Francisco Javier Gómez Izquierdo
Hemos tenido en Córdoba una semana tormentosa que se disimulaba con las andanzas de los equipos españoles en las distintas Europas. No puedo precisar si es achacable a perversidad o a ignorancia las ocurrencias del amo del Córdoba en estos cuatro días, pero el caso es que el día del Valencia-R. Madrid despidió al secretario técnico, como si el pobre Emilio Vega hubiera tenido algo que ver en los fichajes del club. Durante toda la semana se preocupó en vigilar los tuits esos, o como se llamen, para buscar jovenzuelos que utilizaran vocabulario afrentoso contra su persona y encontrándolo, les ha mandado “burofaxes” en los que se les comunica la prohibición de entrar en El Arcángel y ocupar su localidad. Me han enseñado uno de esos burofax en los que el insulto que molesta al amo del Córdoba me produciría carcajada si a mí me lo dedicaran. El tío llamó a las peñas con un sigilo improcedente para pedir unidad del cordobesismo. Por supuesto, ante tamaña desvergüenza sólo acudieron a su llamada las dos o tres que tiene domesticadas. Nos regaló una entrada a cada socio para llenar el campo y presionar al árbitro y al equipo contrario. Es decir, que el partido contra el Alcorcón se presentaba “climáterico”.
El personal no ha ido al campo. Los socios le hemos pedido al amo que se vaya, en el minuto 54, que como supondrán ustedes es el año de fundación del club. Se ha animado al equipo con el entusiasmo y la irracionalidad de siempre... y lo único salvable de la tarde ha sido el gol, afortunadísimo gol, en el minuto 93. En el minuto que los mete el R. Madrid, porque para algo habríamos de ser el “Madrid de segunda”. El gol lo ha colado Alfaro, un mediapunta que lleva dos meses condenado al ostracismo, y que ha salido los últimos 10 minutos por ver si pasaba algo. Se lo ha centrado Bergdich, otro que tampoco cuenta para el entrenador y del que hoy también el entrenador Carrión, ha echado mano al final.
El partido, aburrido, trabado y rematadamente malo, pero es justo señalar que en el Alcorcón ha vuelto a lucir Iván Alejo, diabólico en el regate, elegante en la conducción y con ese punto provocador que suelen gastar algunos futbolistas a los que les llenan las orejas de elogios. En un lance estúpido el joven Alejo las ha tenido con el veterano Cisma y ha conseguido enredar el partido. A los cinco minutos de la estupidez, a nuestro defensa y al ex bético Kadir, que pasaba por allí, se les ha regalado una tarjeta roja, por obtusos más que por otra cosa y desde ese momento, minuto 80, el partido ha sido nuestro. Espacios que procuran ocasiones y en la última de ellas ¡pam!, golito. Para mí, una raya en el agua, pero teniendo en cuenta la particular deriva de la Segunda y el propicio calendario que se nos presenta con el desplazamiento a Tarragona y dos encuentros seguidos en casa, pudiera hasta ser posible que se enderezara un tanto la deriva y el amo del Córdoba sacara ése pecho de palomo en celo al que estamos acostumbrados.
Aviso al editor que asumo todas las consecuencias burofáxicas que pudieran desprenderse de mis opiniones sobre el presidente de mi club, capaz de querellarse contra un muchacho dieciochesco, que por ejemplo le llame enano. Una simpleza que más que ofensiva es evidente a ojos de las gigantescas nuevas generaciones.