martes, 10 de septiembre de 2024

Un mono, dos monos, tres monos

Louis Bolk



Ignacio Ruiz Quintano

Abc


La ruidajera con lo que los sabios de nómina llaman “vacuna del mono” vuelve a colocarnos frente al espejo (¡el “stade du miroir” de Lacan!).


“La anatomía del hombre será la clave para la anatomía del mono”, (y no al contrario), proclama Marx, máxima metodológica con la que este verano se han devanado los sesos los marxiólogos del gobierno, Bolaños y Díaz, para su ley de los derechos humanos (¡el Estado de Derecho!) de los grandes simios, comenzando por el derecho a expresarse libremente. 


Notre nation de singes à larynx de perroquets! (¡Nuestra nación de monos con laringe de cotoras!) –escribe Mirabeau en una carta al abate Sieyes, fechada el 11 de junio del 90.


¿Pueden los simios hablar? No. Entonces se impide hablar a los hombres (se les cierran las redes sociales bajo la primera acusación que aparezca al hojear el Código al azar), y caso cerrado. ¿Francia? “Estamos en el año 2030 en Europa y te están ejecutando por darle me gusta a un meme”, es la sorna de Elon Musk en “X”.


Es conocida la boutade borgiana según la cual los simios no hablan por que no los pongan a trabajar, inspirada en la ocurrencia de Engels, el sponsor de Marx, de que el papagayo, “pues habla, entiende”, contrapunteada por la experiencia hindú, en cuya cultura gustan de afirmar, nos cuenta Nicolás R. Rico, que los monos son más sabios y astutos que los hombres, “pues no hablan”, astucia que en España ha sido el secreto de los grandes hombres en todos los regímenes (ese “silencio elocuente” que, según Santayana, era la virtud cultivada por las actrices francesas), que, por cierto, siempre son el mismo.


Disponemos, en cualquier circunstancia, de “detectores de anomalías” extremadamente eficaces –avisó Muray–. Pero nuestro logro más hermoso sigue siendo el haber conseguido que nuestros pueblos deseen lo que sufren.


Antes de estar de moda los “Panama Papers”, los turistas viajaban a Panamá para oír, desde los balcones de sus hoteles, el griterío de los monos al amanecer: según la leyenda, Dios prometió hacerlos hombres cuando saliera el sol, y cada mañana los monos chiflaban y lloraban su ilusión defraudada… hasta que el Régimen’78 cuadró el círculo: merced a las leyes de censura, los españoles serían monos callados, y merced a las leyes de monería, los monos serían como españoles en ese mostrador de ancas de caballero desnudas que es una terracita de Ayuso, donde un anatomista holandés, Louis Bolk, observó que un chimpancé recién nacido es igual que un hombre viejo, y dedujo que el hombre sólo es el resultado de prolongar la etapa fetal del chimpancé:


Un mono infantil con las manos todavía no deformadas al ser utilizadas como pies y la mandíbula todavía no alargada en busca de la fruta.


Al contrario de lo prescrito por Richard Hooker, la posteridad sabe que hemos permitido irresponsablemente mediante el silencio que las cosas pasaran como en un sueño. Bienvenidos a la patocracia.


[Martes, 3 de Septiembre]