Francisco Javier Gómez Izquierdo
En la sala de prensa del Parque de los Príncipes, el periodismo deportivo dictaba sentencia contra Luis Enrique, como si los modales del entrenador fueran los únicos culpables de las carencias de un equipo que lleva dos años con el centro del campo debilitado, otrora donde más poder había, y con una defensa malherida de frente y de costado.
La goleada de París la avanzó Rivelino en el bar Liverpool de Gamonal a la mañana siguiente del partido de copa ante el Atleti. Se apostó 50 euros a quien los tuviera que el PSG iba a dar un repaso morrocotudo a su Barça. Rivelino, jugador aficionado que en los 70 cardaba cabellera como la del mítico extremo brasileño y que con 60 años disfruta entrenando benjamines, lleva toda la temporada renegando y ciscándose en lo más barrido por la falta de “centrocampo” en el Barça, carencia que desde la medianoche del martes escandaliza al periodismo culé y al políticamente correcto de la capital. No tengo ni idea de la responsabilidad de Luis Enrique a la hora de fichar futbolistas, pero a los ojos de un aficionado neutral de los de toda la vida es evidente que no se ha comprado lo que necesita un club como el Barcelona y sorprende hasta la incredulidad la poca importancia que se da al mejoramiento del plantel defensivo, incapaz de tapar los continuos portillos que provoca su aparente solvencia técnica. “Sergi Roberto no es defensa ni lo va a ser nunca”, dice Rivelino, y puede que tenga razón, visto lo visto.
El Barça estuvo ausente, mediocre y hasta asustado en París, pero no podemos aparcar el extraordinario planteamiento (Sergio Busquets dixit) del gran Unay Émery, al que tanto me complace ponderar. Al bueno de Unay se le falta al respeto nada más aterrizar en los clubes que le contratan, pero a base de conocimiento y trabajo se hace valer y eleva el precio de los futbolistas a su cargo. ¡Que espectáculo el del trío Raviot, Verratti y mi favorito Matuidi, amilanando a Iniesta, Busquets y al indolente André Gomes! Imágenes que tardarán en olvidar, sobre todo, los espectadores franceses.
Vídeos hay en Valencia, Sevilla y hasta en París en los que el hombre es objeto de sorna y chanzas hasta por sus propios futbolistas... y es que ser persona formal y competente no goza de consideración pública, a no ser que con tus métodos y sin que ni los tuyos lo esperen conquistes la gloria. Así lleva Émery desde el 2004. Desde que siendo aún futbolista cogió al Lorca. Desde el martes, los parisinos no se chotean de los esfuerzos en aprender francés de un profesional hijo y nieto de futbolistas. Quizás el hombre con mayor pedigrí futbolística que exista en el mundo.
El Madrid ni bien ni mal del todo. Ante el Nápoles, lo mejor, el resultado, que como es rutina en la trayectoria zidanesca se cerró con uno de esos fenómenos que la Fortuna regala a cuenta gotas y sólo a sus elegidos. Casemiro quiso “acabar la jugada”, ese mandamiento táctico de todo entrenador para poder “armar” al equipo ante el ataque contrario y de su pierna salió un proyectil que pareció inteligente de cómo buscaba el flanco derecho de Reina desprotegido por la improbabilidad casi absoluta de que la pelota pudiera llegar a tan doloroso lugar. Entró, entró. Y entró como una exhalación. Como un fenómeno paranormal. Como un milagro. Y se hizo gol. El gol que dio tranquilidad al madridismo y seguramente el pase a cuartos.
El Bayern como el PSG del Barcelona dio buena cuenta del Arsenal de Wegner, un año más entrenador de los cañoneros y un año más con el equipo aturullado tras las Navidades. La eliminatoria entre el Benfica y el Borussia es la más abierta, pero de los cuatro primeros partidos nos queda que por fin el PSG es firme candidato al título de campeón de Europa. Lo veo más “pitoso” que el Madrid o el Bayern.