Hughes
Pura Golosina Deportiva
El derbi tuvo menos tensión alrededor de Vinicius. Puede que lo suyo se resolviera antes, en una entrevista a Abc en la que Revilla la dedicó unas palabras demagógicas (otras no conoce). Si Revilla entra en el asunto, está todo dicho. No hay más preguntas.
No necesitan a Vinicius. Vinicius fue el pretexto de la grada (parte de ella) y del entrenador que va de negro para sus espectáculos. Simeone recuerda la letra de Morrissey: "Voy de negro, porque negro es como me siento por dentro". Cuando el partido se detuvo por lanzamientos, fue a dialogar con unas personas entre las que se pudo ver alguna enmascarada y con balaclava, que es lo más normal del mundo y el mensaje que toda Liga o espectáculo aspira a lanzar al mercado.
Sorprendió la serenidad con la que el aspaventoso entrenador se dirigía a esa minoría que iba a decidir la hora en la que millones de personas nos iríamos a la cama.
Simeone es de los del "innegociable". Todo lo suyo es innegociable, pero ¿estaba acaso negociando con el de la balaclava?
No acabó ahí la performance de ese líder nihilista que es El Cholo. Después, en las entrevistas, justificó en parte lo sucedido y pidió sanciones al provocador.
Courtois provocó, al parecer. ¿Y qué es provocar? Recordemos en este punto que Vinicius empezó provocando por celebrar los goles con un bailecito.
En resumen, que nunca fue Vinicius. Habría que unir los puntos: Simeone, la grada de los enmascarados, el presidente que le hizo a Simeone el más grande contrato que vieron los tiempos y la parte más eructante y gargajeante de la prensa. ¿Qué les une?
Pero el asunto, con ser grave, debería quedarse en anécdota y no ser aprovechado para una semana de madridismo victimista, porque el escándalo no fue ése (porque eso siempre está, estuvo, y estará) sino lo que pasó con el Madrid en la segunda parte.
Fue un derbi de Ancelotti. Empezó metiendo a Modric para suplir a Mbappé. La decisión seguía el principio de prudencia y el de jerarquía, pero no el de Arquímdes, porque el empuje del peso sumergido no era equivalente a lo que emergía. Se hundía Modric y emergía Valverde como un delfín pluriempleado y anfetamínico.
Lo bueno era que a veces Valverde podía adelantarse un poco, se ganaba al Valverde ofensivo, pero al final, como Valverde está en todos lados, esto no se nota... En cualquier caso, era volver a los cuatro medios, a los del año pasado. Si bien, uno de esos cuatro era Modric, que es ya parte materia y parte espíritu o gloria.
Hay que reconocer. sin embargo, que por ese lado derecho evolucionó al principio el Madrid y que tuvo dominio y orden. Era un Madrid 2023/2024. Valverde seguía siendo Valverde, pero también un poco Kroos. Manda más, intenta más, monta más el ataque y eso se percibe en la cámara, que le saca más. Su presencia era apabullante. Corre con derroche y se sufre por él porque no tiene sentido de la economía. Está siempre saliendo de un incendio, yendo a rescatar al niño en la playa, persiguiendo al que se lleva el bolso...
Bellingham aparecía muy poco a poco y Vinicius bastante tenía con liberarse de las agobiantes marcas. Si se iba del rival con una mezcla excepcional de velocidad, decisión y filigrana, llegaba un segundo oponente a hacerle falta.
Una, dos, tres... pero Vinicius no protestaba mucho, protestaba Simeone.
La primera amarilla, cabe señalarlo, fue para Modric, que corre ya como si arrastrara consigo un pulmón mecánico con ruedines.
Militao y Rudiger habían cambiado el puesto, esa fue la innovación de Ancelotti, y el perjudicado resultó Bellingham porque no recibía el habitual pase cruzado largo de Militao; sus desmarques proyectados no fueron vistos. Da la sensación del náufrago perdido en la isla que hace movimientos, geometrías, señales clamorosas a aviones o barcos que pasan de largo.
El reto del Madrid era que su futbolista más inteligente tocara la pelota, algo que no resultaba tan fácil. El partido conspira en tenerlo ocupado, oculto, enredado; el fútbol consiste en que el bueno la toque lo menos posible.
Pero con todo, el Madrid dominaba y no sentía el peligro. Y así, bastante cómodo, con trazas europeas (trazas europeas pero quizás no actitud europea) y un Valverde imperial e imperioso -dado el campo que era- llegó el descanso.
El inicio de la segunda parte fue revelador. El Atlético salió achuchando mucho. No era el achique, era el achuche de espacios. Estaban ahí dándolo todo, mientras que en el Madrid se percibía cierta laxitud premonitoria...
Se acercaba el minuto 60, cuando suelen empezar los cambios, y no pasaba nada. ¿Qué estaban haciendo algunos desde el 45 al 60 para justificar no ser cambiados? Nada o poco.
En el 54 ya cambiaba Simeone, que quitó a Sorloth, ese delantero que parece fichado por José Luis Moreno.
Mendy tuvo el ratito suyo habitual de regalar balones. La expresión "tiene buen pie", tan de moda, no se le podría aplicar. Su pie parecía un pie sin empeine, todo talón y concavidad. ¿Hay callista en Valdebebas?
Esto agravó el problema del Madrid con la salida. El constructor del juego había sido Militao con sus pasitos dubitativos de japonesa.
El Madrid estaba peor que en la primera parte cuando llegó el 0-1. Vinicius, como siempre, haciendo lo difícil, la verdad del fútbol: regate a De Paul y asistencia a Militao.
La clave quizás estuvo en que era una especie de aclarado, un uno contra uno. Venía de una jugada ensayada y pudo haber un Vinicius contra De Paul y nadie más, sin que pudiera llegar Llorente a dar el empujón. Ése era quizás el diseño. O sea, hubo que sacar de la probeta del laboratorio del balón parado una circunstancia en la que Vinicius pudiera hacer un uno contra uno y no un uno contra una gang.
Marcar un gol y celebrarlo era mucho exceso y al rato comenzaron a caer objetos en el área de Courtois, que también tuvo la falta de delicadeza de hacerlo notar.
El partido se detuvo un cuarto de hora para que se calmaran los presocráticos y al volver pasó algo engañoso. El Madrid salió mejor. Incluso había impotencia en los locales. Vinicius dominador y crecido y Tchouameni interceptando cada vez más balones con su fútbol de boya.
Si ya le cuesta a Ancelotti hacer cambios, con la pausa aprovechó para estirar los minutos de Modric.
En el Atleti entraba Correa. ¿Cuántos años llevamos viéndole entrar? En cada derbi presenta un tatuaje nuevo, ya parece El Jincho.
En el 81, Simeone había movido todo o casi todo el banquillo, mientras que Ancelotti no había molestado a Chendo. Yo creo humildemente que ahí había una clave. A Ancelotti le faltó decisión o confianza en su banquillo.
Esos cambios de Simeone suponían energía. Agitación del manzano del fútbol para que diera el edénico fruto. En el Madrid las ganas las puso Endrick, ganas de torero hambriento, y nada más entrar se estampó con un fotógrafo (muy pronto ese ímpetu comenzará a ser cuestionado).
El Madrid languideció, se echó atrás con laterales nuevos, alas o más bien alitas sin desplegar, y acabó de nuevo, como contra el Alavés, con cinco atrás, y el Atleti, de modo nada descabellado (totalmente cabellado, es más) empató en el 94 con gol de Correa ganando la espalda de los mencionados cinco.
El Madrid demostró poca energía, incluso falta de ganas. Toda la segunda parte pareció que, salvo Vinicius y algún otro, el equipo no estaba del todo ahí. Ancelotti fue prudente al principio, y puede que no le saliera mal, pero luego siguió siendo prudente hasta donde la prudencia bordea la región de lo acomodaticio. Pocas alternativas, poca reacción, cambios muy tarde y mal.
El equipo tiene algunos problemas constructivos, sobreabundancia en unas partes y escasez en otra, pero en el Metropolitano se vio algo peor, una peligrosa sensación colectiva de desgana. A veces el "no queremos" es una forma de encubrir el "no podemos".