sábado, 4 de febrero de 2017

La Estatua de la Igualdad

Hughes
Abc

La portada de Der Spiegel me ha parecido divertida de tan estúpida. Incluso creo que es divertida antes que estúpida. ¿Pero puede ser algo divertido siendo tan tonto y abyecto? Sí, quizás por lo que revela. El autor es un norteamericano de origen cubano, creo, pero la vamos a considerar, por su publicación, un producto europeo. Con maneras de ISIS, Trump decapita a la Estatua de la Libertad.

La Estatua de la Libertad es un símbolo de una actualidad renovada. Es un fetiche migratorio, nuevo fetiche migratorio que Europa le impone a Estados Unidos y que resume la hipócrita obsesión continental por la cuestión de la acogida/inmigración. La cuestión de la integración es una de nuestras contradicciones insuperables. Teóricamente, debemos acoger al necesitado y al refugiado (definición mutante), pero en la práctica esto no es así. La gente de buena conciencia culpa a los políticos, unos políticos que ni siquiera elige (¿Quién votó a Tusk?).

En esto no opera la ignorancia, o no sólo, opera la hipocresía y la doble intención: ¡Hagan algo, hagan algo!, se grita, pero los europeos viven muy cómodos en la ausencia de representación política. Le piden virtud a un político al que (interesadamente) no se la pueden exigir. Es un pacto tácito que parece un concierto de zombis cargados de buenas palabras. Europa entonces proyecta su obsesión y su impotencia en Estados Unidos, ¡le vuelve a enviar la Estatua a Trump!

De fondo está el igualitarismo. La consecuencia final (jamás realizada, y menos en nuestra casa) de la igualdad es la libertad migratoria. Esto es de todos. ¿Por qué limitar la ciudadanía al Estado Nación? La realización de la Declaración de Derechos Humanos, ¿en qué se queda si se cierran las puertas y se les deja expulsados del paraíso próspero y asistencial? Esa obsesión se hace fetiche auténtico en la Estatua, tótem igualitario más que libertario. La igualdad es la consecuencia de la democracia y la democracia es consecuencia de la libertad. Pero la igualdad europea es programática, es un mandamiento, un dogma. Empieza desde arriba. Los autodenominados defensores de la democracia liberal olvidan que la democracia liberal está en el Reino Unido y, sobre todo, en Estados Unidos.

Europa, que siempre emigró y recibió tan poco (y es consciente de ello, de incumplir de nuevo su pacto con la humanidad colonizada al negarle la entrada) ve en la Estatua un símbolo migratorio (es decir, una Estatua de la Igualdad).

Y Trump la decapita.

La portada ofrece otros aspectos fascinantes. Salen en el mismo plano los dos productos de Obama: Trump y el yihadista (hechos uno, fundidos), y adelanta deliciosamente algo que veremos (ya lo vemos con Irán): la toma de posición favorable a ISIS cuando Trump (junto a Putin) cumpla su promesa. Eso lo vamos a leer, apuesten lo que quieran.

Al Qaeda tumbó las Torres Gemelas; Trump decapita la Estatua de la Libertad (es decir, la Estatua de la Igualdad, es decir, el status quo y la hipócrita palabrería del cosmopolitismo retórico). Simbólicamente, se coloca la reacción trumpiana en un plano de violencia y plena deslegitimación.

La portada también eleva a imagen gráfica un Trump “amenaza exterior”, como sancionó Tusk hace unos días. Junto al ISIS, Putin y demás inquietantes perturbaciones del narcisismo europeo.