Marine promete a Francia la Ley Acerbo (centro)
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Marine es la nueva Juana de Arco francesa, no la vieja zarzuela de la marinerita huérfana en Lloret de Mar.
–¿Por qué no llevan ustedes al cine la zarzuela “Marina”? –dijo el general a una comisión de cineros que acudió a El Pardo a pedir dinero.
Igual que ha pasado desapercibida la decisión mariana de aceptar un inconcebible, y de hecho inexistente (sea para uno o sea para todos), “derecho a decidir”, nadie parece reparar en la promesa más fascistoide del Programa Presidencial de Marine: “Établir une démocratie de proximité”.
Montesquieu no fue profeta en su tierra (en la Revolución lo tenían por un demodé), y Francia carece de separación de poderes. Pero tiene representación, un regalo de De Gaulle, que la copió de América, y esta representación es la que quiere liquidar Marine en la Asamblea nacional, volviendo al antiliberal sistema proporcional.
–En la Asamblea nacional la proporcionalidad será integral, con una prima del treinta por ciento de los escaños para la lista más votada.
De la mano de Rousseau, que negó el principio de representación, Marine aspira a marcarse un Renzi (la trapisonda electoral que rechazaron los italianos en referéndum) sobre el legado de De Gaulle, que eso fue un legado, y no lo de Obama, que ha dejado el gobierno de Washington como Felipe González el ministerio del Interior.
Lo de Marine, como lo de Renzi, obedece a “nostalgie de la boue” (del fascismo de la vulgaridad, que dice Steiner, a la vulgaridad del fascismo), un regreso, no a los padres fundadores de América, que hoy, aquí, son pura subversión, sino al “Avanti!” de Mussolini (que también era periodista), cuya ley Acerbo (asignación fija de dos tercios de los escaños para el partido que obtuviese más del veinticinco por ciento de los votos) es el sueño (continental) de esta “ténèbre” Europa, que ya prepara su marcha (“March for Europe”) sobre Roma.
Y la propaganda, mientras, llorando a moco tendido contra el trampantojo mural de Trump.