sábado, 18 de febrero de 2017

El apaño

Dido y Eneas


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

En noviembre del 35, José Antonio Primo de Rivera, tan invocado hoy, sin saberlo, por los jefes del Consenso, pedía en el Congreso que, a los forasteros, España (cinco mil ingenieros extranjeros, con quinientos ingenieros nacionales en paro) les pusiera en el pasaporte el mismo sello que Inglaterra: “El portador de este pasaporte se compromete a no obtener cargo alguno retribuido ni gratuito y a no establecerse por su cuenta en este país”.

Aún así, en 1968 Enoch Powell alarmaba a Inglaterra citando el caso de Eneas contra la inmigración ilegal. Eneas, en efecto, llegó ilegalmente y para procurarse un hogar; lo hizo con sus dioses locales y, si a estos no les gustaban los rivales autóctonos, pronto, como dice Roger Scruton, se lo harían saber a todo el mundo. Lo demás lo resuelve el multiculturalismo: cada cultura es un bien en sí mismo, y para hacer hueco a las minoritarias la mayoritaria debe marginarse.
Estamos en la socialdemocracia, la del “imperio de la ley” y la “inmigración ilegal” (sí a la entrada colectiva, pero no a la expulsión colectiva).

La socialdemocracia (economía de derechas, cultura de izquierdas y política de centro) cuida de la inmigración ilegal como las hormigas de los pulgones:

Los sacan de mañana, los colocan en las plantas más sabrosas, los dejan hacer allí lo que les da la gana… Luego los recogen y los vuelven a guardar en sus galerías. ¿A cambio de qué? El pulgón exuda un líquido azucarado del que la hormiga es tan golosa que por conseguirlo descuida hasta el cuidado de sus propias larvas y deja extinguir la comunidad.
Con la inmigración ilegal el país de origen se quita pobres y el país de destino gana mano de obra. El sistema es una fiesta: la economía de derechas reduce salarios, la cultura de izquierdas vende buenismo (y discos de Manu Chao) y la política de centro le dice a cada uno lo que quiere oír.

Palma la masa, pero ése es otro apaño.