miércoles, 4 de septiembre de 2024

Alejandro Sanz


Theodosia Burr Goodman, en Cleopatra /1917)


Abc Cultural


Hugo Chávez prohíbe en Caracas un concierto de Alejandro Sanz.


Para explicar el carisma de Chávez, la venezolana Milagros Socorro ha recurrido al reclamo erótico de Theda Bara, anagrama de “arab death” (“muerte”, en árabe), nombre artístico de Theodosia Burr Goodman, que en 1917 fue Cleopatra en el cine. Theda Bara era lo que se dice una mujer “vamp”, y para que las masas del cine mudo interiorizaran ese concepto los estudios pusieron en circulación fotografías de la actriz posando al lado de un esqueleto como el de la “Canina” sevillana. Después de todo, se trataba de dar a entender que Theda Bara dejaba a los hombres en los huesos.


No había taller mecánico que no tuviera fotos suyas.


Ahora, concluye Milagros Socorro, al ver esas mismas fotos, no sólo no experimentamos inquietud sensual, sino que tenemos la impresión de que la trama alude a una pobre mujer que cometió el error de pinchar un avispero:


El enigma, que era su supuesta marca, hoy no es más que la actitud de una matrona en mitad de un ataque de calor y no de furor erótico. Theda Bara luce cómica. El atractivo no estaba en ella, sino en los ojos de quien la miraba. Cuando todo esto pase (lo que haya de pasar en Venezuela), no nos daremos abasto para contabilizar las víctimas del carisma de Chávez.


La penúltima, Alejandro Sanz, que una vez dijo, mirando de reojo a Chávez, que, si a él le sacaran tres millones de firmas para que dejara de cantar, dejaría de cantar de inmediato. Chávez, que lo oyó, se dijo (en el bable de Llamazares): “¡Al platu vendrás, arbeyu...!” Y el “arbeyu”, en efecto, ha ido al plato, donde lo estaba esperando el caudillo de Almodóvar, dado que el chavismo no es otra cosa que esa “nueva experiencia democrática” para la que Almodóvar –políticamente, la apoteosis de una calabaza– pide siempre una oportunidad.


La prohibición de Alejandro Sanz por Hugo Chávez es, pues, otra batalla de Ayacucho espiritual para la causa del chavismo almodovariano. Pero desde la ambulancia que volaba hasta el tren de los momentos (“tú lo que quieres es el tren de los momentos”), Alejandro Sanz ha sido un cantador sin dobleces. Su tren no es el de Gamoneda, donde los pobres cantaban a Juanito Valderrama, y tampoco el de Saint-Exupéry, donde los obreros se negaban a escuchar a Mozart. ¿Entonces? La respuesta debe de estar en el Che, que presta a quien lo adopta la extrema satisfacción de saber a qué conduce la intriga de la Historia.