sábado, 14 de junio de 2014

Autoridad

 Burgos
Paseo de la Quinta en junio


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    La ministra Mato, que sólo es llevadera como personaje de Charles Schulz, ha anunciado en Burgos que el personal sanitario tendrá, por el peligro que corre (¿quién no ha oído hablar de “El médico a palos” de Molière?), rango de autoridad con presunción de veracidad, y aquí quiero ver yo a Javier Gomá, el Rorty de estos páramos, dando cobertura cultural (“¿Por qué obedece la gente?”) a esta nueva “matosidad”.

    En España es autoridad aquél que se pone una gorra, desde Neymar al aparcacoches sevillano, pasando por el portero del Gabana. Lo que hace la “matosidad” es convertir a los médicos de guardia en guardias.

    Nuestra enhorabuena, pues, a los enfermeros, pero ¿y los periodistas?
  
Desde el 68, en que una compañía americana de seguros de vida hizo la fatal revelación, el periodismo es el oficio más peligroso del mundo, y ahora que lleva camino de convertirse también en el más antiguo, no se me ocurre ninguno más necesitado de presunción de veracidad garantizada por el Gobierno.

    Lo más cerca que ha estado el periodismo de obtener consideración de autoridad es la tertulia. Al menos, no hay tertuliano que no se presente como “autoridad en la materia”.

    –Waht is matter? Never mind. What is mind? No matter.
  
“¿Qué es la materia? (No importa), nunca es mente. ¿Qué es la mente? (No importa), no es materia.” Así despachó la abuela de Bertrand Russell el deseo adolescente de su nieto de dedicarse a la metafísica.
  
Pero esto ya lo sabía nuestro Fray Gerundio, que le preguntabas cómo lo pasaba y respondía en escolástico:

    –“Materialiter” bien; “formaliter”, subdistingo: “reduplicative ut homo”, no me duele nada; “reduplicative ut religioso”, no deja de haber sus trabajos.
  
Si el doctor insiste en cortarle a usted la pierna que no es (“materialiter”), adelante, que siempre valdrá menos una pierna buena que un mal desacato (“formaliter”).

    Y éste es el “shock” de modernidad Madina Azahara (“Anda jaleo”) que nos estaba haciendo falta.