¡El leopardo de Vinicius y el muslo de Mbappé
a las cinco de la tarde!
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Real Madrid-Valladolid en el Bernabéu, en agosto, a las cinco de la tarde (entre 35 y 40 grados), con un árbitro muy verde (o sea, malo, aunque venga de pitar el Gamper), natural de Barcelona (el “senyor” Verdura, que diría Gaspart), no parece el cuadro más idóneo para presentar ante su afición a la superestrella de la Liga doméstica, el francés Mbappé, a cuya mesa el antimadridismo pretende sentar al argentino Julián Álvarez y al español Dani Olmo, que personalmente no tienen pinta de ir contra nadie.
¿Y “la” calor? ¡Ay, “la” calor!
Pemán cuenta que en Sevilla, una tarde por estas fechas ("de ésas en que parece que la Giralda va a doblarse de calor, como se dobla una vela de cera”), Juan Belmonte, el Mbappé de la tauromaquia, al ir a estoquear a su tercer toro, “osó quitarse la chaquetilla de alamares”, que era como ver a Mbappé recurrir a la pausa de hidratación. “La Plaza toda tembló con un estremecimiento de escándalo. Una voz unánime, como la de los presentes en casa de Caifás, exclamó, rasgando sus vestiduras: ‘¡Ha blasfemado!’ Descendió de los tendidos y de los palcos, entre una erupción amenazadora de bastones, almohadillas y abanicos, una sentencia inapelable…”
–Y fue inútil el intento renovador y cómodo. Juan Belmonte toreó con su chaquetilla de alamares aquella tarde sevillana. Aquel grito unánime de escándalo fue una hermosa victoria de lo bello sobre lo útil.
El epígono de Trotski, Roures, o quien mande en nuestra pequeña Liga doméstica, venderán a los chinos que las 5 de la tarde en el agosto de la Meseta es nuestra hora lorquiana. “A las cinco de la tarde. / Ya luchan la paloma y el leopardo / a las cinco de la tarde. / Y un muslo con un asta desolada / a las cinco de la tarde”. Me da que Mendy provocó la roja en Mallorca para no tener que correr mañana la banda a las cinco de la tarde en el Bernabéu. ¡El “ferragosto” de Ancelotti!
Uno todavía no se ha repuesto del “factor Ancelotti” en el estreno liguero. Fue un “shock” como el de Champions del año 23, la noche del City en Manchester, cuando Vinicius, impotente, corría hacia Ancelotti en demanda de órdenes, como en la secuencia de Mel Gibson en “Gallípoli”, que en plena masacre imploraba instrucciones para escapar a la “cagada” táctica del coronel: “¿Qué son tus piernas? Muelles de acero, ¿Y qué van a hacer? Llevarme a toda velocidad, ¿A qué velocidad puedes correr? A la de un leopardo, ¿Y a qué velocidad vas a correr? A la de un leopardo”. ¡El leopardo de Vinicius y el muslo de Mbappé a las cinco de la tarde!
La teoría de las jerarquías naufragó en Mallorca. Salió bien en la Final de Londres: los méritos eran de Lunin, pero la jerarquía, de Courtois. En Varsovia jugaron los de Londres a título de homenaje, y el equipo, sin rodaje, las pasó canutas ante el bizarro Atalanta de Gasperini, que tiene talla de cantero florentino. Y cuatro días después, para inaugurar la Liga en Mallorca, igualmente a título de homenaje, jugaron, visiblemente fatigados, los de Varsovia, que por mera impotencia hicieron un ridículo colosal. El primer cambio fue a la hora de juego: Modric por Aurealiano, dejando el mensaje de que en la España de Dumas (el banquillo de Ancelotti) las liebres se morían de viejas mientras nosotros (el equipo) nos moríamos de hambre. Los tres cambios del minuto 88 sólo tenían lógica para perder tiempo, pero es que el partido estaba empatado. Los sabios quisieron explicar la catástrofe (me refiero al espectáculo) con el cuento de la ausencia de Kroos, sin reparar en que todas las remontadas épicas de la Decimocuarta se produjeron sin Kroos en el campo y con la “eneryía”, que dice Ancelotti, de los chavales, personalizada en Camavinga, y si la Decimocuarta queda lejos podemos pensar en la Final de Londres, donde el repaso táctico del Dormund en el primer tiempo se produjo con Kroos de director de orquesta.
Visto desde el sofá, el dibujo falla en el 4-3-3, y el eslabón más débil es Rodrygo, como prueban los elogios sin venir a cuento de su entrenador y de su “team” de comunicación. La defensa mixta no funciona (gol de Muriqui, libre de marca, salvo que su marcador fuera Mbappé), y en el centro del campo, que es donde se juegan los partidos, la sístole y la diástole como Dios manda pide a voces el 4-4-2. Más Davies desplegándose por la banda izquierda, que al final se han gastado más millones en fichajes el Atlético de Simeone (1.400) y el Barcelona de La Masía (1.800) que el Madrid de las Champions (1.300), que tiene la sala de trofeos que parece un almacén de platería china en el Cobo Calleja.
Mediáticamente, el marketing y el glamour de la Liga doméstica sigue descansado sobre Maffeo, que parece el jugador franquicia de la Competición, al que muelen a entrevistas para que el público se anime a pagar por ver el fútbol carpetovetónico por gusto, sin recurrir a la piratería. En Inglaterra el pirateo les ha costado a dos hermanos once años de presidio, noticia que se utilizó de forma ejemplarizante (¡la ejemplaridad que pedía Ortega!) en España, hasta que el pobre Fermín, figura emergente del Barcelona, viendo a sus compañeros jugar en Valencia, publicó un comentario de ánimo culé “a través de un canal no oficial de La Liga”, y tuvo que borrarlo.
Posdata: vuelvan, madridistas, al 4-4-2 y cuídense de los balones cruzados.
[Sábado, 24 de Agosto]