lunes, 6 de febrero de 2017

El viento y el toro de la Vega



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Como en el cuento de “Los tres cerditos” de Disney, Cristiano sopló las velas de su trigésimo segundo cumpleaños y el vendaval se llevó por delante la tribuna de Balaídos, suspendiéndose el Celta-Real Madrid que tan bien se le presentaba a Zidane. ¡Cielos! ¡Otro pétalo menos en la flor de Zidane!

    En estas ocasiones los antiguos críticos taurinos hablaban de los caprichos de Eolo, y sus lectores los entendían.

    Que un golpe de viento se lleve la techumbre ya ocurrió en la plaza de toros de Las Ventas: estaban los políticos locos por cubrir ese recinto para sus cosas, y lo hicieron, pero una noche, antes de su estreno, se levantó el aire y el templete se vino abajo. Todavía estamos esperando que la alegre muchachada pepera ofrezca una explicación.

    El sábado, en Valdemorillo, durante la corrida inaugural de la temporada, embarcados en el platillo volante a lo François Truffaut que es su plaza de toros, cada vez que aullaba el viento, nos acordábamos de la cubierta venteña, y corríamos a guarecernos bajo el palco de la Autoridad, que sería lo último en ceder. Triunfaba Paulita con su alegría yeyé, pero la mosca de detrás de la oreja no nos la quitaba nadie. Entonces, a mitad de espectáculo, se desplegó la Fuerza Pública con un movimiento que envidiaría James Mattis. “He ahí el Estado”, pensamos todos. El Leviatán de Hobbes en su esplendor. Los seis libros de la república de Jean Bodin en una maniobra policial para decomisar una botella de pacharán que portaba una señora la mar de formal. Viendo al Gran Pez hobessiano en acción, hemos de gritar que en España hay Estado. (Los progres gustan de redondear el concepto con la tautología “Estado de Derecho”).

    Y, si en España hay Estado, ¿por qué en el Rayo Vallecano no dejan jugar al ucraniano Roman Zozulya?

    En Vallecas dicen que Zozulya es “facha”, y eso está por encima de lo que pueda decir la Constitución, que nadie sabe si dice algo, con lo cual Zozulya ha tenido que refugiarse en el Betis.
 
Zozulya es el nuevo toro de la Vega de una sociedad que se rasgaba las vestiduras con el viejo toro de la Vega.

    Un ideólogo del “fachismo”, rapero de profesión, ha estudiado el caso y su “dictum” parece inapelable: “A la plantilla del Betis que defiende al nazi, si no fuera porque también morirían pilotos y azafatas, les desearía que su avión se estrellara”.

    ¿Y qué dice el mundo del fútbol?

    El mundo del fútbol es la expresión cultural de la socialdemocracia y en alto nadie dice nada, no sea qué. Ese “no-sea-qué” es lo que hace que todo el mundo tenga dos opiniones: la pública, que es la buenista, y la privada, es decir, la “anarrosa”.

    –Me parece bien que le hayan partido la cara –se le oyó decir “en privado” a Ana Rosa (una de las Hannah Arendt de la política batueca) a propósito de la joven de Murcia pateada por una manada de mandriles.

    Igual que Dumas decía tener dos opiniones de la Virgen (“una para los periódicos y otra para los amigos”), los españoles tenemos dos opiniones de la paliza a la joven de Murcia y del acoso al ucraniano del Rayo. Tal vez esta psicología social sea la causa de que España encabece la lista de países de odio a Trump, un tipo que llegó al puesto más deseado del mundo por el simple procedimiento de decir en público lo que todos sus enemigos dicen en privado.


Toro Pasión en Valdemorillo

PEPE Y WASHINGTON

    Oigo en un taxi que Pepe, el central madridista con cara de cascabel pisado que vino como escapado de un juego de boxeo del cubano Nicolás Guillén, ha recurrido a George Washington para explicar su no renovación con el Real Madrid, y esto son palabras mayores, pues hablamos de Tom Paine y Alexander Hamilton, por citar a los dos principales “negros” literarios del primer presidente de los Estados Unidos. “Preservar en el cumplimiento de su deber y guardar silencio es la mejor respuesta a las voces de los demás”, ha dejado escrito Pepe, aunque, para decir que se marcha a jugar a la China, quizá le venía más al pelo Rajoy, que acaba de hacer la declaración más revolucionaria de un presidente en ejercicio, ésa de que él no cree en las fronteras.