lunes, 9 de septiembre de 2024

Vinicius, humilla


Tachi muerde a Vinicius
¿Por qué no a otro?

Hughes


Basta pasear por Internet para ver el trato que recibe Vinicius. Son kilómetros de insultos bajando en scroll. Ni Pedro Sánchez. El jugador más regateador del mundo, probablemente el mejor de todos, sufre en España una persecución. La cacería toma en ocasiones forma de racismo, pero no sólo.


El racismo sería una dimensión del asunto, hay otra deportiva y otra relacionada con el estricto ecosistema del fútbol español.


El Madrid es el equipo que más faltas recibe y a cuyos rivales sacan menos tarjetas; la mayor parte de esas faltas sin amonestación las recibe Vinicius, que además sufre un buen número de ellas sin sancionar. Es un trompetista que no puede mover los dedos, un cantante amordazado.


Si Vinicius fuera un «territorio» y no un futbolista, diríamos que él solo sostiene, en sus espaldas, todos los cupos fiscales. Que aquí todos balemos (de balar) no quiere decir que lo tengan que hacer los demás.


En el odio o incomprensión de Vinicius se juntan los antimadridistas, gente sin remedio y con psychological skin in the game (¿valdría en un juicio concerniente al Madrid el testimonio de un colchonero?), y los madridistas piperos (allá donde se abrazan obispos y prisaicos agitados por los ayatolas cibernéticos), una alianza que empuja a la misantropía. Se dan la mano también la lógica de los «moderados y prudentes», a los que Vinicius crispa, y la lógica cabestra de los abiertamente racistas; incluso hay instintos conspiranoicos que ven en Vinicius un «agente marroquí» (¡como si no hubiera ya bastantes!).


Estos madridistas hartos de Vinicius tienen, y no es casual, portavoz en Alfonso Ussía, autor de un tuit asombroso. «Si Vinicius sufre del racismo, algo habrá hecho para ello». O sea, que es víctima de racismo, pero culpable de haberlo provocado. Hay algo en él (que no es su negritud) que lo convierte en culpable. Es muy buen jugador, pero ese «algo» hace necesario que el club lo traspase.


El Madrid ficha a un joven jugador que acaba siendo el mejor, pero debe renunciar a él no porque sea negro sino por su actitud, una actitud que hace posible recordarle que es negro. ¿Dirían lo mismo, por cierto, si en lugar de negro fuera judío y se lo recordaran? Eso les parecería inadmisible, y con razón.


La clave siempre estuvo en eso otro que tiene Vinicius. Vinicius es… ¿mal profesional? ¿mal compañero? ¿chulo? ¿prepotente? ¿bailarín? Pero nada de eso existe o es gran cosa. Vinicius es peleón, caliente, pero poco más. Por cada gesto malo ofrece varios buenos. Esto es un invento de sus rivales y odiadores. Con ello quieren que humille: que haga «actos de humildad». ¡Humilla, Vinicius! ¿No es humillar poner cara de humilde como hacía Messi? Vinicius tiene que poner la cara de Messi pero sin los arbitrajes de Messi, la cara de buenísima persona que ponía el astro cuando al leve roce sonaba el silbato.


No veo distinción alguna entre la destrucción personal de Vinicius y la destrucción que de otros se hace en España por razones políticas.


Por lo demás, las manipuladas declaraciones de Vinicius son perfectas salvo en el instante en que habla de cambiar las sedes del Mundial. Aunque esto sea opinable, aquí se excede y se adentra con torpeza en un charco que no le beneficia, dando la excusa para el ajuste de cuentas. Que hayan distorsionado lo que dijo es prueba suficiente de las intenciones.


En mi opinión, sin embargo, tiene razón. El mundo (incluso el mundo globalista) no merece el espectáculo de un estadio lleno de españolazos soltando espuma por la boca contra un Vinicius, por ejemplo. Esa escena la sufrimos aquí los dotados de cierta sensibilidad porque no nos queda más remedio, pero no es deseable que el mundo lo vea. Es un espectáculo demasiado español. Es mejor que sigan pensando que en España hay toreros y gente amable a que descubran lo que realmente hay: la aleación casi sobrehumana de mezquindad, gregarismo, resentimiento y estupidez. Como el mundo descubra a esta tropa, España se echa encima otra Leyenda Negra.


El fútbol español, que dejó solo a Vinicius, muestra tantos indicios de corrupción que por supuesto no merece un Mundial. Sus estructuras representan demasiado bien la España actual. Ahí sí están felices (ahí sí funciona el encaje) los del club que pagó a  Negreira, con más crímenes deportivos ya que títulos legítimos.


El modelo definitivo de «encaje de Cataluña en España» estuvo siempre enfrente y no lo vimos. Era el Barça: estar en la Liga pero con Negreira, TV3, palancas y reglamento propio.


Si nos quitaran el Mundial, cosa que deseo, España no tendría que compartir organización con Marruecos, algo que constituye, en este momento, un desafuero con mensaje de fondo. Con ese Mundial le están diciendo a España, y España acepta, qué región y lugar ocupa en el mundo.


Vinicius está resultando más pertinaz que Mourinho, un Cristiano megachad, aunque yo le iría recomendando silencio. Está ya todo dicho y aquí no va a cambiar gran cosa. Por el camino que va acabará en la Premier y antes, cualquier día, más pronto que tarde, la noche en que falle un par de regates, comenzará a escuchar los legendarios silbidos del Bernabéu. La unidad españolaza contra Vinicius (esa coalición de Rufianes, Ussías, Abellanes…) será entonces una realidad terrible. ¿Cómo no ver en ella el asomo de un consenso temperamental?


Leer en La Gaceta de la Iberosfera