necesidades psicológicas.
Mbappé y Vinicius tienden a solaparse. Contra el Betis hubo algún momento en el que quedaban parados en el mismo lugar. Su engranaje y conjunción se irá logrando. "La banda izquierda es para mí, los penaltis para ti". Vinicius, que yo creo ya tiene calado al paisanaje madrileño, pidió calor a la grada; a Mbappé se le pone progresiva cara de buen chaval, como si fuera un Alfonso, y Ancelotti le dio un abrazo paternal al sustituirlo. Se fue con una ovación del público y esto hará olvidar el rumorcillo que durante unos instantes se cernió sobre él.
Mbappé recuerda más a Zidane, incomprendido en sus primeros días, que a Hazard, aunque ahora vemos a Barcola en el PSG y podemos pensar que los delanteros son como las modelos: tienen un instante brevísimo.
El Madrid mejoró con Brahim. Él y Modric son jugadores para la segunda parte. Son un sifón de burbujilla breve. Esto reduce aun más la nomina de medios reales.
El Madrid está en una situación un poco galáctica. De repente hay más mediocampo a repartir entre menos mediocampistas, y un espacio en la delantera que Vinicius y Mbappé se disputan sin querer. Algunos espacios se han hecho grandes, otros pequeños. Esto se solucionará, aunque las complicaciones no habrán acabado porque lo de Endrick será un escándalo creciente. Un balón tocó en el partido, una puntera con la zurda, y ya dio la sensación de ser más nueve que nadie. Pero si entrara, ladeado en el político 4-3-3, ¿de qué se vería obligado a jugar Bellingham? ¿Un 4-2-3-1 para respetar su mediapunta? ¿Iríamos a la doble pivotación?... La pregunta filosófica seguirá candente.