Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural
Se va Rosina, que ha sido como el espíritu de la golosina en Arco, ese invento de Juana de Aizpuru al hilo de un tocino de cielo en una velada en Sevilla. ¿No fue el arco un símbolo habitual de la Luna?
Veinticinco años de arte moderno, que son veinticinco años jugando al juego de la geometría, de la sensibilidad y de la pasión que siempre juegan –jugaban– los salvajes, los locos y los niños. Horror. Todos los picassines del foro jugando a la estética de la ruptura. Porque, en arte como en política, los españoles “informados” no han jugado a otra cosa en los últimos veinticinco años que a la estética de la ruptura. Todavía retumba “el chupinazo plástico” –Ullán– de Arzallus a propósito del “Guernica”: “Euskadi se lleva las bombas, y para Madrid, el arte.”
Paz nos puso por arquetipo –arquetipo contradictorio– de esta estética rupturista que luego no rompe con nada a Picasso, en quien se fundieron el pintor, el torero y el saltimbanqui. Picasso, eso sí, sólo tiene otro igual: Lope. Pero ni Lope ni Picasso vinieron jamás a Arco. Y ahora Rosina se va, aunque nos deja, ay, “un contexto”.
¿Un contexto? Explica Castillejo: “En la escritura no escrita el texto está fuera. En la escritura escrita el contexto está fuera.” Fuera de Arco, hoy, sólo está el tabaco. “El veneno del tabaco no existe”, le dijo Cocteau a Ruano. Cocteau fumaba “Gaulois” de paquete azul, que para Ruano era todo un “affiche” sentimental de París. Cocteau fumaba todos los cigarros que podía porque uno debe vivir lo que se pueda vivir haciendo lo que le gusta. “¿Sabe usted, según Picasso, cuáles son los dos únicos grandes inventos de la humanidad?”, repreguntaba Cocteau. “La rueda y el opio.” E improvisaba un prospecto sobre el opio: “El opio es una droga evangélica: hace buenos a los hombres. El opio exalta la bondad.” La bondad de Cocteau era imaginativa: Picasso, según Cocteau, había dejado de fumar opio y sus insultos a España eran amor. “Es un desesperado.” Cocteau tenía su teoría de la desesperación, que iba de la desesperación a la angustia, y de la angustia, a Unamuno.
–Amo la violencia española, vuestro amor a la violencia, vuestro amor a la destrucción. Es más hermoso quemar un cuadro que venderlo. El público francés es casi insoportable, porque ante un cuadro se cree que entiende más que el pintor... ¿Sabe usted lo único que el público francés respeta? Al que toca la flauta, porque él no sabe tocar la flauta.
Qué hermosa lección de flauta para Arco, cuando Rosina se va.