Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El españolejo es víctima de dos ansiedades psicológicas que le chupan la energía: la inminencia (¡y la inmanencia!) del lunes, que se desata al atardecer del domingo, y la amenaza del fascismo, que se desata al amanecer del lunes. Sin lunes y sin fascismo, España sería Baden-Baden, con su censurita franquista y todo, que una cosa es la libertad, y otra, el libertinaje.
–Belén Esteban encarna la construcción cultural del fascismo –nos alertó en el diario gubernamental, con gritos de ganso capitolino, Pepe Ramoneda.
Gracias a la alarma del pensador de Cervera, el país superó aquel peligro, y ahora el fascismo toma cuerpo, nada nietzscheano, en el pobre Motos. “Aire fresco frente al fascismo en prime time”, tituló la prensa del Movimiento para saludar a Broncano, la “disidencia” con garantía del Ibex y del Estado.
Para contener al fascismo el gobierno cuenta con los malapropismos broncanianos, como de síndrome Tourette, en la TV pública. Pero ¿cómo acabar con los lunes? La solución hispánica la dio Gecé: el anarcosindicalismo, es decir, la “liberación sindical”.
–Esa enorme contradicción de ser anárquicos de una parte y sindicalistas por otra parte indica al más ciego la fórmula sustancial del genio popular español: individualista y autoritario.
Cuando nuestros joveznos deslizan en las encuestas que el autoritarismo no es peor que la democracia, ni saben qué es democracia ni saben qué es autoritarismo, pero alguna campana han oído. Un país de liberados sindicales, ¡todos!, supondría la muerte del lunes, pues ya no habría que levantarse, y el triunfo de la igualdad.
–Si no combatimos la desigualdad, lo pagaremos con la democracia –advierte en el diario gubernamental un Tancredi Falconeri del 78, Berna León (“Nosotros hemos sido los Gatopardos, los Leones…”, dice el Príncipe de Lampedusa), que marcha a Harvard a impartir filosofía, como Santayana, uno de los cuatro grandes de aquella universidad, con Royce, James y Peirce.
Santayana estudió la vida de la razón, y León estudia el igualitarismo sanchista, según el cual la desigualdad acaba con la democracia, y entonces viene el autoritarismo y acaba con los derechos. Para Santayana, en cambio, “sólo a los esnobs les preocupa la desigualdad o la exclusión de algo accidental, como lo son las posiciones sociales particulares”:
–¿Por qué me iba a parecer injusto no ser un cantante aplaudido, ni un mariscal de campo, ni un rey títere?
La historia prueba que, a mayor igualdad social, mayor necesidad de autoridad, leemos en la “Teoría pura de la democracia”. Y cuando los hombres no son iguales en sus condiciones sociales, los hombres necesitan ser iguales en sus conciencias personales: las ideologías de la igualdad tienen asegurado el porvenir.
–La pasión igualitaria se apacigua con el poder absoluto de uno y la servidumbre de todos, o con el poder de nadie y la libertad universal.
Por eso el hombre más fuerte del mundo es el que está más solo.
[Viernes, 20 de Septiembre]