domingo, 5 de febrero de 2017

Valdemorillo. Tres orejas y un decomiso de pacharán a cargo del Estado mariano

 El ser de España

José Ramón Márquez

Ahí estamos otro año más en Valdemorillo, en la Monumental de Valdemorillo, a estrenar la temporada. Por cierto, que mira que es fea la Plaza vista desde afuera. Tarde serrana de febrero, de las que sirven para que se armen de razón los amantes de las plazas de toros cubiertas, con su aguanieve y su ventarrón, que son las tardes que más nos hacen añorar los fríos de la portátil, apenas combatidos con unas petacas de coñac y con unas mantas. Cosas de otros tiempos. Ahora, una señora saca en el tendido una botella de pacharán para tomar con sus amigos un chupito y se monta un impecable dispositivo policial con el fin de decomisar la botella e incoar expediente administrativo a la señora, que como bien sabemos no se hubiese organizado para detener a Jordi Pujol o a De Juana Chaos. Es más fácil, desde luego meter la agonía a la señora, que encima pasa un mal rato. Lo del decomiso del pacharán junto a las excursiones de señores de edad y canas a la parte alta del tendido alto para poder dar unas caladas furtivas a un  cigarrillo, cosa que sin duda les llevaría a recordar cuando de adolescentes se ocultaban en el baño para lo mismo, nos hace una vez más añorar la vieja Plaza portátil, con la afición a merced del frío, del viento y de la cellisca, aquella plaza pueblerina ya definitivamente transformada en Plaza socialdemócrata del quiero-y-no-puedo.

Para esta primera en la frente anunciaron a El Cid, nuevo en esta Plaza, Paulita e Iván Fandiño, con una corrida de Monte La Ermita, que es lo que antes fue de Carmen Segovia, que lo tenía en Moralzarzal, ahí al lado, y que hace cuatro años se lo vendió a don José Antonio San Román, que hierra sus toros con una S, de San, y una R, de Román. La procedencia de lo que doña Carmen tenía era Torrestrella, eliminando lo anterior, que se los compró a don Álvaro Domecq y que se vinieron a los madriles desde los Alburejos en 1989. Casi treinta años, desde que aquello partió de Medina Sidonia, veinticuatro años en manos de la señora y luego cuatro, como se dijo antes, en manos de Ese y Erre. ¿Qué quedará tras cinco lustros y pico en otras manos de aquello que fue de Torrestrella? Digo yo que las capas y poco más. Los seis galanes salieron, en cualquier caso, con el hierro enrevesado de doña Carmen, la estrella con la S, cuyos derechos guardó la señora para sí al deshacerse de la vacada, con pitones largos de esos que se crían con las fundas, con los toques blancos en las capas tan de su remoto origen, con variedad de tamaño y volumen, algunos atacados de quilos y otros más chicos, y de comportamientos, desde el blando y ovejuno al que da problemas.
 
Primera corrida de Manuel Jesús El Cid con su nuevo apoderamiento y con su nueva cuadrilla, de la que ya ha desaparecido Alcalareño, que ha sido sustituido por Lipi. Su primero fue un catálogo de blandura y de franciscana bondad. En su encuentro con los del castoreño cobró mucho más el caballo, con los palos que recibió desde el callejón, que el pobre toro, que echó la misma sangre que si le hubiesen quitado un uñero. El Cid planteó una faena muy a lo estilo Ponce en sus tardes de enfermero, manteniendo al toro en pie, tirando de técnica y de temple para sacarle bastantes muletazos y componiendo una faena larga y sin alma en la que el torero ni se despeinó. Agarró media en buen sitio y el toro, tras remolonear un poco, se echó. El descriptible entusiasmo del público pidió sin fuerza una oreja, justo homenaje a la falta de fuerzas del animal, que el usía, magnánimo, otorgó. Su segundo tenía más que torear, había que corregirle defectos y guardarse de un tornillazo que pegaba el burel al final del pase y que  le hacía enganchar el engaño. En una serie al principio El Cid torea, compone el cite con el medio pecho, la pata adelantada, y liga los redondos con temple y cuajo. Ése es el momento mejor de Manuel Jesús en la tarde, luego prosigue su faena sin ese compromiso, sin apretar el acelerador si vale la expresión, y remata su actuación con un pinchazo y una estocada desprendida.

Paulita se viene a Valdemorillo, su plaza fetiche, como Pedro por su casa. Recibe a su primero con buenos lances y sale trompicado al final de los mismos. El toro digamos que era el clásico toro que sirve para ayudar a toreros de poco vuelo, a cambio de que demuestren sus ganas y su entrega. Ni lo uno ni lo otro demostró Paulita, más preocupado de tomar precauciones que de tirarse por la calle de en medio a por el triunfo pueblerino, público siempre adicto a las demostraciones de valor. El toro, grande e incierto, pudo más que el torero. En su segundo Paulita compuso una faena basada en la mano derecha con algunos pasajes templados que enardeció a los tendidos, claramente partidarios del aragonés. Alguna serie estimable y bonitos adornos, especialmente un molinete de pura inspiración para resolver un trance apurado,  le acabaron de granjear las simpatías del respetable que demandó trofeos a pares tras cobrar una estocada baja echándose fuera. Orejas de gache en un gache, lo que debe ser, que esto es Valdemorillo, no Sevilla.

Iván Fandiño volvió a dar una nueva vuelta de tuerca a su particular vía crucis. Da la impresión de que está hasta las trancas, sin ideas, sin ánimo para solucionar los problemas de la lidia. Su primero tenía bastante que torear y Fandiño no lo hizo, se tira a matar de una forma extraña y alocada siendo prendido feamente, sin consecuencias. En su segundo, más de lo mismo. Muy mala impresión la que deja Fandiño de cara a la temporada que empieza. Repite en este segundo su horrible forma de matar, sin que de su labor quede nada reseñable.


 Paseíllo

 Primer toro de nuestra temporada

 El decomiso
Para que luego digan que en España no hay Estado

Los "midia"