jueves, 9 de febrero de 2017

La llamada



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

En el descanso del Barça-Atlético, entre el “seny” de Luis Enrique y la “rauxa” de Simeone, Trump llamó a Mariano, que es como el padre de España.

Mariano hablaría en español (por chinchar a Mas y por hinchar el perro de los “midia” y la Academia con el bulo de la web en español de la Casa Blanca), y transmitiría a Trump los dicterios que le dedica el pueblo español, que tan malos ratos hizo pasar ya a Ronald Reagan y que, por culpa de Ortega, es de cultura germanófila, cosa de la cual el propio Franco, que no se veía nada ario, se quejaba a Pemán.
Germanófilos por machismo, por chulería –lo tranquilizaba Pemán–. Son germanófilos como corren delante de los toros en Pamplona. ¡Porque los alemanes les parecen unos tíos!
Si Zetapé agasajó a Obama con las “Capitulaciones de Santa Fe” (primero pensó en un grabado de Picasso de tres mil euros que no encontró), Mariano habrá agasajado a Trump con las memorias de Cebrián, para que vean los americanos lo que es montar en cuatro días una democracia en la barra (americana) del “Pigmalión”.

Y poco más podría ofrecer Mariano al emperador, con María Soraya, suponemos, al lado, tirándole de la manga para hacerse con el auricular “un momentín” y saludar a Steve Bannon. Si acaso, unas latas (latazos, más bien) de Consenso, que aquí nos sobra, y el truco para, aun teniendo muros (vallas de Ceuta y Melilla, que tampoco hay que ser Edwin Moses para saltarlas), presumir en alto de país sin fronteras, que yo creo que debe de ser verdad, o no le habrían retirado su pasaporte al chico de los Pujol.

¿Otras futesas? ¿Banalidades sobre tintes (el azul Rubén Darío de la barba de Mariano y el rubichi Ken del tupé de Trump)? No sabemos.

La pena es que el bulo del teléfono colgado estuviera ya quemado con la llamada de Trump a Turnbull, el primer ministro australiano, con lo bien que nos vendría hoy, para impresionar en el juicio a Mas, un “Mariano cuelga el teléfono al presidente de los Estados Unidos”.