martes, 10 de septiembre de 2024

Espléndida novillada de Escolar en Morata de Tajuña, con Tomás Bastos, un torerillo portugués de 17 años, haciendo el toreo eterno. Márquez (sin Moore)



Geometría maestrante en la plaza morateña


JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ


Estábamos indecisos entre ir a Villaseca de la Sagra a ver el concurso de ganaderías o ir a Morata de Tajuña a echar la tarde con los novillos de Pepe Escolar, y al final decidimos ir a la llamada de los Albaserrada, especialmente porque había que festejar que los morateños han recuperado la Plaza de Toros en la Plaza del pueblo, tras ocho años de exilio de su lugar natural, expulsión vergonzante favorecida y alentado por la insidia de ese tinglado antitaurino que encabeza el Partido Socialista Obrero Español.


Y para recuperar por todo lo alto el lugar de los toros en la Plaza del pueblo, una novillada de José Escolar que, salvo el primero, podía pasar por corrida de toros en Granada, pongamos por caso. Los espadas, Juan Herrero, El Mene y Tomás Bastos, cada uno con sus circunstancias: las del madrileño Herrero son los veintitres años que tiene; la de El Mene a quien vimos debutar con caballos de manera espléndida en febrero en Ciudad Rodrigo, que se llama Iker de nombre de pila, y la de Tomás Bastos (de Sousa), que es natural de Vilafranca de Xira.


Como se dijo antes, tuvieron la oportuna idea de echar por delante al cariavacado, flojo y v cacho feo de Bravucón, número 47, cárdeno oscuro y de poco cuajo con el que Juan Herrero anduvo sin apreturas y sin decir nada, poniendo en marcha una tauromaquia muy de la época en la que vivimos que ni siquiera es capaz de llegar al alma del tendido de un pueblo en fiestas. La cosa se arregló a partir del segundo, Buenmozo, número 65, de hechuras muy de la casa, con el que El Mene mostró, al igual que hizo en Miróbriga, la elegancia de formas que atesora, aunque, como tantas veces ocurre, esas finas maneras estén al servicio del neotoreo que se apoya en la ventaja y huye del compromiso: de ese toreo que vemos a diario entre figurones y medianías que consiste en ceder la posición y tratar de enhebrar los muletazos que el toro se vaya dando a sí mismo. Hay por ahí toreros que se han hecho ricos con esa añagaza y hay gentes que animan a los jóvenes a transitar esa senda que, tan habitualmente, lleva a la nada. La generosidad morateña puso en las manos de El Mene una oreja. El tercero fue Caprichoso, número 63, otro cárdeno claro con el que Tomás Bastos sorprendió al que estuviera atento por la decisión en buscar la buena colocación, por el mando de su muleta y por su determinación en hacer el toreo acorde al canon clásico: una verdadera sorpresa hallar a este muchacho de diecisiete años –a esa misma edad Gallito se presentó en Madrid en la Plaza Vieja y se negó a matar los novillos del Duque de Tovar por encontrarlos chicos y de poca importancia, demandando que le echasen una corrida de toros de Olea, que es la que mató, de hallar a este joven portugués  con un concepto tan personal, tan distante de lo que se ve en todas partes en cualquier momento. Se atascó con el estoque y eso le privó del triunfo.


La segunda parte del festejo se inició con la salida al ruedo de Calentito, número 67, acaso un homenaje de Escolar a Antonio Burgos, que es el novillo de más presencia y que en el encierro se había encargado de matar a dos cabestros mediante el certero uso de sus astas. De nuevo tenemos a Herrrero sin una gran claridad de ideas, pues como dijo el clásico: “el toro era peor y el torero era el mismo”. La segunda comparecencia de El Mene raya a menos altura que en su primero. El novillo se llama Chulón, número 68, y aunque el joven novillero aprovecha las inercias y, de nuevo, compone una hermosa figura, queda bastante patente en general la falta de mando en su muleta y la fragilidad de su propuesta taurómaca. El retorno de los toros a Morata, a su sitio natural, finaliza con la salida de Carbonero, número 74, otro cárdeno un poco más vareado y de intenciones algo más aviesas con el que, de nuevo, Tomás Bastos pone en marcha la franqueza de su toreo sin artificio, su búsqueda de la verdad en el cite y la incuestionable evidencia del poder de su muleta. Ponemos velas a San Pedro Regalado pidiendo que “los profesionales” no cambien la frescura y la sinceridad de este muchacho, que ha traído a la Plaza de Morata de Tajuña, en esta tibia tarde de septiembre, el aire del toreo imperecedero.




El paseíllo

Juan Herreo, El Mene y Tomás Bastos




La sangre Albaserrada



 El penco de la Brunete con la Virgen de la Antigua al fondo



España en fiestas



El Fundi (yernísimo) en el tendido

FIN