jueves, 23 de febrero de 2017

El lobo

Karl Popper

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

El tabarrón catalán es un juego de diálogo (“diálogo” quiere decir aquí “pasteleo”) y secretitos del que surge el federalismo batueco, que es aquel federalismo proudhoniano que, traducido por Pi, nos trajo las risas de la primera República, que, de contagiarse, es a donde iríamos a parar.
Popper tiene la teoría de que el lenguaje surge del juego: la utilización lúdica de los gritos de alarma conduce al niño por vez primera a la mentira. La historia del niño que grita “¡Que viene el lobo!” no es un cuento moral sobre la obligación de no mentir, sino la historia del nacimiento del lenguaje:

El lenguaje humano nace de gritar siempre en broma “¡Que viene el lobo!” siendo mentira. Entonces surge el problema de la verdad y con él la representación.
El lenguaje humano… y el federalismo batueco, donde de lobo hace el artículo 155 de la Constitución, que no da para suspender nada (como no sea a muchos juristas en Derecho), ni siquiera la Autonomía catalana, y que por eso, en nuestros juegos, sirve de lobo.

El 155 es una rueda de hámster, donde los poderes del Estado, que en España son uno, pueden estar dando vueltas hasta que San Juan baje el dedo: ahora te requiero, pues paso, ahora te compelo (¡qué verbo, compeler, para los caireles de Puigdemont, oh, justicia poética!), pues no me da la gana, entonces vas a ver mis instrucciones, lo forzoso y lo forzado, y así, hasta dar en el “hay que lavalo” de la Charanga del Tío Honorio.
Para que ahora el 155 nos valga de lobo (que meta miedo), antes ese artículo hubo de ser tabú (de hecho, nadie lo nombraba), pero ¿qué clase de Constitución era ésa que tenía artículos cuya aplicación era tabú?

Éste es el plan. Al considerarlo, se necesita una dosis del pesimismo que recomienda Scruton porque ayuda a señalar que ningún plan puede funcionar demasiado tiempo… si la gente es libre para desobedecerlo, y que todo plan cuya ejecución depende de la información que el propio plan destruye... fracasa.